Sábado, 4 de octubre 2025, 23:22
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Tercer festival a beneficio de Aerscyl. Tres cuartos de entrada en los tendidos en tarde soleada y primaveral.
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GANADERÍA
Novillos de San Pelayo, con franqueza pero aquerenciado en tablas, de nombre Veleto nº 61 fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; Montalvo, noble y bueno; Domingo Hernández, vibrante y encastado, Mimado nº 56, premiado con la vuelta al ruedo; Charro de Llen, poderoso, terminó desarrollando peligro; y Casasola, noble pero rajado. -
DIESTROS
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GUILERMO HERMOSA DE MENDOZA
Pinchazo y rejonazo (dos orejas). -
JAVIER CONDE
Pinchazo, estocada casi entera defectuosa, trasera y atravesada (dos orejas de las que solo paseó una). -
BORJA JIMÉNEZ
Estocada (dos orejas y rabo). -
ANTONIO GRANDE
Media y tres descabellos (oreja). -
ÍÑIGO NORTE
Pinchazo y estocada (dos orejas).
Hubo tres ovaciones que se clavaron en el alma. Una, la primera, y no por repetida en todas y cada una de las seis ediciones del festival, fue cuando, roto el paseíllo, la familia de Aerscyl apareció en el ruedo, con su drama y su grandeza a cuestas, envueltos en los pañuelos amarillos —que han desterrado del mal fario al toreo para convertirlo en el color del orgullo, el compromiso y la solidaridad— enarbolando todos juntos la palabra ¡Gracias! Y más que gratitud es el ejemplo que dan todos y cada uno de esos pequeños al resto de los mortales en todos sus días, con la grandeza de demostrarnos que los raros somos el resto de los mortales. Y para gratitud, la de López Chaves, para quien fue otra ovación clamorosa que le descubrió, sin ningún ánimo de protagonismo, envuelto en aquella marea amarilla de la chavalería de Aerscyl y sus monitores. Unos y otros con lágrimas en los ojos le mostraron una vez más su admiración, su pasión y su entrega más absoluta para quien se ha convertido en el mejor padrino que jamás pudieron encontrar. Y la tercera ovación fue para Julio Norte, que no hizo el paseíllo, que no toreó y que no estaba siquiera anunciado en el cartel. Pero Íñigo Norte le sacó al ruedo para brindarle la muerte de aquel Fandango de Casasola que cerró la función. Fue la admiración de hermano a hermano para reconocer el drama que ha vivido en los doce últimos días tras la gravísima cornada que sufrió en San Agustín de Guadalix y de la que ayer hizo su primera aparición pública, que no solo fue eso sino que significó la admiración de la afición de Salamanca que ya lo tiene como un nuevo referente, sin casi haber roto aún el cascarón, pero habiendo demostrado ya tanto. El público en pie… La emoción de las tres ovaciones se clavó en el alma, por la cruda realidad del día a día, por el compromiso y la solidaridad más sincera;y por el reconocimiento a la parte más dura del toreo. Por ese orden reconocieron a los protagonistas en cascada.
Fue lo más importante. Lo que sucedió en el ruedo a partir de ahí, queda en un segundo plano. Y la innecesaria benevolencia del palco mucho más allá… A más de uno le dejó ojiplático cuando apareció el pañuelo azul que premiaba con la vuelta al ruedo en el arrastre al novillo de Capea que se aquerenció en tablas pasado el ecuador de la faena; así como la concesión del doble trofeo a Conde por una faena que fue un quiero y no puedo y estuvo, además, mal rematada con la espada. Por festival que sea, por mucha generosidad que se quiera inyectar a la causa hay cosas que sacan las vergüenzas a la sensatez.
La actuación más rotunda, también la más arrebatada, la firmó Borja Jiménez ante un bravo y temperamental novillo de Domingo Hernández, que también fue premiado con más justicia con los honores en el arrastre. Era Mimado y no necesitó mimos si no autoridad, mando y exigencia. El ansia de Borja Jiménez le llevó a tratarlo con demasiada velocidad en los primeros compases. Agitado y movido. Le saludó por faroles de rodillas, le brindó la faena a Chaves, pero no le vino bien a la codiciosa condición del novillo de Traguntía esa velocidad en el inicio del trasteo y tampoco le gustó que el torero se metiera luego en sus terrenos cuando acortó las distancias, en las que estuvo más asentado y templado en un derroche de valor y autoridad. Ahí disparó el diapasón y se lanzó sin red. En cuanto más templado estuvo, más y mejor se entregó el novillo.
El peor parado fue Antonio Grande, que salió con una paliza soberana. El Melonero de Charro de Llen fue el de más cuajo de todos, codicioso y encastado, pidió exigencia y mando en la muleta y cuando lo sintió así fue agradecido en las embestidas; cuando no se impuso puso en aprietos a Grande, tanto que en uno de esos pasajes llegó una formidable voltereta y una espeluznante paliza después que le dejó noqueado. A partir de ahí, tiró de arrestos sin volver la cara el torete de Llen sacó cada vez más complicaciones sin permitir ya ni un alivio ni tampoco un fallo.
Javier Conde firmó una faena larga a un buen novillo de Montalvo que fue mejorando cada vez más en la lidia, en la que el veterano diestro no pasó de precavido, voluntarioso, distante unas veces e inspirado otras. Y todo con intermitencia en una obra en la que jamás se impuso ni fue capaz de someter a su oponente. Por su parte, Guillermo Hermoso abrió la función dominando y tratando de corregir los defectos y quitar las querencias al pupilo de Capea con el que ya se descorchó el festín presidencial. Mientras que Íñigo Norte firmó uno de los pasajes más caros de la tarde en el saludo capotero al novillo de Casasola que cerró la función. Por la calidad y el gusto, por el arrebato y el sentido. No le duró en la muleta, le faltó entrega antes de que se rajara. Se le intuyen aires de torero a tener en cuenta…
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