
Uno de los grandes anuncios de la primera jornada de la exposición de arte sacro en el Parlamento Europeo fue el anuncio del primer paso para conseguir protección oficial sobre las obras de los artistas. Este miércoles, el eurodiputado popular Juan Ignacio Zoido ha matizado que dicho reconocimiento que se ha propuesto y se va a perseguir es el de Indicación Geográfica Protegida (IGP).
Los trámites para llevar a efecto dicha propuesta aún no han empezado, pero el martes se puso la primera piedra con la reunión entre el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, y Zoido con la Dirección General de Industria de la Comisión Europea para estudiar mecanismos de protección para el arte sacro sevillano.
A diferencia de la denominación de origen, que se otorga a productos agroalimentarios realizados en todas sus fases de producción en una zona geográfica delimitada, la Indicación Geográfica Protegida es una protección ligeramente menor que puede aplicarse a ámbitos como el de la artesanía de un determinado lugar. Este camino fue emprendido anteriormente, por poner un ejemplo, por la industria del calzado de Valverde del Camino.
Para que la idea no caiga en saco roto, la pelota ahora recae en los profesionales del gremio, que son quienes tienen que movilizarse y pedir formalmente el reconocimiento. El presidente de la Asociación Gremial Sevillana de Arte Sacro, Francisco Carrera Iglesias, ha asegurado que se pondrán en marcha con la máxima brevedad posible para iniciar los trámites. Ello debe contar con el apoyo del Ayuntamiento y conseguir el visto bueno de la Junta de Andalucía. De ahí, la solicitud se eleva al Gobierno, que es quien debe presentarla formalmente ante la Comisión Europea, donde se examina cada caso y se decide si se concede o no. Las gestiones se deben tramitar en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo), que se encuentra en Alicante.
Una medida para blindar el arte sacro
La consecución de este reconocimiento supondría que nadie podría realizar obras iguales a las de los artistas sevillanos, como se ha visto recientemente con diseños plagiados por completo a artistas del arte sacro en talleres de bordados pakistaníes. Por un lado, se establecería un canon a la protección del producto y, por otro, supondría que el proceso de impugnación de los productos copiados sería mucho más rápido.
Otro de los puntos fuertes de esta protección es que permitiría agrupar a todas las disciplinas del arte sacro, no sólo a los del bordado, que es el que actualmente está más expuesto por la competencia desleal de los talleres de Pakistán. Estarían bajo ese mismo paraguas los escultores, tallistas, orfebres… Sin embargo, para poder acotar el campo de acción y de protección, el arte sacro necesitará registrar los diseños, algo mucho más complicado que en otros casos. Si no, sería una tarea subjetiva diferenciar una pieza de arte sacro sevillano con la de otros orígenes, por ejemplo, dentro de nuestro país.
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