«[…]y olvida el tiempo su onda cosmogónica
y se cuaja y se embota espeso, ciego
en cada ensimismada honda verónica».
Los versos de Gerardo Diego en su Oda a Belmonte (1941) sirven de pórtico para entender el espíritu que envuelve la exposición De José a Juan: Un siglo de toreo a la verónica, del pintor almagreño Álvaro Ramos Golderos. La muestra se inaugura este jueves a las 19.30 horas, en el Museo Municipal López-Villaseñor de Ciudad Real con motivo del vigésimo quinto aniversario del Ateneo Taurino Manchego. Cuando Ramos habla con La Tribuna en la víspera de la inauguración, anda dando los últimos retoques.
La historia de esta exposición está marcada por un gesto de coherencia. Ramos no quiso debutar en Las Ventas con una selección dispersa de cuadros, sino con un proyecto monográfico, con una idea vertebradora. «Tenía claro que si algún día iba a Las Ventas sería con una exposición que contara una historia y que tuviera unidad. No quería un muestrario de lo que pinto, sino un relato pictórico con un hilo conductor», explica. Ese relato fue el toreo a la verónica, la suerte más antigua y, a la vez, más esencial, que a juicio del pintor resume la raíz estética del toreo a pie.
Álvaro Ramos inaugura este jueves la exposición ‘De José a Juan: Un siglo de toreo a la verónica’ en el Museo López-Villaseñor – Foto: Tomás Fernández de Moya
La exposición nació ex profeso para la sala Antonio Bienvenida de la plaza de toros de Madrid, donde se estrenó en la Feria de San Isidro de 2024. Fue allí donde Ramos presentó los 23 lienzos que recorren, desde Joselito El Gallo hasta Juan Ortega pasando por Curro Romero, Morante o Manolete, las distintas formas en que grandes toreros han interpretado la verónica a lo largo del último siglo.
Para lograrlo, el artista desarrolló un proceso de documentación exhaustivo. «No me gusta pintar sólo a partir de una fotografía. Necesito ver cómo se movía cada torero, cómo lo hacía, conocer detalles de su vida. A partir de ahí surge la inspiración, cuando descubres lo que te atrapa y enamora», confiesa.
La muestra ha itinerado desde entonces por diversos lugares de la provincia y de la región, con paradas señaladas en Almagro, Valdepeñas y Daimiel. Y ahora llega, por fin, a Ciudad Real. Una cita que el propio Ramos vivirá con la emoción de estar «en casa» y cuenta que «exponer en Ciudad Real me hace al menos tanta ilusión como en Madrid o Sevilla». Será en Sevilla, en el Círculo Mercantil, en las vísperas de la feria de abril, donde esta exposición llegue a su fin: «Tenía claro que, si era posible, tenía que acabar allí», dice mirando al cuadro de Rafael de Paula, «y este cuadro tiene que estar», añade.
Álvaro Ramos inaugura este jueves la exposición ‘De José a Juan: Un siglo de toreo a la verónica’ en el Museo López-Villaseñor – Foto: Tomás Fernández de Moya
Ramos explica que en Ciudad Real se ha criado taurinamente hablando, «con el Ateneo, porque han confiado en mí desde que era muy joven, me han tratado casi como un hijo. He presentado tertulias, he sido pregonero, he pintado carteles, he hecho de todo con ellos. Estar en la capital es como cerrar un círculo», afirma.
En sus palabras se percibe gratitud hacia la institución que cumple un cuarto de siglo y que lo ha acompañado en su crecimiento como aficionado y como artista. El propio Ramos reconoce que había temido que el recorrido de la exposición se agotara sin pasar por Ciudad Real: «Me habían pedido la muestra en muchos sitios y pensaba que terminaría sin tener la oportunidad de exponer en la capital, que es mi casa. Por eso este momento tiene un valor especial», narra.
El aura de la verónica
El lenguaje pictórico de Álvaro Ramos se aparta del realismo estricto para abrazar la insinuación. En sus lienzos, los rostros de los toreros aparecen difuminados, a veces ocultos, para que sea la postura y el movimiento quienes transmitan la identidad y la emoción. «Me apasiona el toreo de capa, me arrebata especialmente la verónica. Cuando la veo bien ejecutada me llega muy dentro. Esa es la emoción que busco en mis cuadros, más que el detalle preciso», explica.
Álvaro Ramos inaugura este jueves la exposición ‘De José a Juan: Un siglo de toreo a la verónica’ en el Museo López-Villaseñor – Foto: Tomás Fernández de Moya
El resultado son escenas vibrantes, de pinceladas sueltas y colores intensos, en las que el espectador completa la obra con su propia mirada. Cuenta la anécdota de que Domingo Delgado de la Cámara, conocido cronista taurino, es el único que, hasta el momento, reconoció a los 23 toreros en la exposición de Las Ventas.
La exposición De José a Juan no sólo es un homenaje al lance más clásico de la tauromaquia, sino también un espejo de la propia evolución del pintor. Desde el debut de su exposición, su trayectoria ha cambiado radicalmente. «Estar en Madrid me cambió la vida. Me dio una visibilidad enorme y provocó un antes y un después», reconoce. Tanto que su agenda se ha llenado de encargos y proyectos, hasta el punto de que ha debido organizar su vida en torno a la pintura.
Ese camino no está exento de dudas. Ramos confiesa convivir con un «síndrome del impostor» que crece a medida que avanza su carrera. «Cuanto más pinto, más inseguridades descubro. Es algo que me sorprende, porque pensaba que sería al revés. Pero cada nuevo cuadro me enfrenta a la sensación de que quizá no sea capaz de alcanzar lo que busco», admite.
Sin embargo, esa tensión entre placer y angustia es, en cierto modo, el motor de su proceso creativo: «Cuando empiezo a pintar, lo primero que siento es agobio, la duda de si seré capaz de lograr lo que tengo en la cabeza. Luego llega el alivio al ver que la obra encaja, después el disfrute y, al final, una presión dolorosa antes de decidir cuándo firmar. Porque una obra nunca está terminada, simplemente llega un momento en que hay que abandonarla», explica a La Tribuna.
El recorrido de la muestra en Ciudad Real se inscribe además en un calendario simbólico: la celebración de los veinticinco años del Ateneo Taurino Manchego, presidido por Antonio Espadas, que ha querido conmemorar su aniversario con la pintura de un almagreño que ha hecho de la tauromaquia el centro de su expresión artística. La colaboración del Ayuntamiento ha hecho posible que los cuadros ocupen durante varias semanas las salas del museo López-Villaseñor, donde convivirán con otras piezas de arte contemporáneo y con la memoria del pintor que da nombre al espacio.
Cada lienzo de la serie muestra a un torero ejecutando la verónica, desde los pioneros José Gómez Ortega ‘Joselito el Gallo’ y Belmonte hasta los actuales Morante de la Puebla, Juan Ortega o Pablo Aguado, pasando por nombres como Manolete, Pepe Luis Vázquez, Rafael de Paula o el icónico Curro Puya. En ellos se aprecia cómo la suerte se ha transformado a lo largo de las décadas, añadiendo matices de estilo, de ritmo y de concepto.
Ramos subraya que el objetivo era ofrecer «una visión de conjunto del toreo a la verónica, permitiendo ver cómo ha evolucionado y las diferentes maneras en que se ha interpretado». Lo curioso de esta exposición llega cuando a Álvaro Ramos le quieren comprar un cuadro y tiene que pintar, otra vez, al mismo torero ejecutando la verónica: «Me salen cuadros totalmente diferentes porque en cada momento influyen muchos factores como el estado de ánimo».
El propio pintor se define como un aficionado que vivió sus primeras pasiones con José Miguel Arroyo ‘Joselito’ y que hoy se reconoce cautivado por el arte de Ortega y Aguado, dejando claro que «Morante está por encima de todos, porque me tira más la parte romántica que la épica del toreo. Para mí lo fundamental es la reunión entre toro y torero, ese instante donde se produce el pellizco», resume. Esa mirada romántica es la que late en cada una de sus verónicas pintadas, donde el tiempo parece detenerse en una embestida ensimismada, como escribió Gerardo Diego.
La inauguración de este jueves es algo más que la apertura de una exposición. Es también el reconocimiento a un artista emergente que ha sabido convertir la tauromaquia en lenguaje pictórico contemporáneo, y el homenaje a una institución, el Ateneo Taurino Manchego, que durante veinticinco años ha mantenido viva la llama de la afición en Ciudad Real. En esa confluencia, Álvaro Ramos Golderos siente que vuelve a casa. Y lo hace con la verónica como bandera, esa suerte que, como él mismo dice, «pone de acuerdo a todos los aficionados».