Personajes que son testigos de lo que les ocurre a otros. A veces se ven arrastrados en ese destino, en su mayoría funcionan como notarios … asombrados ante la realidad. Son los protagonistas de ‘Fragmentario’ (Difácil), el libro de cuentos que este jueves presenta Rodrigo Martín Noriega (Valladolid. 1976) en la librería Sandoval (19:30h.).
Escribe cuentos porque le resulta «rápido, divertido, efímero. El cuento es un amor de verano, exige menos esfuerzo. La novela requiere mayor dedicación», explica quien ha publicado tres novelas. Va escribiendo relatos sin el compromiso de que luego converjan en una colección. «Los de este libro son la evolución de una forma escribir, aspiro a no estancarme en un estilo», aclara Martín Noriega. Aunque son independientes, comparten una atmósfera de evocación anglosajona.
«No me identifico con cierta literatura costumbrista y realista española. Mis referentes son anglosajones», cuenta. «En casi todos los cuentos hay una persona que mira como aberrante a otra, un vecino que se asoma a la vida ajena y esa contemplación le transforma». En todos ellos asoma al lector a un abismo, a un desenlace lógico hurtado en el último momento.
«Los relatos muy bien cerrados literariamente están muy bien pero la vida es desconcertante, normalmente no tiene cierre perfecto. Todos nos vemos en una narración con un planteamiento, un nudo y un desenlace, y nos reconforta. Puede haber cierres contundentes en la literatura pero en la vida real no funciona así. En mis cuentos suelo dejar una puerta entreabierta para que el lector se sienta más implicado. Un cuento es una montaña rusa a la que subes, sientes y te bajas dando por finalizada la experiencia. Yo prefiero dejar al lector subido. La experiencia de estar vivo es siempre desconcertante, no hay más seguridad que la muerte. Como escritor y lector me gusta que el relato viva en mí, no dar todo hecho. Necesito lectores cómplices, el final del relato es suyo. Si lo alicato, lo remato, soy condescendiente con los lectores», narra quien busca interlocutores exigentes.
Sobre sus influencias, se considera en «deuda de gratitud con los cuentistas anglosajones como Stephen King, Ray Bradbury, Roald Dahl. Son los que me gustan, con los que he tenido una experiencia emocional. También Milan Kundera o Marcel Proust pese a que lo que escribo esté en las antípodas. Pero ellos cambiaron mi manera de ver el mundo. Por ejemplo, el día que murió Paul Auster lo sentí como la de un amigo, por sus libros».
Científicos transgresores
En su imaginario aparece intermitentemente la ciencia. «Me fascina la figura del científico que transgrede los límites de lo posible y lo aceptable. Lo reflejé en mi novela ‘La variable humana’ y en el cuento ‘Prometeo’. Es un tema muy atractivo partiendo de que soy un ignorante. Me permite jugar con algo ajeno a mi experiencia, a trabajar dentro de esa fascinación, en el punto en que ciencia y tecnología son indistinguibles de la magia».
Y pone un ejemplo «estoy leyendo ‘El contable hindú’, de David Leavitt. No entiendo las ideas del matemático pero me fascina. Utilizo la ciencia como cebo para atraer y hablar de otras cosas.Me gustan los científicos que transgreden como Prometeo que roba el fuego a los dioses y lo paga». Sigue escribiendo cuentos, tiene una novela en el cajón «porque no me satisface del todo» y en el horizonte, la idea de comenzar otra.