¿Qué presagia el discurso de Trump en la Asamblea General de la ONU?

Si siempre es difícil hacer predicciones, todavía lo es más con un personaje como Trump, siempre proclive a iniciativas súbitas e imprevistos cambios de dirección, especialmente en política exterior, según sus conveniencias u oportunidades coyunturales.

«Una línea constante en Trump como Presidente de EE. UU. es el lema «America First» y consiguientemente la preferencia por acciones unilaterales y el menosprecio por las instituciones multilaterales»

Sin embargo, una línea constante en él como Presidente de EE. UU. es el lema «America First» y consiguientemente la preferencia por acciones unilaterales y el menosprecio por las instituciones multilaterales como la ONU y los tratados o acuerdos internacionales que no sean meros tratos circunstanciales, sujetos siempre a sus cambios de humor o de interés.
Por tanto, Europa –que sí valora en su justa medida las normas e instituciones internacionales– debe prepararse para más sacudidas y altibajos provenientes de EE. UU. en los próximos años y, según parece, está comenzando a hacerlo (aunque todavía le falta mucho para lograrlo).

¿Cómo valora el papel de España en el liderazgo en relación al reconocimiento del Estado de Palestina?

Parece claro que, en todo lo referente a la reciente fase del largo conflicto israelo-palestino, el Gobierno español –e incluso con anterioridad el entonces Alto Representante de la UE, Josep Borrell– ha estado en primera fila en cuanto a la necesidad de que Europa reaccionase con una voz más firme y con medidas adecuadas a las acciones ofensivas de Israel en Gaza –y en distinto grado en Cisjordania y Jerusalén Oriental– que están teniendo un terrible coste humano y consecuencias de todo orden en la región de Oriente Medio. 

«El momento clave se produjo en mayo de 2024 cuando España reconoció formalmente el Estado de Palestina»

El momento clave se produjo en mayo de 2024 cuando España reconoció formalmente el Estado de Palestina, al mismo tiempo que Irlanda y Noruega, en un movimiento concertado entre esos gobiernos, como manera de mostrar el camino al resto de los países europeos, ya que no se veía posible una decisión conjunta en el seno de la UE. 
Posteriormente, y de manera también concertada, han dado ese mismo paso dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Francia y el Reino Unido, así como Canadá, Australia, Bélgica y algunos otros países europeos. Ello parece abrir la vía a que, más pronto o más tarde, la U. E. tome algunas medidas concretas para presionar a Israel a fin de que cambie de actitud, conforme ha propuesto –tardíamente– la Comisión Europea.
Todo ese movimiento es sumamente importante, como manera de mantener viva la perspectiva de una paz negociada basada en la idea de dos Estados (Israel y Palestina) que puedan vivir como vecinos en un marco de seguridad y cooperación para toda la región. Ahora bien, hay que reconocer que esa visión no podría llevarse a la práctica sin una involucración decidida en una dirección similar por parte de EE. UU. (cuyo Presidente, al menos, ha indicado que no permitirá una anexión de Cisjordania por parte de Israel, como pretenden los sectores más extremistas de ese gobierno).

¿Qué valoración hace del discurso de S. M. el Rey de España?
Se trata sin duda de un discurso importante, en que el Rey expresó de manera clara y rotunda la posición de España como país ante los grandes retos que enfrenta el mundo en el momento presente. Como todos los discursos reales, en particular los pronunciados en una tribuna universal como la de la ONU, su contenido es preparado cuidadosamente tanto por el Gobierno –que, conforme a la Constitución, refrenda todos los actos del Rey y además dirige la política exterior del Estado– y la propia Casa Real. Hay que subrayar que el Rey, cuando interviene en un foro como el de la ONU, habla en nombre de todos los españoles y no cabe duda de que en esta ocasión ha expresado acertadamente el sentir de una gran mayoría de la población de nuestro país.
Por otro parte, si bien es cierto que en este discurso el Rey no ha rehuido el pronunciarse acerca de temas candentes de la actualidad internacional –como son, en particular, la guerra de agresión de Rusia en Ucrania y la angustiosa situación humanitaria en la Franja de Gaza–, en sus líneas fundamentales el discurso enlaza perfectamente con la línea argumental de los anteriores discursos reales en el mismo foro: los de su predecesor Juan Carlos I en 1986, 1991 y 2005 y los del propio Felipe VI en 2014 y 2016: en especial, el compromiso decidido con los valores, principios y normas internacionales que inspiran a las Naciones Unidas y el multilateralismo como método indispensable para afrontar los grandes retos que tiene ante sí la comunidad internacional.

Netanyahu pudo participar in situ en la Asamblea y fue muy claro. ¿Qué podemos entender de su discurso?
Si nos atenemos a lo dicho por Netanyahu en su discurso ante una Asamblea casi vacía –hecho en sí notable por lo poco frecuente–, unido a las acciones de Israel en casi tres años de represión en Gaza, no tenemos más remedio que concluir que ese gobierno está decidido a llevar su ofensiva en Gaza hasta las últimas consecuencias, sin importarle el creciente aislamiento internacional, ni tampoco demasiado la suerte que puedan correr los rehenes israelíes en poder de Hamas. A ello parece apuntar las recientes declaraciones de Netanyahu en el sentido de que Israel tendría que prepararse para constituirse en una especie de «super-Esparta», con una economía de guerra con perfiles autárquicos. 

«No tenemos más remedio que concluir que el gobierno de Netanyahu está decidido a llevar su ofensiva en Gaza hasta las últimas consecuencias»

Es más, daría la impresión de que para ese gobierno, especialmente su ala más extremista, esta podría ser la ocasión para completar el dominio israelí de toda la Palestina histórica mediante una anexión plena de Cisjordania y también de proyectar su predominio militar sobre todo su entorno –como lo muestran los sucesivos bombardeos, que no cesan, sobre Líbano, Yemen, Irán, Siria e incluso Qatar–.
Esa deriva solamente podría alterarse si EE. UU. modificara su postura, implicándose más fuertemente en la búsqueda de una solución negociada para el conflicto en Gaza (sin olvidar a Cisjordania) o bien si la huida hacia delante de Netanyahu provocara una reacción interna en la opinión pública israelí que diera un vuelco a la composición de la Knesset en las próximas elecciones (algo que de momento no parece probable).

El Presidente de Ucrania ha dicho que estaría dispuesto a dimitir cuando termine la guerra. ¿Considera que este puede ser un elemento importante en la negociación entre EE. UU. y Rusia?
Pienso que lo más probable es que Zelensky haya repetido, quizá con algún detalle suplementario, lo que ha manifestado en diversas ocasiones: que él no tiene intención de perpetuarse en el poder, que ahora mismo no puede haber elecciones porque no lo permite la Constitución ucraniana en tiempo de guerra y que cuando termine la guerra sin duda habrá elecciones generales y que lo más probable es que le deje el sitio a otro, teniendo en cuenta el esfuerzo sobrehumano que lleva realizando en los últimos años resistiendo a la agresión rusa y haciendo frente a inmensos problemas internos.

«No parece que la eventual salida de Zelensky de la presidencia de Ucrania fuese a tener un efecto decisivo en el diálogo entre Trump y Putin»

Dicho esto –que es perfectamente comprensible–, no parece que la eventual salida de Zelensky de la presidencia de Ucrania fuese a tener un efecto decisivo en el diálogo entre Trump y Putin –al parecer, por ahora prácticamente suspendido– con vistas a poner fin a la guerra o, al menos, a alcanzar un alto el fuego «sur place» (es decir, fijando las posiciones de las respectivas fuerzas militares) que propiciara la apertura de negociaciones entre ambas partes sobre un posible acuerdo de paz más permanente, el cual iría eventualmente acompañado de mayores garantías de seguridad para Ucrania por parte de diversos países europeos, con un cierto respaldo todavía por definir – por EE. UU.  
Esas conversaciones ruso-norteamericanas –que se desarrollan en paralelo a otras entre EE. UU. y Ucrania, así como con otros países europeos, en particular Reino Unido, Francia y Alemania– tienen su propia dinámica y contenido, que según diversas informaciones, englobaría igualmente, en particular, cuestiones relativas al control de armamentos (en particular, de alcance nuclear o del espacio), así como eventuales perspectivas de alivio de las medidas restrictivas («sanciones») hasta ahora aplicadas por EE. UU. a Rusia, quizá vinculadas a posibles oportunidades de cooperación en determinados campos económicos.