Elsa Punset (Londres, 60 años) reside en Madrid, pero pasa sus vacaciones en un pueblo de A Coruña (prefiere no dar el nombre), donde reconvirtió … un bajo que ocupaba una antigua frutería frente a una plaza en una acogedora vivienda. Allí en el norte de Galicia, en permanente contacto con la naturaleza, disfruta de sus caminatas entre bosques junto a ‘Blai’, su perro sordo, y de los paseos en kayak por las rías altas. Un día de verano de 2024 un gorrioncillo llegó por azar a su vida. Encontró al indefenso pajarito caído del nido y decidió cuidarlo a lo largo de dos meses, hasta que pudo valerse por sí mismo. Fruto de esa experiencia, que llegó en un momento de bajón vital, nació su último libro que acaba de publicar, ‘Alas para volar’ (Destino), donde Punset, licenciada en Filosofía, máster en Humanidades por la Universidad de Oxford y autora de títulos de éxito como ‘Una mochila para el universo’, nos propone una guía serena y profundamente humana para volver a empezar, la historia de un gorrión medio desplumado y muerto de miedo que da alas a la reinvención personal cuando la vida se desordena.
– Perdone… pero tiene la misma sonrisa de su padre.
– Sí, ¿tú crees?
– Sí, sí… y dicen que una sonrisa es un semáforo en verde…
– Es la señal de bienvenida al otro, es como los humanos mostramos que estamos abiertos al otro. De hecho, físicamente abrimos la boca. También es una señal de vulnerabilidad. Por eso hay personas que quieren dar una imagen de dureza y nunca sonríen.
– Si su padre viera este panorama de crispación no sonreiría…
– Mi padre era un optimista radical. Y yo he heredado ese optimismo. Él pensaría que a pesar de los baches tenemos la capacidad de salir adelante. Si preguntas a los lectores en qué siglo les gustaría vivir, seguramente te dirán que en el actual.
– Su libro ‘Alas para volar’ es el resultado de un bache vital…
– Es el resultado de un momento de introspección que suele venir cuando resbalas y tienes que volver a levantarte y tienes que empezar de nuevo y recalibrar, ¿dónde estoy? ¿en qué me he equivocado?
– Su optimismo se quebró por culpa «de una relación desequilibrada y dolorosa». ¿Hay que tocar fondo para salir a flote?
– El problema es que nos acomodamos a las cosas, a las relaciones, a los trabajos, a nuestras vidas… encontramos razones para seguir y preferimos estar en un lugar incómodo mientras no suframos mucho. Sería fantástico aprender a través de la alegría, pero aprendemos a través del sufrimiento. Si has podido reinventarte después de un episodio difícil es que has aprendido algo y ese aprendizaje es lo que realmente nos ayuda a crecer.
– Usted se reinventó gracias a ese pajarillo que le ‘dio alas’…
– Justo empezaba mis vacaciones y pensaba en tener un verano de libertad para recuperarme, para estar bien, pero el gorrión lo cambió todo. Decidí meterlo en casa porque vi que era imposible que pudiese sobrevivir en una plaza donde no había nada más que coches, gatos y personas. No sabía que me iba a exigir tanta atención. No es que lo viera y dijera ‘Me voy a poner a escribir un libro’. No, el libro nació de la experiencia de tantas horas cuidándole, viendo cómo reaccionaba, aprendiendo a relacionarme con él, entendiendo que teníamos necesidades básicas iguales: comida, cobijo y cariño. Estuvo dos meses conmigo hasta que salió adelante y volvió a empezar…
– Siempre se puede volver a empezar…
– Sí… Aunque tengas una vida donde no pase nada especial, te vas a tener que enfrentar a un montón de pérdidas y de dificultades que te van desgastando. Y hay que hacer el esfuerzo de regenerarse, realimentarse, volver a empezar, entender cosas nuevas, crecer… Y ese instinto lo tenemos dentro. Pero es verdad que vivimos en un momento muy materialista, de consumo muy rápido, y eso mata el espíritu humano.
– Las alas para volar del título, ¿son una metáfora de la libertad?
– Es la libertad interior que te permite tomar decisiones al margen de todos los condicionantes de la vida. Muy a menudo no somos libres en ese sentido. No nos libramos de nuestros prejuicios, de nuestra educación, de nuestra cultura, arrastramos eso con nosotros… Y esa es la primera libertad a la que hay que enfrentarse.
– ¿Si tuviera alas, a dónde volaría?
– Me quedaría en Galicia, que es un lugar donde la naturaleza todavía es especial.
– Y si fuera un pájaro, ¿cuál sería?
– Uno pequeño y que cantase muy bien, como un mirlo, que no es particularmente bonito pero canta maravillosamente.
– Dice que la felicidad depende de tomar decisiones difíciles. ¿Cuál ha sido la suya más difícil?
– Tomar decisiones contra la opinión de las personas que tenía a mi alrededor, ser fiel a mí.
– ¿Qué es lo que más le llena?
– Pensar que lo que digo y lo que hago puede mejorar la vida de otros seres.
– Muchos psiquiatras sostienen que uno se siente bien y feliz cuando ayuda a los demás…
– Es que el cuidado es la base de la civilización. Cuando en las excavaciones arqueológicas se encuentra un fémur roto que ha sanado, eso significa que alguien se ha parado y ha ayudado a esa persona que ya no podía comer ni defenderse. Eso es la civilización, una llamada humana, ayudarnos los unos a los otros.
«Hay que escuchar al cuerpo porque sabe antes que la mente y nos avisa con fatiga, insomnio y ansiedad»
– Dedica el libro a su madre Suzel, que es francesa y ha decidido dejar de maquillarse…
– Mi madre es un ejemplo de envejecer bien. Tiene 85 años. Y tiene una cosa maravillosa y es que ha descubierto mayor la libertad. Porque ella ha sido una persona muy volcada en trabajar, en ayudar y de repente ha empezado a disfrutar de la vida. Ella siempre me dice, ‘Ay, Elsa, te va a encantar hacerte mayor porque nunca habrás sido tan libre’. Es un mensaje precioso.
– Otra de las dedicatorias es ‘A la esperanza para que nunca me abandone’, ¿y eso?
– Un don que tengo es el optimismo y el optimismo es la capacidad de mirar al futuro con esperanza. La ciencia dice que los optimistas tienen mejores vidas, mejor salud, disfrutan más de sus trabajos y tienen más amigos. ¡Merece mucho la pena ser optimista! Pero, ¿por qué les va mejor? Porque se ponen manos a la obra y no se cruzan de brazos. En cambio, el pesimista dice ‘¿Qué le voy a hacer?’. El día que yo diga eso, ya no seré yo. Por eso pido que no me abandone la esperanza, que nunca tire la toalla y que no me abandone el optimismo.
Los ‘gremlins’ al pie de la cama
– En el libro habla de las ‘red flags’, las señales de alarma que nos encontramos en la vida… ¿Cómo saber si vamos por el buen camino?
– Tenemos dos recursos muy claros. Uno es el cuerpo y el otro es la alegría. Tu cuerpo te habla constantemente. Yo tardé mucho en entender que el cuerpo te habla. Cuando sientes algo en el estómago, cuando estás encogido, cuando no duermes, el cuerpo te está diciendo que algo no está bien. Somos muy mentales y la mente te enreda mucho más que el cuerpo, y el cuerpo sabe antes que la mente porque nos avisa con fatiga, insomnio y ansiedad. Hay que aprender a escucharlo sin esperar a que sea urgente.
– ¿Y la alegría…?
– Pregúntate si esto te da alegría o no. La alegría lo que te está diciendo es ‘¿Tú estás bien aquí, tú te sientes bien aquí?’. Y reconoce las alegrías diminutas… un vaso de agua fresca, un momento de paz, una charla como esta… reconocer las cosas buenas que nos pasan en la vida y disfrutarlas. Esto nos cuesta mucho a los humanos porque nos enfrentamos a esta vida difícil con un cerebro que tiende a generar muchas más emociones negativas que positivas, tiende a usar más palabras negativas que positivas y tendemos a recordar hasta cinco veces más un insulto que una palabra amable. Nada más despertarnos por la mañana ya tenemos dos ‘gremlins’ al pie de la cama, la pereza y el miedo, que tiran de ti hacia abajo. Es una lucha diaria. Y a lo largo de una vida puedes acabar muy desgastado, sin fuerzas y resignado. Es un verdadero trabajo que va contra tu propia fisiología, porque tu propia fisiología va apagando la felicidad.
– ¿Cuál es su pequeña alegría?
– La naturaleza. Un paseo por el campo o cuidar una maceta me repone. Alejarme de cosas mentales y entrar en el mundo de la sensación y el sentimiento.
«Las parejas que funcionan bien generan cinco veces más emociones positivas que negativas»
– ¿Se ha equivocado mucho en su vida?
– Me he equivocado en todos los aspectos en los que se puede equivocar un humano, incluido el amor, que no es lo más importante.
– Pero dice que amar es un regalo…
– Sí, pero amar de una forma amplia. Tendemos a encerrar el amor en el enamoramiento, que nada tiene que ver con el amor.
– ¿Cuál es el secreto de las parejas felices?
– Hay un psicólogo, John Gottman, con el que estoy de acuerdo, que dice que las parejas que funcionan bien generan cinco veces más emociones positivas que negativas. Cinco a uno. No se trata de no tener conflictos, sino de contrarrestar ese desgaste inevitable con dosis de ternura, de atención, de gestos de humor y de paciencia. Yo añadiría que tienes que poder pensar en tu pareja y decir ‘¿Esta persona me constriñe o me deja volar?’.
– ¿’Alas para volar’ no es producto del desamor, no?
– No para nada. No le doy tanta importancia a las relaciones amorosas. Este es un libro donde vuelco una mirada a una vida, e intento ver qué nos ayuda a vivir mejor. Porque lo que yo veo es que los humanos nos enfrentamos a crisis, a enfermedades, a desamores, a pérdidas… esto es la vida. Yo he echado la mirada atrás y he dicho, ‘Vale, si un pajarillo como este puede salir adelante, puede sobrevivir y tiene estas ganas, ¿qué tengo yo dentro de mí que me ayuda a salir adelante cuando me siento baja, cuando siento que tengo que volver a empezar o me he equivocado en algo?’.
– Y una optimista como usted, cuando ve las imágenes de Gaza…
– Se me encoge el corazón. Por eso trabajo en lo que trabajo, traer algo de luz y esperanza. Pero este tipo de imágenes se han repetido desde que la humanidad existe. Piensa en las Guerras Mundiales, en la Guerra Civil… la diferencia es que ahora lo vemos en directo.
– En el libro cuenta el caso de una psicóloga que decidió vivir un año sin decir mentiras. ¿Se imagina si todos dijéramos siempre la verdad?
– Se acabarían muchas relaciones, muchos trabajos y muchas situaciones se vendrían abajo. Esta psicóloga, que se llama Martha Beck, no mentía tanto con mentiras de hechos, sino de sentimientos. ‘¿Cómo te sientes? Bien, bien. ¿Me quieres? Sí, sí’. Ese tipo de mentiras de buena voluntad, por no molestar al otro. A menudo apagamos el sentimiento real y vivimos de acuerdo a lo que los demás esperan de nosotros.
– También habla de buscar la paz, «algo que empieza por tratar bien a los demás y a nosotros mismos». ¿Es que nos maltratamos?
– Sí, nos maltratamos constantemente. Nos hablamos mal y esa voz interior nos desgasta. No necesitamos a los demás para machacarnos, ya nos tenemos a nosotros mismos. Para estar en paz, empieza por hablarte con cariño.
– ¿Qué mensaje le dejó el gorrioncillo?
– Que no se puede vivir con las alas rotas.
– ¿Y qué puede aprender el lector de sus ‘Alas para volar’?
– Que despierte a lo que ya tiene porque tiene dentro todo lo que necesita. Que no depende de nadie para salir de cualquier atasco vital. Que tenemos mucha fuerza interior. Si el libro ayuda a los lectores a recordar que tienen eso dentro, si logro acompañarles en ese volver a empezar… ¡buah, habré cumplido con creces!