«Las pasiones alegres del feminismo. O cómo agitar la imaginación política contemporánea» (Siglo Veintiuno Editores), navega entre remolinos, corrientes cruzadas y subterráneas por las ideas y las acciones que surgieron en aquello que se llamó la marea verde y que ganó las calles en buena parte de las dos últimas décadas, en Argentina, Chile y Uruguay. Las mujeres y el colectivo LGTBQ+ hoy se diferencia claramente, en sus pensamientos, sensibilidad y acciones, de lo que ocurrió con las militancias de los sesenta y setenta, que negaron la subjetividad o la pusieron en un muy incómodo segundo plano. Esa línea aún se sostiene en las praxis dogmáticas de muchas organizaciones progres y ni que hablar en las retrógradas y conservadoras. Pero cada vez más lo personal es político y las subjetividades van alcanzando un protagonismo inédito en la historia latinoamericana contemporánea.

«Una corriente vibrátil recorre el cuerpo colectivo. Hay expectativa. Está a punto de suceder. Cada quien busca su pañuelo triangular verde. Lo desata del cuello, de la muñeca, de la mochila, de la cartera», escribe en detalle y con emoción Vacarezza, quien se acercó a las luchas de las mujeres a fines de los noventa por un camino alternativo: la música hardcore, el punk y los circuitos de cultura anarquista.»Los pañuelos se desamarran con prisa y enseguida, en un instante, los cuerpos y los brazos se extienden y se despliegan para levantar los pañuelos en el aire. La acción coordinada de cuerpos y objetos expresa un cambio de estado. Lo que había estado encogido y anudado se libera de sus ataduras y se eleva».

El libro recorre  las dimensiones emocionales en las demandas de los derechos transfeministas  

«Las pasiones alegres del feminismo» pone en su verdadera dimensión la sensibilidad de los afectos. Como dice Cecilia Macón: «La trama afectiva establecida por el cisheteropatriarcado -donde se adjudica a las mujeres afectos sentimentales, irracionales, nimios, apolíticos- confirma una estructura que puede y ha sido demolida de las más variadas maneras». Los feminismos latinoamericanos politizaron y llevaron al espacio público el dolor y el duelo asociados con la criminalización del aborto. Perejil y agujas de tejer expresan formas insidiosas del daño e impugnan la violencia estatal. Otra forma de intervención que empujó la aprobación de las leyes verdes fue la personalización, con los testimonios del «Yo aborté». Del mismo modo, la apropiación del misoprostol y las brigadas de asistencia cuando aún no se podría abortar en el hospital, fueron una conquista.

Otro logro enorme fue superar la necesidad de justificar, arrepentirse, culparse y disculparse, sobre todo para las más jóvenes. Como dijo la pensadora brasileña, discípula de Deleuze y Guattari, Suely Rolnik, «se deshacen ciertos mundos -pierden su sentido- y se forman otros que se crean para expresar afectos contemporáneos en relación con los cuales los universos vigentes se han vuelto obsoletos»

Los repertorios emocionales que emergieron son complejos. Incluyen la esperanza, la alegría, la solidaridad. También la decepción y la obstinación. Forman todos una constelación que da fuerza a las demandas por los derechos femeninos. Instalados en la agenda pública, estos temas fueron expuestos con claridad, inspirando y agitando la polvorienta política actual. Lo hicieron a través de coreografías, esculturas, memes, canciones, pelucas, maquillaje y otras tácticas disruptivas. La conciencia que creó esta guirnalda de tópicos emergentes acaso sea un muro de contención que detenga la ola libertaria de la ultraderecha. Sin embargo, el fenómeno de los feminismos no es una burbuja protegida. No es infalible. Pero tener presente y reivindicar la alegría de esa lucha puede resultar un antídoto frente a las pasiones tristes creadas por las fuerzas del mal.