Se arrepiente Julio Llamazares (Vegamián, León 1955) de no haber prestado atención a las historias que le contaba su padre sobre la Guerra Civil. Unas … tribulaciones que recrea rehaciendo el recorrido de su progenitor por «la espina dorsal de península» hace casi 90 años en ‘El viaje de mi padre’ (Alfaguara). Sigue la ruta que Nemesio Alonso Díez, su padre, recorrió como soldado de los sublevados en la batalla de Teruel. «Es un libro de viajes, no de la guerra», asegura su autor que se propuso averiguar qué sintió y vivió su padre cuando dejó su remota aldea natal para aterrizar en la batalla de Teruel, «la más cruenta de la contienda, junto a la del Ebro, librada en el más frío del siglo XX».
El escritor rehizo durante seis meses y más de 800 kilómetros el itinerario de su padre desde La Mata de la Bérbula (León) hasta la Sierra de Espadán (Castellón), donde el joven soldado salvó la vida al destrozar la radio que le habían asignado, evitando así recibir órdenes que podían ser letales. Llamazares atravesó parajes hoy desolados, pueblos abandonados, estaciones derruidas, trincheras y búnkeres fantasmagóricos «en lo que hoy se llama la España vaciada» en pos de otros fantasmas.
El periplo bélico comienza en Caminreal, pueblo turolense al que su padre llegó en un vagón de ganado. «Se bajó del tren en un páramo a 22 grados bajo cero, cercado por los republicanos», rememora. Tenía apenas 18 años y se había alistado voluntario junto a su amigo de desventuras, Saturnino Díaz Tascón. Setenta años después, fue éste quien proporcionó al escritor las claves del recorrido de su padre, tras coincidir con él en el pueblo leonés donde veranea.
Aquellos chavales se vieron inmersos en la batalla de Teruel, «donde hubo 200.000 combatientes por una ciudad de solo 13.000 habitantes y en la que murieron 40.000 jóvenes de ambos bandos». «Tomada por los republicanos en un efímero éxito militar, fue pronto recuperada por los franquistas, de modo que fue la única ciudad que cambió de bando dos veces durante la guerra», destaca Llamazares.
«Mi padre hablaba poco y yo hacía oídos sordos a sus historias sobre el inhumano frío de Calamocha, que casi lo mata de pulmonía, con 41 grados de fiebre, entre compañeros amputados por congelación en lo que se llamó el Stalingrado español», cuenta el escritor frente a la abandonada estación de Caminreal.
Viaje sentimental
«Es un viaje sentimental para buscar en el paisaje las historias que no quise escuchar», resume Llamazares su libro. Un recorrido por escenarios donde aún perviven los restos físicos y laten los morales de «una guerra cuyas cicatrices siguen abiertas». «Se dice que una guerra se olvida en cien años, pero han pasado 90 y en las tertulias y en el Parlamento vemos como aún condiciona nuestra vidas un conflicto con un millón de muertos en un país de apenas 16 millones de habitantes entonces y con cien mil desaparecidos», sostiene. «La guerra acabará cuando se desentierre al último cadáver que sigue en las cunetas», asegura.
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El escritor en uno de los parajes donde discurrió la batalla de Teruel.
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El autor de ‘Luna de lobos’ y ‘La lluvia amarilla’ cree que «fue una masacre que dejó una gran herida moral en la sociedad española que todavía supura». «Hay reticencias a condenar la dictadura que la sucedió y discusiones sobre el tratamiento de las guerras en la enseñanza», añade. Para Llamazares «parece más fácil que cicatricen las heridas de una conflagración como la II Guerra Mundial, normalizada en Alemania, que las de nuestra guerra civil».
Paisaje como memoria
«Este no es un libro sobre la guerra, sino sobre sus paisajes», insiste el escritor. «Fui un gilipollas no escuchando a mi padre y tuve que buscar en el paisaje lo que no aprendí en casa. Porque el paisaje es memoria», dice, recordando la frase inicial de su primer libro, ‘El río del olvido’.
Entre esos paisajes están las trincheras de Cérida, cerca de Rubielos, uno de los escenarios de la larga y cruel batalla de Teruel, que comenzó el 15 de diciembre de 1937 y terminó el 22 de febrero de 1938, segando la vida de decenas de miles de jóvenes. También el pozo de Caudé, en las afueras de Teruel, donde 1.006 republicanos fueron ejecutados y arrojados a un pozo seco o enterrado en las inmediaciones según el recuento de un vecino que anotaba los tiros que oía cada noche.
«La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian se matan entre sí por la decisión de viejos que se conocen y se odian pero no se matan», cita Llamazares al piloto alemán Eric Hartmann, el célebre «diablo negro» de la Luftwaffe.
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Julio Llamazares en las calles de Teruel.
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Su padre, fallecido en 1996 con 66 años, no sabría hasta mucho después que había combatido contra uno de sus hermanos, enrolado en el bando republicano. «Como tantos otros, acabó harto de su propio bando», afirma Lamazares.
¿Es pertinente otro libro sobre la guerra? «Lo mismo me preguntaron hace cuarenta años cuando publiqué ‘Luna de lobos’», responde el escritor leonés. «No olvidemos que el libro más leído en la última temporada, ‘La península de las casas vacías’, de David Uclés, aborda la guerra en otra clave», concluye.