La publicación este viernes del duodécimo álbum de Taylor Swift, The Life of a Showgirl, ha vuelto a dotar de actualidad a una de las mujeres más famosas, torturadas e inspiradoras de la literatura universal: la Ofelia de Hamlet, la figura que se ve condenada a la locura y el suicidio tras conocer que su padre ha sido asesinado por el hombre al que ella ama, tal como figura en la célebre obra de Shakespeare, que vio la luz originalmente en 1623. Más de cuatro siglos después, Swift apela de nuevo a esta popular heroína en la primera canción de las doce que configuran su nuevo disco, The Fate of Ophelia, en la que agradece la aparición en su vida de una presencia redentora [en alusión, se entiende, a su actual prometido, Traves Kelce] que le ha evitado que ambas compartan el mismo desolador destino, aunque sea de forma metafórica.

Sin embargo, aunque la oscuridad que envuelve a Ofelia es innegable, para las escritoras Mar García Puig, Alana S. Portero y Noemí López Trujillo no hay que olvidar que la vigencia y la fascinación que sigue despertando este complejo mito en la actualidad se basa también un factor de indomabilidad y emancipación femenina que trasciende, con mucho, la mera tragedia.

Taylor Swift

Imagen promocional de ‘The Life of a Showgirl’.Mert Alas & Marcus Piggot

Mar García Puig, autora de ‘Esta cosa de tinieblas’ (En Debate, 2025) y ‘La historia de los vertebrados’ (Random House, 2023)

“Ofelia no deja de ser una mujer engañada y abandonada por una masculinidad misógina. Recordemos lo que le dice Hamlet: ‘Aunque seas tan casta como el hielo, pura como la nieve, no podrás escapar de la calumnia. Vete a un convento. Adiós. Pero, si necesitaras casarte, hazlo con un tonto; porque los hombres listos saben bien que las mujeres los convertís en monstruos’. Por eso Ofelia se suicida, porque no tiene alternativa. Sabe que como mujer, en un mundo dominado por estos hombres, solo la podría haber salvado el amor, y cuando Hamlet la rechaza, siente que no le queda nada. Un poco todas hemos sido educadas, aunque sea de forma más inconsciente, con la idea de que el amor nos salvará. Y muchas veces nos sentimos abandonadas, menospreciadas, por algunos hombres y su misoginia. De ahí la fascinación por Ofelia, porque es una especie de espejo, y en su muerte hay algo de rebeldía pero también paz. John Everett Millais pintó a una Ofelia, además, que encuentra una muerte bella y tranquila, y frente a la desesperación de la que a veces somos presas, ella es una especie de refugio”.

Alana S. Portero, autora de ‘La mala costumbre’ (Seix Barral, 2023) y el poemario ‘La habitación de las ahogadas’ (La Bella Varsovia, 2025)

“Creo que lo que nos apela del mito de Ofelia es que, después de las clásicas griegas, es una de las primeras mujeres de la literatura que encarna un arquetipo con una dimensión dual: para los hombres, es la loca; para nosotras, la mujer a la que vuelven loca. Sufre la luz de gas, el maltrato y la violencia de Hamlet y eso acaba abocándola al suicidio. Pero es importante resaltar que ella muere segura de su amor. Sabe que no se ha equivocado: que le prometieron ser amada, que no se lo ha inventado. Y no renuncia a ese lugar, a su verdad. Pierde la cabeza antes que perder el corazón y a mí me parece uno de los personajes más conmovedores de la historia de la literatura. Luego, en una lectura muy personal que hago yo, me parece que, por su muerte en el agua, tiene algo del arquetipo femenino mágico que encarnan las ninfas de las fuentes –las vivianas, las melusinas–, que son las hadas bondadosas en contraposición a la Morgana, y son mujeres a las que sus caballeros las traicionan siempre. Ofelia pertenece un poco a esa genealogía de figuras atrapadas entre dos mundos. Y quizá su volver al agua es su manera de rechazar el mundo que le ofrece Hamlet, porque no es el suyo”.

Noemí López Trujillo, autora de ‘Me dibujaron así’ (Península, 2025) y ‘El vientre vacío’ (Capitán Swing, 2019)

“La locura de Ofelia es, como lo era por ejemplo la histeria en el siglo XIX, una forma de protesta. La locura de Ofelia es una forma de desacato que además les pone a los hombres un espejo muy incómodo en frente: que la fatalidad es masculina, y no femenina. El hombre fatal es el que nos castiga por desear demasiado, por no comportarnos con moderación o, incluso, por hacerles perder a ellos la razón, que es en última instancia el lugar desde el que construyen y mantienen su supremacía. La pérdida de la razón (esa locura) es para ellos su forma de constatar nuestra animalidad, y para nosotras es un grito desesperado en una lengua que conocemos bien. Ofelia produce fascinación porque su representación es como conectar con los lamentos de otras mujeres que enloquecieron antes que nosotras. Además, que su simbología se sostenga sobre las flores (la alegría, la belleza) y el agua (las lágrimas, los fluidos femeninos) puede servir como una reivindicación de esos elementos femeninos relacionados con lo emocional, tan vilipendiado desde la mirada masculina”.

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