Si cinco años antes alguien hubiese afirmado que un español iba a ganar una carrera en la categoría reina, seguramente lo hubiesen mirado de forma extraña. Y, si en ese momento, a alguien se le hubiera ocurrido sentenciar que un piloto de esa nacionalidad iba a festejar un Mundial de Fórmula Uno, le hubiesen remitido a un buen psiquiatra. Sin embargo, Fernando Alonso hizo saltar la banca. Destronó a Michael Schumacher, el corredor invencible de aquella época, y tocó el cielo con un título del que hoy se cumplen exactamente 20 años.
Fue en Sao Paulo. Concretamente en el circuito de Interlagos, idéntico escenario en el que al año siguiente revalidaría el trofeo. En la antepenúltima de las 19 carreras programadas la temporada posterior al séptimo título del ‘Kaiser’ y dos antes de que debutase otro séptuple campeón del mundo: Lewis Hamilton, aún en activo.
Alonso, que aún brilla batiendo numerosos récords en la división de honor del automovilismo, ya había mejorado muchas plusmarcas de precocidad antes de convertirse en el Autódromo Jose Carlos Pace en el más joven campeón de la historia de la Fórmula Uno. Lo hizo con 24 años y 58 días, mejorando, en su casa, a Emerson Fittipaldi, que en 1972 había capturado, a los 25, la primera de sus dos coronas para Brasil.
Alonso había debutado en la élite con 19, en 2001 y a bordo de un Minardi, el peor coche de la parrilla, con el que logró acabar décimo, en Hockenheim, el día que cumplió 20. Tras resignarse a pasar un curso como probador, ya en Renault, en cuanto Flavio Briatore lo subió a un monoplaza competitivo solo tardó dos carreras en convertirse en el más joven en firmar la ‘pole’ y en subir a un podio.
El sueño tomaba visos de convertirse en realidad. Y, tras ganar los Grandes Premios de Malasia, Bahréin, San Marino y Europa en 2005, el genio ovetense añadió victorias en Francia y en Alemania para llegar a Interlagos con 12 podios, liderando con 111 puntos, 25 más que su rival por el título, Kimi Raikkonen. Para firmar la gesta a falta de dos citas para el cierre, a Alonso no le hacía falta ganar. Le valió con acabar dentro de los cinco primeros tras el segundo puesto del finlandés para conquistar una gloria impensable tiempo atrás.