Las palabras del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, sobre la jornada laboral de 37,5 horas han generado una polémica tremenda y más cuando ha puesto de ejemplo al tenista murciano Carlos Alcaraz.

Ha expresado en el Forbes Spain Economic Summit que «¿Tú crees que Carlitos (Alcaraz) trabaja 37,5 horas y media a la semana? No. Es la cultura del esfuerzo, de sufrir y de saber qué pierdes y qué ganas». Ante el comentario del tenista y la cultura del sacrificio, las redes sociales se han llenado de comentarios.

Incluso las televisiones se han hecho eco, en especial Malas Lenguas, en el que le han preguntado al historiador y periodista José Miguel Villaroya, quien siempre ha defendido los derechos laborales del trabajador. Ha firmado uno de sus discursos más potentes que se le recuerdan e incluso se ha llegado a ‘cabrear’ con uno de los colaboradores.

«Supongo que hablará por él, que trabaja poco y cobra mucho. Supongo que es lo que nos gustaría a todos», ha afirmado en primera instancia. Para Villaroya, el discurso de Garamendi es el típico «de la lucha de clases».

«Cuando se dice que ha desaparecido, pues este señor habla desde su postura de burgués y trata a la clase trabajadora como una basura, entiende que la gente no quiere trabajar, supongo que entiende que lo que no quiere la gente es que esté explotada y en trabajos de casi esclavitud (con ironía)», ha añadido.

Para el periodista esa es la realidad, pero alude a que hay una costumbre a escuchar el discurso de que la clase trabajadora «son unos vagos, que la baja laboral es una mentira, que hay escepticismo laboral porque somos unos sinvergüenzas». Sin duda, esto debe servir a la izquierda «que ha abandonado la lucha de clases, que la lucha de clases sigue existiendo y que la burguesía la tiene muy clara. Esta es la realidad».

«El que habla como un empresario del siglo XIX es Garamendi, porque lo que le gustaría es que volviéramos a la época de las novelas de Charles Dickens, donde los trabajadores trabajen desde que sale el sol hasta que se pone y que los niños trabajen debajo de los telares desde los 7 años», ha razonado.