«No es Polvorines el lugar más oportuno para una ‘Ciudad del Cine’, que suponemos semejante al proyecto de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en el ‘Fuerte de San Francisco’ de Guadalajara, allí rechazado por su Ayuntamiento y donde habría dispuesto de más de 20.000 metros cuadrados», asegura el autor
Antonio Zárate
Todos los lectores conocen la importancia de Aureliano de Beruete (1845-1912) como pintor e intelectual, uno de los creadores de la Institución Libre de Enseñanza junto con Francisco Giner de los Ríos. También sabemos que es uno de los pintores que más y mejor representa nuestra ciudad por los valores simbólicos de sus paisajes y la calidad de su trabajo, hasta el punto de que su obra, junto con la del Greco, Sorolla y Diego Rivera, es una de las que captan más intensamente las esencias de Toledo. Todos sus cuadros ponen de relieve la singularidad de nuestros paisajes, lo que contribuyó a que Toledo mereciera sus consabidas declaraciones como ‘Conjunto Histórico Artístico’ y ‘Patrimonio de la Humanidad’. Uno de los paisajes pintados por Beruete es el de Polvorines, donde se ha previsto la ‘Ciudad del Cine’, un proyecto del que desconocemos todo, salvo que facilitará el rodaje de grandes escenas de acción y que su tecnología apostará por reducir la huella del carbono, recuperando para ello los edificios en ruina allí existentes, concebidos para Instituto del Fuego.
Sin embargo, esas previsiones entran en conflicto con los valores medioambientales y patrimoniales de un paisaje bien conservado y reconocible en el cuadro de Beruete de 1895 ‘La Vega Baja desde las inmediaciones de la puerta del Cambrón’, en el Museo de Santa Cruz. En un primer plano, el artista representa las huertas de entonces junto al río, y en un segundo plano, el rio y el entorno del Cigarral del Ángel, donde acaban de empezar las obras para la ‘Ciudad del Cine’. Ese fue un paisaje reproducido también en cartas postales del primer tercio del XX, cuando Toledo avanzaba como destino de turismo cultural de la mano de la Comisaria Regia de Turismo y de Benigno de la Vega-Inclán, su director. También en 1895, Beruete pintó desde la actual zona de Polvorines el frente de la ciudad con San Juan de los Reyes, guardado y no expuesto como el anterior cuadro en el Museo de Santa Cruz. Sin lugar a duda, este lienzo lo realizó desde lo que es uno de los mejores miradores de la ciudad desde la distancia. Así, el pintor añadía valor cultural al entorno de Polvorines, igual que otros maestros en otros lugares, por ejemplo, Bernardo Bellotto (1721-1780) con las vistas de Dresde desde el Elba, pintadas para el príncipe elector de Sajonia, Federico Augusto II, o Cézanne con la montaña de Santa Victoria en la Provenza.
Beruete, El Greco, Bellotto, Cézanne son ejemplos de cómo los pintores refuerzan los valores patrimoniales de los lugares y de como Polvorines, de dentro a afuera y de afuera a dentro, en ambas direcciones, adquiere connotaciones culturales que deberían ser consideradas para no dañarlo con una ‘Ciudad del Cine’. Sus obras acaban de comenzar sin proyecto detallado que conozcamos, lo que sería condición previa para información pública, como cualquier intervención urbanística y más en una zona paisajística muy sensible y a pocos metros del río, lo que obliga a autorización de la Confederación Hidrográfica del Tajo, en terrenos de «protección de cauces y viales» por el PGOU de 1986. No menos sorprendente es el inicio de obras sin informe conocido de ‘Evaluación ambiental’, en pleno corredor de biodiversidad del Tajo, y sin informe de Patrimonio, prescriptivo según la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha de 2013 al formar parte Polvorines del ‘BIC Fábrica de Armas’.
Cuadro de Aureliano de Beruete y estado actual de la zona de Polvorines
A. zárate
Tampoco se respetan los principios de «originalidad», «autenticidad» e «integridad» de la Unesco para todos los bienes incluidos en la lista del Patrimonio Mundial, y suponemos que tampoco habrá habido traslado y consulta previa de este proyecto de ‘Ciudad del Cine’ a Icomos, más necesaria cuando se está en ámbito de protección de paisaje y en ‘Buffer Zone’. Polvorines queda además dentro de las protecciones para la Vega Baja de las ‘Instrucciones de la Dirección General de Bellas Artes’ de 1968 y de los ‘Conos visuales’ de la Ciudad Histórica, de obligado respeto según el PECHT de 1997. Con esos condicionantes, ya señalado en un anterior artículo, no es Polvorines el lugar más oportuno para una ‘Ciudad del Cine’, que suponemos semejante al proyecto de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en el ‘Fuerte de San Francisco’ de Guadalajara, allí rechazado por su Ayuntamiento y donde habría dispuesto de más de 20.000 metros cuadrados.
Según los modelos existentes, las ‘Ciudades del Cine’ son instalaciones complejas que requieren alejamiento de las zonas residenciales y suelo suficiente para escenarios, estudios de filmación, laboratorios de postproducción, usos educativos, logísticos y de apoyo, lo que resulta difícil en Polvorines con los anunciados 7.000 metros cuadrados, salvo que se rebasen en la práctica y se ocupe más suelo público de lo dicho, bien de forma permanente o temporal por exigencias de rodaje, si el proyecto llegara a término. También se inician las obras sin explicar la manera de resolver servidumbres de acceso para camiones de gran tonelaje por una entrada única desde la CM-401, de intenso tráfico y poca anchura, a escasa distancia de una gasolinera. Igualmente, se ignora cómo evitar ruidos, molestias y contaminaciones de todo tipo, puesto que habrá escenarios y rodajes exteriores a escasos metros de distancia de la urbanización de la Olivilla, incompatibles por lo tanto con un espacio residencial.
Sin proyecto conocido técnicamente evaluable, sorprende la acelerada concesión de licencia municipal para rehabilitación del parque de Polvorines y recuperación de edificios anejos, y más aún, el precipitado inicio de obras, tras largos años de dejación y abandono de mantenimiento y limpieza de ese mismo espacio por el Ayuntamiento. Todo da impresión de no haber más interés que justificar el gasto apresurado de fondos europeos ‘Next Generation’, previstos para la recuperación económica sostenible y resiliente de los Estados de la UE tras la COVID y cuya disponibilidad terminará a finales de 2026. No obstante, aún con las obras iniciadas, convendría repensar la viabilidad del proyecto en la ubicación elegida, también porque los 7.000 metros cuadrados de los que se habla no se aproximan ni con mucho a lo que es habitual en cualquier ‘Ciudad del Cine’, por ejemplo, 320.000 metros cuadrados en la ‘Ciudad de la Luz’ de Alicante.
Ante esta precipitación, en contraste con la tramitación en Guadalajara y el rechazo del mismo proyecto por aquel Ayuntamiento, ¿no acabaremos con otro cadáver arquitectónico más de Toledo?, sumándolo a los numerosos edificios deshabilitados y sin uso de nuestra ciudad, entre ellos, los Hospitales Virgen de la Salud, del Valle y Provincial, o a ese monumento al despilfarro económico y al despropósito del paisaje urbano que es el ‘Quixote Crea’. La diferencia ahora es que los fondos europeos comportan control de la Unión Europea, requieren una minuciosa justificación y fines no contrapuestos a las políticas de la UE. ¿Cumplirá la ‘Ciudad del Cine’ con esos requisitos en Polvorines, en pleno corredor fluvial y de biodiversidad del Tajo? ¿No se entra en colisión con las recomendaciones del Pacto Verde, con el ‘Reglamento de Restauración de la Naturaleza’ de la UE y su ‘Estrategia de Infraestructuras Verdes y Conectividad Ecológica’?, a pesar de que se nos promete una tecnología que reducirá la huella de carbono en los rodajes, en lo que hoy es un espacio natural y sumidero de CO2, donde no hay emisión alguna de gases contaminantes. Por cierto, tampoco sabemos si se ha considerado que esas emisiones se dirigirán por los vientos dominantes de componente oeste sobre el Casco Histórico con posibles impactos sobre la calidad del aire y los monumentos, lo que las autoridades de principios de los 1960 quisieron evitar con la ubicación de un polígono industrial a 4 kilómetros al este de la ciudad.
Tampoco parece tener encaje el proyecto con la ‘Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y la Restauración Ecológicas’ (Orden PCM/735/2021 del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico). ¿Realmente se espera mejorar el espacio natural de Polvorines con la instalación en su interior de una ‘Ciudad del Cine’? ¿Se sentirán reconfortados los ciudadanos que hoy utilizan el parque de Polvorines con la privatización de al menos 7.000 metros cuadrados de su superficie? Y todo esto cuando se está en la elaboración un nuevo POM y cuando haría falta reflexión sobre el modelo urbano, debate de ideas, participación y comunicación con expertos y con todos los actores de la ciudad.
Llegados a este punto, no sería ocasión, una vez más, de apelar a la «inteligencia del territorio» de la que hablaba José María Ballester, exdirector de Cultura del Consejo de Europa, para buscar otra ubicación para la ‘Ciudad del Cine’, acorde con la complejidad de las instalaciones que requiere y cumplimiento de los citados principios de «autenticidad», «originalidad» e «integridad» de la Unesco. Beruete nos devuelve la mirada sobre el paisaje de Polvorines, un paisaje que no debería de ser alterado por respeto a la naturaleza, el patrimonio e imperativos legales. Incluso si ya está comprometido el gasto de la recuperación de los edificios en ruina e iniciada su rehabilitación y la del parque, ¿no sería más razonable adecuar esas construcciones para usos relacionados con la zona: el patrimonio histórico del río, aulas de la naturaleza, etc.?, sin invadir un solo metro más la superficie del parque y siempre que el diseño arquitectónico se mimetizara con el medio. Esperamos que el Ayuntamiento y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha sean sensibles a lo señalado y encuentren mientras tanto otro asiento para una auténtica ‘Ciudad del Cine’, con el suelo real que requieren sus instalaciones y sin molestias al entorno, lo que no sería complicado si se parte de los 7.000 metros cuadrados ya asignados y de que la diferencia entre conservar o no conservar un ‘paisaje cultural’ serían esos metros. Indudablemente lo agradeceríamos todos los comprometidos con la defensa del patrimonio y el libre uso y disfrute del parque natural que hoy es Polvorines. La propuesta queda hecha y el debate abierto para los ciudadanos. Los lectores, la administración y las instituciones culturales tienen la palabra.
(*) Antonio Zárate es miembro de la Real Sociedad Geográfica
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