Anja Niendringhaus fue una de las fotoperiodistas de guerra más reconocidas internacionalmente. Se abrió paso entre sus compañeros hombres y cubrió junto a ellos los conflictos de los Balcanes, Irak, Libia o Afganistán. Sus fotografías, inquietantemente humanas, mostraron al mundo el alma sufriente del lado menos conocido de las guerras y, por ello, obtuvo el premio Pulitzer en 2005, junto a nueve compañeros de su agencia. Su talento y personalidad se acabaron hace once años en un ataque en Afganistán.
Una fotoperiodista de raza
El 4 de abril de 2014, Anja y la reportera de la agencia AP, Kathy Gannon, viajaban hacia el sureste de Afganistán, a la provincia de Khost para cubrir las elecciones presidenciales. Lo hacían bajo la protección de soldados y policías afganos. Esa parte del país era una zona segura para poder informar y contar una historia de forma diferente como a las dos les gustaba.
Anja y Kathy posan con miembros de la seguridad afgana en el que fue el último viaje de la fotoperiodista alemana © Bildersturm Filmproduktion/SWR/DW
Kathy recuerda que Anja “quería mostrar el esfuerzo que la gente hacía para llegar a las urnas”. Así es como ella trabajaba, mostrando lo que a menudo no se ve. Sin embargo, esta vez no fue posible. Un atentado acabó con su vida y dejó gravemente herida a Kathy. Al día siguiente, los informativos se hacían eco del atentado.
Hasta ese día, Anja llevaba 30 años con la cámara colgada al hombro fotografiando otras realidades, no solo las bélicas. Fue una vocación temprana. Su amiga y compañera de estudios, Jutta Steinhoff, recuerda que Anja ya había publicado fotografías para la prensa local cuando estaba en el instituto.
Pocos años después, en 1990, trabajó para la Agencia Europea de Fotografía de Prensa. “Creo que fue la primera mujer en la agencia”, asegura su madre, Heide Ute Niedringhaus. Cuando saltó el conflicto de los Balcanes sintió que debía estar allí haciendo ese tipo de periodismo gráfico.
“Al principio fue muy muy difícil, fui con un compañero búlgaro que no me aceptaba, no me hablaba“
En una entrevista para televisión en 2000, recordaba las dificultades que surgieron en la agencia ante la posibilidad de que una mujer cubriese conflictos armados. “Tardé dos o tres meses en convencerlos”, contaba y, cuando finalmente viajó a Sarajevo, “al principio fue muy muy difícil, fui con un compañero búlgaro que no me aceptaba, no me hablaba”.
Anja retrató el miedo y la impotencia de la guerra como pocos © Bildersturm Filmproduktion/SWR/DW
Santiago Lyon, amigo de Anja y exdirector de fotografía de AP, señala que “era inusual ver a mujeres periodistas en lugares como este”. Anja rompió las barreras de una profesión eminentemente masculina y lo hizo desde una visión distinta a la de sus compañeros hombres. “Fotografiar solo a soldados armados ya no me dice mucho, en realidad no me dice nada”, había declarado. Después de su éxito en la Agencia Europea de Fotografía de Prensa, en 2002, ficha por Associated Press, la agencia más prestigiosa del mundo.
Las fotografías de Anja captaban a la perfección todo aquello que pasa fuera del campo de batalla © Bildersturm Filmproduktion/SWR/DW
Anja está presente en los conflictos bélicos de Irak, Libia o Afganistán retratando el espíritu sufriente de las guerras que, muy a menudo, no suele ser noticia. Por algo, ella cumplía con su máxima, la de amar a las personas para poder fotografiarlas. “Era una fotógrafa muy humana y eso es lo que se refleja en su trabajo”, explica Lyon. Pronto, sus instantáneas ocuparon las portadas de los diarios y de las revistas más relevantes del mundo.
Sus inquietantes imágenes reflejaban lo que los conflictos armados traen consigo © Bildersturm Filmproduktion/SWR/DW
Anja, la sonrisa de la guerra
Medios, lectores y compañeros cayeron rendidos ante su trabajo. Era valiente y luchadora, una dura competencia. Michael Kamber, fotógrafo del New York Times, reconoce que, al principio, cuando coincidía con ella, decía: “¡Oh Dios!, Anja está aquí, ¡desastre!”, porque creía que “el New York Times usaría sus fotos si eran mejores que las mías”, confiesa Kamber. Pero, por encima de todo, la recuerda como “una auténtica profesional, alguien con quien quieres trabajar”.
Papá Noel felicita las Navidades a los soldados en Irak © Bildersturm Filmproduktion/SWR/DW
No tenía miedo, conseguía empotrarse con los jóvenes marines y seguirles allí donde el combate les llevaba. Fue en la segunda batalla para recuperar Faluya, cuando “estuve mucho tiempo con esa unidad, durmiendo con ellos en una casa en el suelo”, contaba Anja en la entrevista. De ahí, surgió la instantánea del muñeco vestido de soldado que uno de ellos llevaba en su mochila de guerra. Esa foto le hizo ganar el premio Pulitzer, en 2005.
Esta fotografía con la que Anja Niedringhaus ganó el Pulitzer destaca la parte humana del joven enviado a combate © Bildersturm Filmproduktion/SWR/DW
Todo su entorno le reconoce su gran profesionalidad, pero ninguno olvida su persona y su forma de ser. “Era sincera, pura. Era genuina, verdadera, feliz”, enumera sus cualidades, Santiago Lyon.
El fotógrafo de la Agencia VII, Ron Haviv, destaca que “es difícil describir su risa, su sonrisa, su energía. Irradiaba energía positiva”. “Era imposible no sentirse atraído por Anja”, añade Ulrike Demmer, exreportera del semanario alemán Der Spiegel.
Del campo de batalla a Wimbledon
El talento de Anja Niedringhaus no se circunscribió tan solo a la realidad bélica. En mundiales de atletismo, juegos olímpicos, Wimbledon, también dejó su huella. “Era una fotógrafa deportiva absolutamente brillante”, recuerda Rob Taggart, director de AP para Europa y Oriente Medio. “Era la mejor. Esa faceta de Anja se olvida a menudo”, insiste. Y, en este ámbito, Anja también denunció alto y claro la masculinización de la prensa. “Hay menos mujeres en el deporte que en las zonas de guerra”, anunciaba.
Anja también retrató al Rafa Nadal más terrenal en Wimbledon © Bildersturm Filmproduktion/SWR/DW
Todo saltó por los aires la víspera de las elecciones afganas de 2014. Tenía 48 años. “Tu corazón no conocía límites, Anja; siempre querías dar más, ayudar a todo el mundo”. Fueron algunas de las palabras que resonaron en su funeral escritas por Kathy Gannon, su compañera y amiga de la agencia AP, que sobrevivió al ataque que apagó el objetivo y la sonrisa de Anja para siempre.