«Se me recuerda como adicto a la heroína, pero también soy comunista, maricón y director de cine». Lo dice Eloy de la Iglesia en … una imagen de archivo rescatada por el director, guionista y productor Gaizka Urresti (Bilbao, 1967) en el documental que ha dedicado al controvertido realizador zarauztarra. ‘Eloy de la Iglesia, adicto al cine’, que se proyecta este miércoles en Zinemira. El documental atraviesa la trayectoria vital y profesional de un director en el que se fusionan la represión sexual propia del franquismo, la atracción por los abismos de la marginalidad y la pulsión creadora, en dosis distintas según las épocas.
– ¿Qué le atrajo de Eloy de la Iglesia como para dedicarle un documental?
– Nunca le conocí personalmente, pero para los que éramos adolescentes en ese Bilbao a principios de los ochenta, la figura de un director de Zarautz que triunfaba con un cine polémico era fascinante. Recuerdo haber visto películas como las dos de ‘El Pico’ o ‘Navajeros’ en videoclubs. Sin duda, su cine me turbaba porque sus imágenes mostraban ese lado oscuro de la sociedad y también del alma humana.

– Denostado en su época, ¿está más reivindicado hoy en día?
– Fue denostado sobre todo por la crítica y los festivales. Era un director que quería llegar al público para transformar la sociedad y usaba el cine como una herramienta para lograr ese objetivo. En el documental sale Fernando Méndez-Leite, que fue muy crítico con Eloy y aún habla con un tono condescendiente, o Fernando Trueba, que le acusaba de «cine panfletario y de calzoncillos». El hecho de que sus películas gustaran al público y que fuera un director muy directo no gustaba. Se ve en el contraste con su gran amigo Pedro Olea, cuyas películas eran muy diferentes.
– También en los resultados en taquilla…
– Claro, efectivamente. Hay que asumir eso. Eloy tiene un punto de maldito y a partir de 1986, con su vida marginal y su adicción a la heroína, generó esa imagen de director maldito. Se le consideraba un director muy coyuntural, propio de un momento histórico.
– A su juicio, ¿sus películas tienen un fondo atemporal o son puramente hijas de su época?
– Sus películas están muy pegadas al momento en el que se hicieron, es casi un cronista del tardofranquismo, de la Transición y de la llegada de las libertades. Pudiera pensarse que se quedaron ahí. En el documental sale José Luis Garci, que también tiene ese componente de cronista, siendo sus películas completamente diferentes. Pero si revisitas las películas de Eloy, siguen siendo narrativamente muy entretenidas y tienen imágenes que te sorprenden hoy en día:cómo pudieron rodarse escenas de ‘El sacerdote’, de ‘La criatura’ o de ‘El diputado’. Son imágenes que incluso la gente joven actual se queda perpleja. Su cine tiene esa dualidad.
– A día de hoy, nos preguntamos cómo pudo rodar una escena con un adolescente copulando con una oca, como la de ‘El sacerdote’.
– Hay que entenderlo en el contexto político-social de la Transición. Después de cuarenta años de dictadura, este país vivió una eclosión de libertades en un terreno que no sabíamos muy bien cómo manejar. Eloy, que era muy transgresor y que había sufrido la censura como nadie, se desmadró y pudo rodar imágenes que casi iban en contra del sistema. Y el público lo aceptaba y lo premiaba. Fue también un momento de mucha violencia, política y social, porque esa libertad llegó como un torrente que se llevaba todo por delante. Ya en los ochenta, las cosas se tranquilizaron y ahora hemos pasado al otro extremo:a lo políticamente correcto, en donde nadie nos atrevemos a rodar esas escenas. Hay libertad política, pero ¿qué plataforma televisiva te compraría o programaría esto en horario de máxima audiencia? Sorprenden esas imágenes tan libres, sí, pero eso que muestra su cine no era producto de su imaginación: es que estaba en la calle. Recuerdo la foto de uno que había muerto mientras sodomizaba a la gallina y la heroína estaba en la calle, todos veíamos a gente picándose. Lo que pasa Eloy lo mostraba.
– En el caso de Eloy de la Iglesia, ¿cree que se enganchó conscientemente a la heroína?
– Es complicado responder a esa pregunta. Algunos cuentan que Eloy decía:«Tengo que estar ahí», pero otros aseguran que pensaba que no iba a caer en la adicción. Hay que ponerse en esa época porque había mucha desinformación y desconocimiento del mundo de la droga. Mucha gente empezó a tontear y hubo una generación en la que muchos murieron. En el caso de Eloy, creo que se juntaron las dos cosas:por un lado, que se movía en esos ambientes lumpen y por otro, el desconocimiento que había. Y luego estaba su personalidad adictiva, a la vida, a la droga… En los noventa, libre ya de la heroína, estaba enganchado a las máquinas tragaperras, al esoterismo y a las relaciones sexuales. Tenía esa tendencia.
El personaje
«Su cine me turbaba porque sus imágenes mostraban ese lado oscuro de la sociedad y también del alma humana»
– Aunque su cine era agreste, muchos de quienes le conocieron destacan la dulzura de su carácter.
– Sí, es una paradoja. Yo tenía el prejuicio del director heroinómano viviendo en el lado salvaje de la vida. De hecho, sus amigos de los setenta hablan de ese componente sádico, trasnochador, pero otra gente, sobre todo la que le conoció en su última etapa, le retrata como alguien muy educado, sensible y cariñoso, no un ‘enfant terrible’ como quizás lo fue al principio. A mí me sorprende.
– Quizás ese componente sádico era el fruto de una sexualidad reprimida desde la infancia…
– El documental quiere explicar eso:un niño sensible, de Zarautz, el contraste de vivir esa represión de la dictadura para alguien que fuera diferente, en este caso gay. Hay distintas formas de vivir eso y en el caso de Eloy y de (el guionista) Gonzalo Goicoechea esa represión salió por esa lado más salvaje.
Caída en la heroína
«Por un lado, se movía en esos ambientes lumpen y por otro, había mucho desconocimiento. Y estaba su personalidad adictiva»
– En el documental hay notables ausencias de personas que no han querido participar, supongo… ¿Por qué?
– Efectivamente, hay gente que no sale. Es complicado… algunos alegaban problemas de agenda y otros apelaban a la edad. Se echa en falta, por ejemplo, a Eusebio Poncela. Se intentó pero tampoco quería recordar esta historia. O Simón Andreu alegaba que estaba ya muy mayor. Y faltan varias actrices.
– Como Charo López, Ana Belén o Maribel Verdú…
– Correcto. En concreto, faltan esas tres aunque lo intentamos. Respondían que no podían por problemas de agenda, pero José Sacristán, que tiene una visión crítica de Eloy, ahí está porque encuentras un hueco. Con todo el cariño, pero también tiene que ver con que ¿quiere Ana Belén, esa gran dama de la canción que es ahora, recordar películas como ‘La criatura’? OCharo López, que se excusó con que sólo hizo una película con Eloy y con que tampoco mantuvieron una gran relación. Hay que respetar, pero creo que tiene que ver con que Eloy de la Iglesia es un personaje incómodo, incluso para mí. Yo suelo hacer documentales sobre gente a la que admiro o considero buenas personas, como Labordeta o Aute. De Eloy de la Iglesia no puede decirse que es un personaje ejemplar, sino que tiene mucho lado oscuro. Entiendo a los que no han querido salir, pero el documental lo que busca es que le comprendas y entiendas en qué contexto se creó ese cine.
– ¿Ha conseguido usted comprenderle?
– Yo, sí. No sé si he llegado a amarle, como me pasó con Buñuel, pero he llegado a comprenderle. He pasado de ese prejuicio del director estigmatizado por el mundo de la droga y un cine muy transgresor a entender por qué hizo lo que hizo y que fue víctima de sus propios infiernos. Hay algo que nos atrae en ese lado oscuro de la vida, por eso nos acercamos a su cine:una forma segura de vivir situaciones que en la vida real podrían poner en peligro nuestra integridad física y moral. ‘