Así empezó a escribir Extraño río, no sólo con el recuerdo de sus viajes de adolescencia, sino volviendo de nuevo acompañado de familia y amigos sobre esas rutas que recordaba y descubriendo nuevas. “Yo había hecho otra parte del Danubio con mi familia, la parte austríaca, pero cuando fui a localizar había cambiado mucho, ahora hay una autopista, y entonces tuve que reconfigurar y ahí pensé en ir al inicio del Danubio, que tiene más sentido con la película, por esa idea del río que va creciendo, y a la vez en un sitio, en Alemania, la Selva negra, donde se ha escrito el romanticismo alemán… De repente todo cogió mucha coherencia, y ahí entonces volvimos con mi familia, con amigos, y estuvimos todos localizando mientras viajábamos, o sea, localizábamos juntos”.

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Localizando, viajando y escribiendo esta historia de despertar sexual, de educación emocional y sentimental. Dídac tiene 16 años, claramente ha ido a regañadientes a ese vieja familiar. “Yo me acuerdo de ese momento, que no quería viajar con la familia y tenía que encontrar excusas para que algo me atrapase, me reflejo mucho en él, en alguien que no tiene una mala relación con su familia, pero que preferiría estar con Gerard, el chico que le gusta y pasa de él”, cuenta Claret. Ese es el punto de partida de su viaje personal, pero como su madre (Nausicaa Bonín) le dice tenían que forzarlo, “puede ser el último verano que pasen juntos”.

El viaje en bici sigue con todos sus inconvenientes, las lluvias, perderse en el camino, no saber dónde dormirán… todas esas cosas que hoy, Claret, aprecia y repite en sus viajes, aunque en su momento, como su personaje, aborreciera y le enfadaran. “Ahora, a mí, me gusta mucho ir a los sitios y perderme un poco”, admite.

Extraño río

Jaume Claret con su protagonista.

Elastica Films