El Deportivo Alavés apela a la «prudencia» y la «cautela» en el caso de Facundo Garcés. Después de conocer que la FIFA sancionó este viernes al jugador durante un año por usar «documentación manipulada» para jugar con Malasia … , fuentes de la entidad albiazul apuntaron a este periódico que han comenzado a «analizar todos los datos» –al ser un caso ajeno al club– para esclarecer lo ocurrido antes de adoptar alguna postura firme. El Alavés remarca que «confía en la presunción de inocencia». Mientras, apuntaba avanzada la tarde de ayer que no había recibido ninguna notificación –de la FIFA o LALiga– que impida al jugador disputar el partido de hoy ante el Mallorca. De hecho, el central argentino ha entrado en la convocatoria. La noticia se produjo durante el vuelo del equipo y el jugador fue conocedor de ella al tomar tierra.

Pero lo cierto es que, de aplicarse con efecto inmediato, la sanción abre una colosal grieta en la defensa albiazul. O más bien, reabre. Porque la retaguardia del conjunto vitoriano ha sufrido en los últimos tiempos varios reveses. La inhabilitación del futbolista argentino es el último capítulo de una parcela abonada a reconstruirse por lesiones o salidas de jugadores.

En el tramo final de la temporada pasada, la rotura muscular que sufrió Abqar en el isquiotibial de su pierna derecha obligó a Coudet a confiar en Garcés para el tramo decisivo. No era una decisión baladí. Los albiazules luchaban por sellar la permanencia. Y Garcés sólo acumulaba 46 minutos. La inactividad –Colón dificultó su llegada a Vitoria– y adaptación a la Liga lastraron su entrada al equipo. Sin embargo, el plan funcionó. El central argentino formó junto a Santiago Mouriño una sólida sociedad: sólo cuatro goles en nueve partidos.

La fiesta en Mendizorroza para celebrar la salvación con la afición fue, de paso, la despedida de Abqar, además de la de Sedlar y Pica, cedido en el Mirandés. Las negociaciones por la renovación del central marroquí no llegaron a buen puerto y sus caminos se separaron después de cuatro años. El nivel mostrado por Mouriño y Garcés amortiguaba la marcha de Abqar y garantizaba una defensa de altura. «Nos complementamos muy bien y tenemos mucha confianza el uno con el otro», señaló Garcés.

La plantilla albiazul retomó la actividad el 3 de julio sin todas las piezas. El equipo estaba inmerso en una regeneración que culminó con la llegada de diez refuerzos. La continuidad de ambos centrales era un seguro de garantías. El escenario cambio en mitad del ‘stage’ de Girona. El Atlético de Madrid ejerció la opción de compra sobre Mouriño para traspasarlo al Villarreal, pese a que anteriormente había descartado repescarlo. «Nos dolió mucho. Era un pilar importante», comentó Sergio Fernández.

Hay que fijarse en los tiempo para medir su impacto. El equipo estaba a dos semanas de iniciar la competición. Coudet llevaba un mes trabajando en preparar ese ‘nuevo Alavés’ definido por la «intensidad» y el «protagonismo». En los siguientes amistosos optó por Parada como pareja de Garcés. Cuando comenzó la Liga Tenaglia actuó junto al ‘2’. Unas alternativas que dieron la talla, aunque estaban alejados de su posición natural. «Tiene que venir alguien, pero tenemos jugadores que pueden cumplir con la función», explicó Coudet.

Ninguno de esos casos anteriores alcanza la magnitud de la baja de Garcés. El central argentino se había convertido en el líder de la zaga. El hombre de confianza de Coudet que había disputado todos los minutos hasta la fecha. Tan relevante es su figura que se definió como «capitán sin brazalete». Ahora Coudet volverá a tener que reconstruir la zaga con sólo un central puro, Pacheco.