«Desde que tenía memoria de sí misma —dice M.—, la protagonista de ‘Desaparecer’—no recordaba un periodo de su vida en el que no hubiera tenido a la bestia cerca». La bestia, un personaje de cuento de terror gótico que aparece y desaparece … sin cesar en esta novela, de nuevo magnífica, de la gran poeta, narradora y periodista María Stepánova, nacida en Moscú en 1972, no es otro que Vladimir Putin. Alguien al que jamás se le menciona por su propio nombre, sino que tan solo se le reconoce por el rastro de terror que deja a su paso en «los diarios partes de guerra y noticias, a cuál peor que la anterior».
En su siguiente libro aparecido en nuestro país —de nuevo admirablemente traducido por Jorge Ferrer— tras el éxito mundial que significó ‘En memoria de la memoria’ (Acantilado) donde Stepánova, que desde 2022 reside en Berlín, narraba la historia de varias generaciones de una familia, la suya, de judíos rusos, esta escritora ha adoptado para la obra actual el tono de una fábula.

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Autora
María Stepánova -
Editorial
Acantilado -
Año
2025 -
Páginas
152 -
Precio
14 euros
Una fábula por la que se desliza un personaje, una escritora llamada M., en medio de un aire irreal, de ultratumba, y a la manera de un más allá que se parece extrañamente a nuestro mundo actual, tal y como lo conocemos. M., tras abandonar «el país donde vivía», y en concreto «la guerra que la bestia desató» contra un Estado vecino, es ahora una exiliada en la ciudad de B. Una apátrida más, de los muchos que se fueron del hogar que siempre fue el suyo.
Paseando como en un ensueño, alternando imágenes oníricas con «palabras e ideas» que la pueden traicionar en cualquier momento transportándola a una vida anterior; perdida en ciudades pequeñas de paso donde ha ido a parar por azar, inmersa en un tiempo y en lugares que le parecen siempre ajenos, M. arrastra la condena, muchas veces inexpresable, ante extraños que no pocas veces le preguntan con sospecha, e incluso suspicacia, de dónde proviene: «La ciudad extranjera en la que M. vivía ahora estaba llena de gente que había huido de los dos países en guerra, y aquellos que habían sido agredidos por los compatriotas de M. miraban a sus antiguos vecinos con horror y desconfianza, como si la vida que todos habían llevado antes de la guerra sólo hubiera servido para enmascarar el parentesco con la bestia que ahora quería zampárselos».
Expatriados y desplazados sin la seguridad de un suelo familiar sobre el que posarse y dormir plácidamente cada noche, todos ellos provienen de «una vida pasada» que les daba identidad. Ya sea visitando museos, en paseos por los parques, en lecturas dadas en librerías o invitados, como es el caso ahora de M., a festivales literarios; deambulando de trenes en trenes, de un hotel a otro hotel, o incluso deseando brevemente ser contratados en un circo ambulante cualquiera, para así volverse invisibles, incorpóreos, anónimos, en una suerte de «existencia póstuma» que les permita desaparecer de una vez por todas, en su nueva «condición de ser nadie” M. tampoco logra desatarse ni por un momento de la pesadilla de la que ha huido, como tantos otros, en todas las épocas, «del país donde vivía».
Un libro magnífico de una estupenda escritora, de una poesía espectral y estremecedora
Ya fuera a finales de los años 30 del siglo pasado, escuchando «el crujir de huesos y viendo crecer la sopa de la sangre», o ahora mismo. Ya se trate de una bestia u otra, ya que «las bestias siempre se comportaron igual y comieron de lo mismo».
Un libro magnífico el de esta estupenda escritora, de una poesía espectral y estremecedora, donde no deja de asomar ni por un momento el mismo y trágico destino deparado a naciones que guardan dentro de sí algo parecido a una sola memoria. Una memoria que se da una y otra vez la mano, en medio de cadenas tenebrosas «llenas de pelotones de fusilamiento y rabiosas consignas» en innumerables campos de trabajo o bien «juzgados por actos que no se correspondían con el espíritu del Estado». Lugares, o infiernos terrenales, donde acabarían dando cuenta todos, «como si su vida no valiera un céntimo».