Bajo la ornamentación popular de la plaza de toros de Algemesí se vivió la emoción del toreo, esa cultura del pueblo que aquí no tiene ningún peligro de contaminarse y que continúa siendo el eje maestro de sus fiestas durante nueve días de toros consecutivos. Este sábado se vivió el enésimo lleno de la semana taurina con las lógicas apreturas en los cadafals y algún vocero pesado en la nuca.

Sin embargo, es un manantial de clara abundancia de afición taurina de la que también toreros, como por ejemplo, Juan Alberto Torrijos. 

Los vecinos de este pueblo rodeado de huerta hermosísima tienen a la pasión como primera forma de vivir y el público de los cadafales se enciende rápidamente cuando la fusión entre toro y torero ocurre. Que no siempre es así, como pudimos comprobar este sábado. Aún así, Algemesí es la luz de un paraíso único que se siente cada día nada más pisar la semana taurina.

Dos estocadas, dos

El que se llevó el festejo de este sábado fue el novillero Iker Fernández ‘El Mene’, recuperado de esos dolores en la muñeca izquierda, tal y como demostró en la plaza de toros de Algemesí. Pero no destacó toreando, si no con dos estocadas al volapié que recetó a sus dos novillos. 

El novillero resucitó la suerte clásica y pura que inventó Joaquín Rodríguez, “Costillares”, creador del volapié. El joven aragonés criado en Salamanca marcó la diferencia con su compañero de cartel por saber hacerte la suprema de la forma más clásica en sus dos turnos: echó la muleta abajo del hocico y se volcó con rectitud sobre el morillo para hundir el estoque en buen sitio, con la punta de los pies sobre la arena. Hacer la cruz, que dirían los viejos maestros. 

Esa forma de entrar a matar le valió una oreja de cada uno de sus oponentes y salió por la puerta grande de Algemesí frente a una novillada de José Cruz muy bien presentada, con kilos, y magnifica de hechuras con un ‘Arrojado’ -el cuarto- que mereció mejor trato. Eso sí, El Mene no acabó de acoplarse en su segundo, que brindó a un niño que a buen seguro continuará con su afición a los toros- y lidió un primero suyo sin raza ni entrega ni nada. 

Juan Albero Torrijos torea por abajo este sábado en Algemesí

Juan Albero Torrijos torea por abajo este sábado en Algemesí / Prensa 2

Juan Alberto Torrijos volvió a hacer el paseíllo rodeado de paisanos y amigos en su segundo compromiso en la plaza de toros de Algemesí este año. No tuvo una tarde fácil tras ser pisoteado a la altura de la barriga por su primero en la puerta de chiqueros. 

Acusó, atacado, este percance toda la tarde, pero en este animal se mostró solvente y remontó la obra con temple. La espada es una asignatura pendiente que debe trabajar si quiere comer del toro. Pasó a la enfermería tras acusar dolor en las costillas y se le administró un calmante. 

‘Arrojado’, nombre ilustre

El novillo de la tarde fue el cuarto. “Arrojado” de nombre, fino de hechuras, precioso en definitiva. Salió con brío -fue aplaudido de salida como el primero del festejo por gran prensentación- y captó la atención rápidamente de todos. 

Torrijos, que toreó con soltura y prestancia a la verónica, pareció dejar escapar la oportunidad de su triunfo cuando permitió que el novillo se desgastara en demasía en dos largos puyazos, cuando el astado empujó con fijeza en el peto y acabó encelado.

Este “Arrojado” también mostró el ímpetu de su casta en banderillas, donde brilló Vicente Soler en dos buenos pares -tremendos por su ajuste- por los que se desmonteró y Sergio Pérez en la lidia, hecha con sentido y medida. 

A partir de ahí, Torrijos brindó al público y no solventó la papeleta, que era gorda, tras la paliza y delante de su pueblo. El animal lo quiso todo por abajo, requería firmeza y la distancia justa. Cuando embestía, iba con todo, pero había que estar, eso sí, bien colocado. Hubo una tanda que el de Algemesí sí logró hacerse con él y el animal mostró su gran condición. Al final, el novillo acabó parado y aculado en tablas, como aburrido, acusando el tercio de varas. 

La tarde de ambos novilleros merece una reflexión interna sobre la profesión de ser toreros, esa selección natural que solo da la gloria a algunos de los elegidos. Por mucho que El Mene saliera por la puerta grande… Veremos. 

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