“La Ryder Cup es la mejor competición del mundo, es todo lo que he querido jugar siempre”, clamaba entre lágrimas Shane Lowry, apenas unos instantes después de embocar para birdie en el 18 y asegurar que el trofeo se lo iba quedar Europa dos años más –Hatton rubricaría el triunfo poco después–. El irlandés siempre habla desde el corazón y no ha olvidado lo que sucedió en Whistling Straits, donde también acabó llorando pero por motivos bien distintos. En 2021, Europa sufría la mayor paliza de la era moderna de la Ryder Cup a orillas del lago Michigan. El equipo que capitaneó Padraig Harrington cayó por 19-9. Aquella derrota dejó una profunda herida en jóvenes jugadores como Rahm, Hatton, Fleetwood, Hovland o el mismo Lowry, que debutaba. Fue un aprendizaje del que todos sacaron lo mejor. Hoy, sólo cuatro años después de aquello –aunque parezca una eternidad–, todo es diferente. Redimido en Roma, el equipo europeo ha alcanzado el cenit en Nueva York, territorio hostil conquistado ante un rival que elevó la dificultad de la proeza rozando la mayor remontada de la historia.

Lo que parecía un indudable paseo triunfal se acabó convirtiendo en un camino de espinas. Europa afrontaba el domingo con la mayor diferencia de la que jamás había gozado en una última jornada. Con apenas dos puntos y medio retenía la copa ganada en el Marco Simone. Su rival no sólo estaba en la lona tras unas dos primeras jornadas en las que no había dado señales de vida, sino que su único objetivo parecía el de evitar una derrota que le inscribiría en la historia negra de esta competición sin igual.

El público hizo temblar los cimientos de Bethpage en una última jornada memorable

El marcador se tiñó de azul en los primeros compases pero, poco a poco, todo empezó a igualarse hasta alcanzar cotas que nadie recordaba. Superado el ecuador, casi la mitad de partidos iban igualados pero el rojo americano empezaba a asomar por el resto. El partido de Fitzpatrick, que llegó a ponerse 5up, personificó lo que se estaba viviendo en Bethpage Black. DeChambeau empezó a remontar y acabó arrancando un empate impresionante. Ya por entonces, el milagro de la remontada parecía más terrenal que divino, con las riadas de espectadores haciendo temblar los cimientos de Long Island con un ruido ensordecedor con cada putt embocado por los suyos o fallado por los europeos. Las gigantescas pantallas repartidas por el campo permitían a todos vivir en directo el amago de remontada que se estaba gestando.

En unos pocos instantes, empezaron a caer los puntos para los Estados Unidos y Bethpage enloqueció. Rahm, exhausto, le daba la mano a Schauffele en el 15. Young hacía birdie al 18 para ganar a Justin Rose. Scheffler, al fin Scheffler, derrotaba a McIlroy también en el 18, sumando su primer punto de la semana. DeChambeau sacaba su medio punto. Los ecos de los vítores del público alcanzaban la costa Oeste. Impresionaba.

Aberg daba aire a Europa ganando a Cantlay en el 17 y dejaba al Viejo Continente a solo medio punto de quedarse con la Ryder -al final el sueco sumó el único triunfo europeo en toda la jornada-. Pero medio punto puede parecer poco pero este domingo pareció un muro infranqueable por momentos. Olázabal, el zorro más viejo que hay en la Ryder Cup, callado pero más avispado que cualquiera, instalado en el 17 con el resto del equipo esperando a los partidos que restaban, optó por levantarse y acompañar a Lowry hasta el 18. El irlandés salió en el último hoyo perdiendo ante Russell Henley pero el vasco debió oler algo. El héroe de Medinah no quería vivir lo mismo desde el otro bando y no se equivocó. Lowry hizo birdie, empató su partido y empezó a dar botes en el green del 18 a grito pelado. La Ryder Cup se la iba a quedar Europa. La gesta era un hecho, la quinta victoria en suelo americano.

Luke Donald cumplió así su sueño y, a la vez, su promesa. Se convierte en el segundo capitán europeo en ganar dos Ryders consecutivas siguiendo los pasos de la leyenda Tony Jacklin. Un broche fantástico a su trabajo, confirmado como un gran estratega y un motivador nato. Gracias a él, Europa mira al futuro de la Ryder con la tranquilidad de tener un bloque ganador. En 2027 les espera Adare Manor. Irlanda, por supuesto.