‘Jimmy Kimmel Live’ volverá a las pantallas estadounidenses este mismo lunes. Y con él, un rayo de luz para quienes vieron en la abrupta … cancelación de su programa el último mazazo autoritario de Donald Trump a la libertad de expresión. «Amo a mi país, pero en este momento no lo reconozco», dijo consternada Angelina Jolie desde España.

En un inesperado comunicado, los máximos ejecutivos de Walt Disney aseguraron este lunes haber pasado «los últimos días» en conversaciones con el humorista político, tras reflexionar sobre el revuelo desatado. «Tomamos la decisión de suspender la producción del programa para evitar avivar aún más una situación tensa, en un momento emocional para nuestro país», se justificaron. Como comprobó el asesino de Charlie Kirk, a veces la muerte no silencia a las voces estridentes, sino que las engrandece más de lo que nunca imaginaron.


Fulminan el 'late night' de Jimmy Kimmel tras dos décadas en antena y Trump lo celebra


Los presentadores de los 'late night shows' estallan contra el presidente de EEUU tras la «censura» a Kimmel

Con una fortuna estimada de 50 millones de dólares y un sueldo de 15 millones anuales, Kimmel tenía la vida resuelta con o sin programa. El verdadero daño de su despido era para los millones de estadounidenses que cada noche encontraban en su humor político una válvula de escape a los duros tiempos que vive el progresismo en EEUU, bajo asedio del gobierno. Trump no había ocultado su satisfacción por otro despido anunciada por él mismo en las redes sociales en julio pasado, cuando celebró el despido de, Stephen Colbert, otro gran humorista político, poniendo a Kimmel en la diana: «He oído que Jimmy Kimmel es el próximo, ¡tiene todavía menos talento que Colbert!», anticipó despectivo.

Los ejecutivos de Disney hicieron caso omiso hasta que la semana pasada el presidente envió al encargado de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) a amenazar a la cadena ABC con retirarle la licencia. Trump ya le había sacado 16 millones de dólares para su Biblioteca Presidencial con una demanda pactada, en lo que se consideró una extorsión en toda regla. Según varias fuentes, el consejero delegado de Disney, Bob Iger, no quería tener problemas con Trump y decidió entregarle su cabeza, con la excusa de que sus comentarios sobre la muerte del líder juvenil de ultraderecha, Charlie Kirk, habían sido «inoportunos e insensibles». En eso, la cadena no se ha retractado.

Sin mencionarlas, Kimmel parecía haberse hecho eco de algunas teorías conspirativas que asociaban a Kirk con un movimiento de neonazis llamado Groyper Army, al decir que «la panda MAGA (en referencia al movimiento de Make America Great Again fundado por Trump) intenta desesperadamente caracterizar al chico que asesinó a Charlie Kirk como algo distinto a ellos». Pero, sobre todo, el humorista criticaba lo que todo el mundo podía ver: «Intentan sacar rédito político de ello», acusó Kimmel. El golpe para silenciarlo la crítica mordaz que le caracteriza fue, de facto, un golpe contra todos los que piensan como él.

Llegaba, además, tras una astronómica demanda de 15.000 millones de dólares contra The New York Times -desestimada el viernes por un juez- y otra contra The Wall Street Journal por 5.000 millones. La amenaza pública del presidente de la FCC era, además, una amenaza genérica que ataba en corto a todos los críticos del presidente y su círculo, hasta el punto de que muchos comenzaron a cuestionarse la propia existencia de las cadenas de televisión, a juzgar de que dependen del gobierno para su emisión.

«Podemos hacer esto por las buenas, o las empresas pueden encontrar la manera de cambiar su conducta», advirtió Brendan Carr, que llegó al cargo con el apoyo de Elon Musk. En cuestión de horas, Disney anunció la cancelación del programa, para regocijo del presidente: «¡Grandes noticias para EEUU!», aplaudió al criticar despectivamente los ratings de la estrella televisiva a la que lleva tiempo atacando. «¡Espero que yo haya jugado un importante papel en ello!». Falta aún saber cómo se toma el mandatario la restitución del programa que tanto odia.