Ocho esculturas de canto rodado de granito, sometidas a las inclemencias del tiempo, como metáfora de la vida a la que se enfrenta el ser humano, llaman la atención en el jardín del Palacio de la Isla. Esta instalación, Guerreros caídos, apuntala In custodia verbi. Bendita la locura de la piedra, la exposición que el escultor burgalés Alberto Bañuelos muestra desde hoy y hasta el 17 de enero en la sede del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Esta pieza central se acompaña de otras tres que se exhiben en el vestíbulo y que caminan al paso de la evolución de la palabra. Por eso, observa el autor, Premio Castilla y León de las Artes 2011, encajan de manera ideal en este edificio. Una apreciación en la que también ha ahondado el consejero de Cultura, Gonzalo Santonja, quien ha manifestado su deseo de que alguna de estas obras se quede. «Creas un alfabeto, un lenguaje que sacas de la piedra y tiene que estar representada en el Instituto», ha manifestado durante la inauguración de esta muestra, que ha tenido lugar esta mañana con la presencia del autor, la alcaldesa, Cristina Ayala, el delegado de la Junta, Roberto Saiz, la diputada Inmaculada Sierra, o el presidente de la Fundación Consulado del Mar, Antonio Miguel Méndez Pozo.
«Para nuestro escultor, la escultura es un instante poético que desplaza al espacio; no se trata tanto de un ejercicio vano de mostración de un saber cómo, más bien, de erigir caminos diversos de pensamiento y, en un recodo, el silencio entre ellos, tal situándonos en un umbral visible de lo desconocido», escribe el comisario de esta exposición, Alfonso de la Torre, cuyas palabras leyó ayer el propio Bañuelos para hablar de esta colección de cantos rodados que trabaja con sus manos, piedras que muestran las dos caras del alma humana, la natural, instintiva, representada en esas partes sin pulir, y las pulidad, como metáfora del modelado que imprime la cultura a cada persona.