Es verdad que la escena no pasa inadvertida: al margen del grupo y con los brazos a la espalda, paseando por la banda como podría hacerlo un japonés por La Alhambra, con la única diferencia de que el turista tendría posiblemente entretenidas las manos con … una Leica de 35 milímetros, y quizás advertido al oído por Bellingham de que su indolencia estaba siendo grabada. Quizás. Aparentemente a Fede Valverde sólo le faltó eso, ponerse a hacerle fotos a sus compañeros, pero a veces las apariencias engañan.
Fuera o no por una desconexión mental o su paseo tuviera mucho o poco que ver con la necesidad del jugador de enviarle a su entrenador un mensaje de descontento, si unimos todas las piezas, el paseo nostálgico, su irrelevancia futbolística desde que Alonso está en el banquillo, esa desesperanza («yo no nací para ser lateral») por ocupar un sitio que él siente que no le corresponde y la suplencia posterior a esas declaraciones, nos sale un curioso hilo de indicios que no se puede obviar. No llega a ‘smoking gun’ pero lo cierto es que humear, humea.
Así que a Xabi le ha crecido otro melón, uno uruguayo, esto ya parece Villaconejos. El de Vini lo caló él, el de Fede le llegó calado, y ambos pueden salirle pepino si no endereza a tiempo. Bill Shankly (o Rodney Marsh, vaya usted a saber) dijo una vez lo siguiente: «Todo lo que tiene que hacer un entrenador es tener contentos a once jugadores: los once suplentes». Lo endiablado de esta situación, que me recuerda mucho al giro de guion de ‘Abierto hasta el amanecer’ del que no haré spoiler por si acaso, es que a este entrenador se le revuelven los titulares, salvo que a Vinicius y a Valverde, dos capitanes, ya los consideremos suplentes en el nuevo proyecto de Mbappé.
Mi consejo: en esta intersección de carreteras, si yo fuera Chuck Noland iría corriendo tras Betina sin pensarlo dos veces y dejaría el último paquete sin entregar, que le den a FedEx. O eso o Xabi acabará hablando con una pelota de vóleibol a la que llamará Wilson.
Y este es, señoras y señores, el auténtico máster de Alonso como entrenador, uno de los apóstoles de la meritocracia frente al espejo. ¿Y qué imagen nos devolverá, la del hombre dispuesto a hacer aquello en lo que cree sin importar las consecuencias o la de alguien que prefiere sobrevivir? No es lo mismo enfrentarse a la Agencia Tributaria que medirse al vestuario del Real Madrid.