La flotilla, un PSOE que parece algo cobarde, Ayuso y «sus diferencias» con Don Felipe. Ayuso, otra vez, y las residencias. Alguna alusión a Ábalos y la corrupción. Bromitas con Feijóo, Mazón, Noelia Núñez. Y de nuevo Ayuso. También algo de Putin y Trump. Así … ha querido arrancar el programa Andreu Buenafuente su ‘Futuro Imperfecto’ la noche de este jueves en La 1. Temas variaditos. O no tanto. Con o sin variedad, el arte que tiene el catalán para hace reír al público es ineludible y así lo demuestra su público en el LaFACT de Terrassa.

Conoce el humor, lo conoce de cerca, al menos eso dice. «Te cuento una anécdota: una vez comí con un político, muy pocas veces en mi vida, por no decir un par, un político catalán de hace muchos años. Estuvimos comiendo, hablamos de cosas, y al salir me dijo: oye, qué bien que te he visto, qué reflexivo, qué razonable. Y le digo: sí, pero una cosa, a lo mejor esta noche le cae usted una broma encima mía. Y el tipo me miró como diciendo: hombre, pero… Digo: es que es mi naturaleza. Entonces la naturaleza del comediante cada uno la lleva como puede. Aquí hay matices: no voy a salir a decir «RTVE es un desastre», porque aquí me dirían: ¿qué haces? Pero no, el comediante tiene que estar preparado para ser a veces incorrecto, en direcciones que ni él mismo puede controlar. Eso quiere decir que estás vivo», confiesa el humorista hora antes de empezar el programa. Está tranquilo, en punto donde parece que ya ha hecho todo lo que tenía que hacer y esto ya es puro disfrute. «Si empiezas ya a tener autocensura, en terrenos en los que no quieres entrar, yo creo que lo mejor es que te vayas para casa», confiesa entre risas.

Esta vez, el programa no comenzó desde el principio. Arrancó con la entrevista a David Uclés, escritor de ‘La península de las casas vacías’, bestseller con más de 200.000 ejemplares vendidos. Entra tímido, sonriente, sin poder resistirse a las bromas de Buenafuente. Aunque el catalán cede el paso a su mujer, a Silvia, porque es quién realmente ha leído el libro. Y se pone sobre la mesa el tema que envuelve la novela: la guerra civil española. «Pero es diferente», dice el escritor. Y Franco también. «Hay un capítulo donde yo dialogo con él y me cuenta que tiene mucho poder. Y lo demuestra censurando un capítulo. Por eso el 16 está vacío», expresa. La vida bohemia de este escritor, que parecía un caso perdido, no convencía a su familia. «Mi padre me decía que dejara Francia y la calle tocando el acordeón para jurar bandera y hacerme guardia civil», cuenta entre risas. Y el andaluz, de Jaén, canta por María del Mar Bonet, a lo Serrat: ‘Anima Morta’.

«La guerra civil sigue interesando», cuenta Silvia, mientras que Buenafuente entra y recupera la entrevista para cerrar ese bloque. Mientras tanto la gente aplaude, jalea, se secan alguna que otra lágrima después de la canción. Y de la guerra civil saltamos casi un siglo para volver a la actualidad. Toca empezar por la flotilla, con algo de ironía hacia el PSOE, sorprendentemente. «El gobierno les ha acompañado hasta que llegaron a aguas peligrosas. ¿De qué les iban a proteger hasta ese momento? ¿De las medusas?», cuenta. Leído en el teleprompter, el chiste no tiene mucha gracia, pero Buenafuente tiene el arte para lanzarlo y hacer reír a carcajadas al público de un modo asombrosamente natural. ¿Cuándo el PSOE ha dado marcha atrás?», decía con ironía, aunque aquí poca gente reía ya. Haciendo alusión a la «humanidad» con el asunto de Gaza salta también a recordar brevemente a Jane Woodall. Y de ahí al deporte, pero para hablar del Don Juan Carlos. Alguna alusión tenía que haber. Esta vez para hablar de sus carreras en la regata y lo relaciona con la reciente victoria de Márquez. Extraño.

Ayuso aparece en la ecuación (ya tardaba), esta vez para hablar sobre «sus diferencias» con Don Felipe. Dice Buenafuente que en ocasiones a la gente se le atraganta tachar de «genocidio» lo de Gaza y que prefieren decir «masacre» y que, bueno, lo acepta. Pero que Ayuso no. «Tiene celos, pero no de Doña Leticia, sino de Pedro Sánchez». Aparece nuestro presidente junto Felipe VI riendo en la ONU tomada recientemente. Y hasta se atreve a bromear sobre Sánchez. «Igual le está diciendo: ya he encontrado a otro secretario para la organización, ya verás que pongo a otro y no sale corrupto’», dice. Aquí las risas bajan, pero vuelven a salir con un tema que tampoco podía faltar: Ayuso y las residencias.

Y de ahí saltamos a la propuesta del Partido Popular sobre ‘el visado por puntos’. «Piden tener estudios, conocer la cultura, idiomas y cumplir la ley». Y asegura que los españoles pueden no cumplir ninguno de esos puntos. Y pone ejemplos, claro, del PP. Noelia Núñez para los estudios, Feijóo para la cultura, Ayuso para los idiomas y cumplir la ley, la Gürtel. Las risas vuelven. Pero es entonces cuando se pone serio, formal, la escenografía llega y coge un texto para hacer teatro. Y explica a los espectadores qué es ser español. «Ser o no ser español está es la cuestión. Es español el que no pone guisantes en la paella o el que se enzarza porque la tortilla no lleva cebolla o sí. Ser español es hablar bien. ¿Es español Mariano Rajoy? […] Les pedimos que respeten nuestras costumbres y que no roben pero después de lo que hacen nuestros políticos no será robar una costumbre. Que hay más español que criticar…», cierra mientras el teatro se viene abajo y rosas le lanzan desde el público.

Son tiempos de crispación, de polarización. ¿El antídoto? El humor. «El humor se usa mucho, y yo le tengo cariño, intento protegerlo. El humor siempre tiene un ADN gamberro que se abre paso, es incontrolable. Me gusta pensar que, por mucho que lo amenaces, se abre paso. Yo salgo al programa y hago el guion: nadie me amenaza. La amenaza de fondo es que si cambiara el mundo me echarían, pero ya está. Cuando escribo, aplico parámetros claros: por ejemplo, limitar el exabrupto, no dar escaparate al odio. Eso es oficio. Revisamos mucho, editamos. No es autocensura, es proceso: quitar la broma reiterada que genera bilis innecesaria», aseguraba Buenafuente con la contundencia de quién conoce al humor de tú a tú.

«El humor ayuda a soportar la realidad, no tanto a comprenderla. La realidad es dura, y el humor aligera. El límite es el dolor: en el dolor no hay humor. Esa es mi frontera». Habla Buenafuente y habla también su experiencia y la carrera de quién ha hecho humor durante años y años, en etapas más prósperas y también de crispación.

Reconoce que las empresas son filtros editoriales, pero niega que pase en RTVE, al menos en su programa: «Estamos trabajando con una libertad editorial y de movimiento. Yo lo voy a seguir diciendo. Hay gente que no se lo cree, dicen «qué va a decir», pero es así. Si estuvieran con el aliento en el cogote, yo a estas alturas diría: chicos, no tiene sentido, no pasa nada. Pero a mí nadie me dice nada, y eso da una responsabilidad: que la gente no vea un loco aquí con un embudo disparando a todos lados. Cuando te dicen «tú verás, tú mismo», toda la presión la tienes tú, tu equipo y tu concepto de la televisión. Me parece lo ideal para trabajar, y no siempre lo he tenido», asegura, aunque al mismo tiempo matiza. «Las empresas son filtros editoriales, y esto es así. Hacemos lo que podemos para aproximarnos a la objetividad desde la línea editorial de tu empresa. A veces lo he llevado bien, otras mal, pero lo he entendido: me das trabajo, pero no me dejas hablar de esto… bueno, lo haré con ironía».