Jon Rahm luce en las tres últimas Ryder Cups un balance asombroso por parejas: 8 partidos jugados, 6 victorias y dos empates. Pocas de ellas tienen el crédito que tuvo la lograda el viernes en la sesion vespertina, los fourballs, por muchos motivos. Porque apuntaló que Europa se acostase mandando, porque lo hizo con un juego A, seis bajo par en 16 hoyos, y porque aconteció frente al número 1 mundial, Scottie Scheffler, condenado en la primera jornada a un papel de villano que no se corresponde con su categoría. Perdió los dos partidos e igualó un récord negativo de Tiger Woods. Desde 2002 en The Belfry ningún número 1 había perdido los dos primeros partidos.
Llegó Donald Trump y Estados Unidos, que no había funcionado por la mañana, carburó algo. Empezaron los fourball, donde cada golfista juega su bola, donde por ránking mundial los estadounidenses tienen más pedigrí que los europeos, y JJ Spaun, el ganador del US Open, embocó el primer birdie del día. Era el mismo comienzo para Rahm que por la mañana, esta vez al lado de Sepp Straka, que ha andado con la cabeza en otro sitio por el nacimiento prematuro de su hijo y que ha llegado con un juego por debajo del que suele lucir.
Al austriaco se le debe agradecer el chip del hoyo 2 desde el antegreen, que permitió enjugar la ventaja que habían tomado los estadounidenses, el putt de 10 metros en el 14 para apuntalar la victoria en un momento tenso que podía haber recortado la distancia a 2 hoyos, y el sello en el 16 con otro buen putt. En el resto fue un monólogo del de Barrika. Y la fortuna fue a hacer coincidir esas tres pinceladas con los momentos en los que Rahm no estuvo súper.
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«Jon ha estado fabuloso y yo reconozco que no he estado a la altura muchos hoyos», reconoció Straka mientras Rahm negaba con la cabeza. «El crédito no hay que dármelo sólo a mí. He tenido grandes parejas», intercedió el español.
Rahm lo bordó con todos los palos. Fue un mazo en los golpes de salida. Drivers que pisaban los de Scheffler, hierros que fabricaban continuas oportunidades de birdie y un putt determinante. Las estadísticas dictaron que Straka fue el segundo peor jugador de la tarde, sólo empeorado por Griffin, y aún así no necesitaron alargar el partido más allá del hoyo 16.
Incluso en el único momento en el que Scheffler asomó la cabeza, un gran putt de 8 metros en el hoyo 15 que podía haber puesto algo de pimienta al partido, Rahm le chafó su protagonismo. Al minuto respondió desde la misma distancia y borró de cuajo todas las sonrisas que aparecían en el equipo estadounidense.
La ‘llave inglesa’
Antes de que Rahm alzase los brazos, Cameron Young y Justin Thomas habían aplastado (6 y 5) a Ludvig Aberg y Rasmus Hojgaard, el rookie europeo. Todos los honores recayeron en Young, que en su primera actuación estuvo fantástico. En su época amateur ganó varios torneos en este campo y lo entendió como ninguno del resto de su compañeros.
Entre los 80 jugadores que han jugado al menos cinco partidos a foursome (golpes alternativos) en la historia, sólo hay dos que los cuentan por victorias: Jon Rahm y Tommy Fleetwood. El inglés de la perilla de mosquetero, casado con una mujer 23 años mayor que él, cargó con el peso de la pareja durante todo el partido en el que junto a su compatriota Justin Rose se enfrentó a DeChambeau y Griffin. Exhibió unos hierros portentosos y se consolida como otro jugador de Ryder de leyenda. Su porcentaje de 77,3 por ciento de victorias en los partidos por parejas -con un mínimo de 10 encuentros- ya es el más alto de la historia igualado con Tom Watson y por encima de Arnold Palmer. Fue brillantísimo de tee a green.
Fleetwood celebra un birdie en Bethpage
Los sobresaltos los provocaron los putts de Rose. Le pasó lo que a Straka metió los tensos. Uno respondiendo a uno de Griffin que embocó de 20 metros en el 7; metiendo los dos clave en la parte final del recorrido en el 16 para asegurarse al menos medio punto, en el 18 para apuntalar la victoria por 2 arriba. Sintomático, también, que los dos líderes del equipo estadounidense, Scheffler y DeChambeau, salieran del viernes con el peor balance de su equipo: dos derrotas. Papelón para Bradley.
El partido final midió a los irlandeses McIlroy y Lowry con Burns y Cantlay. Fue un partido a dentelladas entre el norirlandes, al que se le ve sobrado en cada acción, y Cantlay, tan buen golfista como desesperadamente lento. Se llegó al hoyo 18 y a Rory se le ofreció un putt de cuatro metros para ganar. Se le fue por la izquierda y se resumió la jornada en un 5,5 a 2,5 que Europa hubiese firmado al principio.