La edición número 45 de la Ryder Cup, disputada este pasado fin de semana en el emblemático Bethpage Black, en Nueva York, se ha celebrado con el aliciente de una novedad económica que rompe con décadas de tradición: por primera vez, los golfistas del equipo de Estados Unidos recibirán una compensación directa por participar. Hasta ahora, la Ryder Cup era un torneo sin premio monetario para sus jugadores: el premio era el honor de representar al país o continente. 

 

El sistema aprobado por la Professional Golfers Association (GPA) of America asigna a cada integrante del equipo estadounidense un total de 500.000 dólares, con la confición de que 300.000 dólares sean destinados a una causa benéfica elegida por el jugador. Esa modificación supone un cambio simbólico importante, pues hasta 2025 el mecanismo habitual era que la PGA asignara 200.000 dólares por jugador únicamente para donaciones, sin otorgar una contraprestación personal. 

 

En cuanto al reparto entre los jugadores estadounidenses, la cifra total asciende a 6 millones de dólares, destinados a incentivos y donaciones. Esa suma se entiende como una nueva política interna de la PGA para incorporar compensaciones directas sin modificar el carácter competitivo de la Ryder Cup. 

 

 

 

 

Por su parte, los golfistas europeos no reciben remuneración alguna por participar en el torneo. Esa asimetría financiera ha generado críticas desde distintos frentes: algunos consideran que rompe con la esencia tradicional de la Ryder Cup, basada en el orgullo, la rivalidad y la representación simbólica, no en incentivos monetarios.  

 

Sin embargo, la decisión de compensar al equipo estadounidense no se hizo a petición de los jugadores. La PGA sostiene que “fue una iniciativa propia para actualizar la competitividad del torneo frente a su dimensión comercial actual”. Algunos jugadores estadounidenses han anunciado que donarán su remuneración a causas sociales, reforzando el argumento de que la medida busca equilibrar la dimensión monetaria con fines comunitarios. 

 

Más allá de los pagos individuales, la Ryder Cup 2025 ha tenido un fuerte impacto económico para su sede local. Según estimaciones, ha generado alrededor de 200 millones de dólares en Estados Unidos, provenientes de ingresos turísticos, hospedaje, comercio, restauración y otros activos relacionados con el evento. En algunas versiones se matiza que el impacto concreto en Long Island podría rondar los 150 millones de dólares, sumando 250.000 asistentes durante los días del torneo.  

 

 

 

 

La remuneración en el contexto deportivo del golf ha sido objeto de debates históricamente: aunque los premios por torneos individuales y los bonos por campañas son cuantiosos para los grandes nombres, esta intervención puntual en la Ryder Cup añade una tensión simbólica al equilibrio entre pasión deportiva y modelo comercial. De hecho, los 24 golfistas que participan en este torneo acumulan en 2025 ingresos por premios y bonificaciones que, según estimaciones de Forbes, superan los 523 millones de dólares en conjunto. 

 

La paradoja es clara: mientras el torneo genera millones en espectáculos, transmisiones y afluencia, sus verdaderos protagonistas han vivido históricamente bajo la regla de que el trofeo y el orgullo bastan como premio. Ahora, esa regla ha sido parcialmente modificada para uno de los lados, lo que podría marcar un antes y un después en el modelo futuro del certamen. 

 

El PGA Tour es el principal circuito norteamericano de golf profesional masculino y se juega prácticamente en su totalidad en los Estados Unidos. El principal torneo de golf organizado por el PGA Tour es el Players Championship, considerado uno de los mejores campeonatos por estar restringido a los mejores golfistas y cuenta con una bolsa de premios superior a la de los majors.