«Pura maldad corporativa». Así define Teddy (Jesse Plemons) a Michelle (Emma Stone) en Bugonia. Él es un conspiranoico desaliñado desesperado por dar sentido a su lacerante vida con una amenaza alien; ella, una reina del hielo que dirige una compañía farmacéutica. Teddy convence a su primo para que secuestren y torturen a Michelle, que considera una extraterrestre de la galaxia Andrómeda, y así ponerse en contacto con su especie durante un eclipse lunar para evitar la destrucción de la Tierra.
Lanthimos y Stone aterrizan en la sección Perlas del Festival de San Sebastián con su quinta colaboración juntos (La favorita, Pobres criaturas, Kinds of Kindness, el corto Balar), su apuesta más extrema en muchos sentidos, una absoluta marcianada satírica que busca saldar cuentas con una humanidad en cuenta atrás para el Juicio Final.
Lanthimos, que ha hecho de su cine un refugio y un lugar de juego para la reflexión absurda, incómoda y provocativa sobre la condición humana, encuentra en el guion de Will Tracy, basado en la película coreana Save the Green Planet! (2003), un campo para el desarrollo de la crítica ácida, macabra y surrealista que él mismo bien podría haber cultivado desde el principio.
Desde su arranque analizando el abandono de las abejas (que remite a El incidente de M. Night Shyamalan), Bugonia es un delirio sin descanso, una comedia negrísima que no conoce la sutileza. En una amalgama de géneros que salta de la comedia negra a la ciencia-ficción o el suspense, es violenta física y verbalmente, animal en el lenguaje corporal de sus personajes principales, lo más gore que Lanthimos ha hecho, logrando ese impacto que busca desesperadamente en su contenido y forma, aunque resultando por momentos demasiado obvia.
También peca de repetitiva, tal vez porque, pese a los diferentes registros que Stone ha transitado de la mano de su director fetiche, sus alianzas recientes, muy pegadas en el tiempo, provocan cierto déjà vu cuando la actriz está en escena.
Bugonia es una película hecha para el lucimiento de Emma, para que desate todo su potencial histriónico, y, si bien lo hace, si bien termina coja, rapada y embadurnada en crema, entregada a la comedia slapstick, esta es la película de Jesse Plemons, el fanático desquiciado y ridículo capaz de inyectarse una fórmula de castración química en su delirio, el lunático que tal vez no lo es tanto, el ser humano que no tiene salvación.
Como pasa con las películas de Lanthimos, lo distópico en ellas resuena con fuerza en la realidad, es el gran don de este director que se mueve siempre con soltura en un realismo mágico particular que ha hecho suyo. Aquí, realidad y fantasía se entremezclan para hablar de todo: de un mundo que muere, de la impunidad del poder, de salud mental, de existencialismo, hasta de la dictadura corporativa y tecnócrata (el hilarante gag recurrente con los horarios de los trabajadores de Michelle).
La palabra ‘bugonia’ hace referencia a la creencia antigua de que las abejas surgen de manera espontánea de los cadáveres de los bueyes. En el filme, esas abejas son espejo y profecía de nuestra actualidad convulsa, de una humanidad condenada, de un planeta moribundo, representado con mala leche y un acertado tono cómico.
Lamentablemente, no se acerca a lo mejor de Lanthimos, se conforma con el notable: es Lanthimos por momentos desencadenado y por momentos contenido, o constreñido por el guion de otro; hay autoría, pero pesan más los lugares comunes de su cine, sobre todo con dos películas tan recientes con Stone; el relato entretiene sin llegar a atrapar, dejando a la amarga sensación de depender demasiado del talento de su dupla protagonista; es mejor que Kinds of Kindness, pero está lejos de la delicia formal y narrativa de La favorita o Pobres criaturas.