En la banda, detrás de unas gafas de sol, siempre atento, sin alzar la voz, sin un reproche al ambiente, estuvo Luke Donald, el inglés del 77 que ha liderado de nuevo una empresa exitosa en la Ryder Cup. Es el cuarto capitán que consigue enlazar dos ediciones victoriosas en 98 de historia de la copa. El segundo europeo tras Tony Jacklin (1985 y 1987), el primero del Viejo Continente que ganó a domicilio.

Cuesta pensar que Donald llegase al cargo no por sus méritos, sino por la renuncia de Hendrik Stenson que cesó una vez nombrado cuando decidió firmar por el LIV Golf. Con él se marcharon varias de las alternativas más serias: Lee Westwood, Ian Poulter, Paul Casey. Sólo quedaba el rubio inglés, al que hasta estas dos empresas victoriosas consecutivas se le adjudicaba un papel discreto no un alma de líder.

Pero en ambas conquistas, Luke se ha erigido como un referente. Hace dos años introdujo el Bigdata en el juego. Solicitó el servicio de Edoardo Molinari, el golfista italiano con estudios de ingeniería que maneja un programa estadístico que ha resultado decisivo en ambas ocasiones. En la preparación del campo del Marco Simone en 2023; ahora en la elección de alguna pareja. Además, se rodeó de vicecapitanes con experiencia, dos ex ganadores como máximos responsables como Thomas Bjorn y José María Olazábal.

Donald ha tenido que hacer gala de una fuerte personalidad y gran sentido de la diplomacia. En Roma, Estados Unidos alineó a Brooks Koepka, que ya estaba en el LIV, mientras que Donald, con un sentido exquisito de la responsabilidad, no se quejó de no poder contar con tesos jugadores que habían cambiado de Liga. No discutió las decisiones del European Tour y aceptó jugar con las piezas que tenía. Se vio obligado a reclutar a tres rookies -el cuarto, MacIntyre, había entrado por méritos propios. Dos de ellos, Nikolai Hojgaard y Ludvig Aberg, eran en ese momento los números 80 y 82 del mundo.

Shane Lowry levanta en brazos a Luke Donald tras ganar

Shane Lowry levanta en brazos a Luke Donald tras ganar

También ahora tuvo que cobrar altura y afrontar una situación complicada: no seleccionar a Sergio García, el golfista que mostró un enorme interés en ser parte del equipo pagando un millón de euros en multas por su pertenencia al LIV. Además de ser el mejor jugador de la historia del enfrentamiento, es su amigo desde hace dos décadas. Y sacrificó esa elección, que todo el mundo hubiese avalado, en favor de Matt Fitzpatrick, un golfista que tenía un balance de 1-7 en la Ryder. En Bethpage ha sumado 2,5 puntos en 4 partidos.

En toda la semana, no ha hecho una mención al ambiente desagradable. Exigió a sus jugadores que no hubiera grandes aspavientos en las celebraciones, cuidó todos los detalles, incluidos los aparatos de realidad virtual que simulaban el ambiente que se podrían encontrar. Halló el compromiso de todos los jugadores que acudieron al BMW Championship para empezar la piña. En eso, Europa se distingue de Estados Unidos. En el fin de semana libre previo a la competición -muchos viven en Estados Unidos- muchos optaron por seguir juntos, Hatton, McIlroy, Rahm, Lowry… En eso Donald es pegamento. Rompió la tradición de regalar un Rolex a cada miembro del equipo. Lo amplió también a sus mujeres.

Cuentan que Donald siempre tiene la mente ocupada, que no improvisa y que le gusta hacer una lista e ir tachando las tareas que cumple. Seguramente esa actitud le da mucho valor al rol de capitán. Si se añade, la creatividad que se puede atribuir a un licenciado en arte por la Universidad de Chicago se entiende mejor el éxito de Luke. Al que deberían ofrecer de inmediato el puesto para Adare Manor en 2007.