Presentada en el Festival de cine de Múnich, de la mano del director alemán Markus Rosenmüller nos llega este biopic de Gabriele Münter, pintora y fotógrafa que en el primer cuarto del siglo XX fue famosa no solo por su arte sino por ser la eterna prometida -y amante- del pintor ruso Wassily Kandinsky. La relación entre ambos fue intensa y compleja, tanto a nivel sentimental como artística, y duró más de una década (1902-1916), hasta que la Gran Guerra fue aprovechada por Kandinsky para salir cobardemente de la vida de Gabriele y casarse en Rusia con otra mujer sin decir nada a su prometida.
Münter -interpretada por Vanessa Loibi– comenzó como alumna de Kandinsky (Vladimir Burlakov) en Múnich, pero pronto se convirtieron en amantes y compañeros creativos, sin que ella supiera al principio que él estaba casado con una prima. Algo ilegítimo, por cierto, y que el pintor ocultó a la Iglesia Ortodoxa cuando se desposó. Gabriele y Wassily viajaron mucho por Europa, experimentaron con estilos postimpresionistas y fauvistas, y fueron miembros clave en la fundación del grupo expresionista de vanguardia Der Blaue Reiter (El Jinete Azul). El film muestra cómo Münter fue una artista con una visión propia y desarrolló un estilo audaz y expresionista con el color y la perspectiva. A pesar de la traición de su amante, y como se nos relata al principio del film, Münter se convirtió en la salvadora del valioso legado del Jinete Azul, al esconder en su casa cientos de obras de Kandinsky y de otros miembros durante el auge del nazismo, preservando una parte vital de la historia del arte.
La película es elegante en su puesta en escena, estéticamente cuidada y alejada de los planteamientos morbosos y psicoanalíticos tan típicos de estas películas que recrean relaciones tormentosas entre artistas. Cuenta con una potente fotografía de Namche Okon. Por otro lado, trata con respeto los elementos religiosos y no hace caricatura ni retrato histriónico de ninguno de los personajes. La película armoniza bien las reflexiones estéticas sobre el arte abstracto -que incluye la música de Arnold Schönberg- con el desarrollo de la relación sentimental de los protagonistas y el retrato del mundo cultural que les rodea. Por todo ello, además de ser una grata película es en cierto modo una lección de historia del arte. La interpretación de los actores es brillante, muy naturalista y nada impostada, y en ningún momento se impone a los personajes, más bien al contrario.
El director del film tiene una trayectoria todoterreno en el que, más allá de sus innumerables thrillers televisivos, destacan sus películas o miniseries de carácter histórico, como la serie que hizo sobre Sor Pascualina, la religiosa que colaboró con Pio XII en tiempos del nazismo (La poderosa sierva de Dios, 2011) o la historia de dos niños judíos ucranianos durante la Segunda Guerra Mundial (Niños prodigio, 2011). La guionista Alice Brauner es una colaboradora habitual de Rosenmüller.