Pilar Manchón es la mente pensante que está detrás de la estrategia de Inteligencia Artificial de Google y está convencida de que esta tecnología puede democratizar el acceso a la salud o la educación. Es una férrea defensora de que la IA está llamada a … impulsar nuestro futuro profesional: «cualquier persona, incluso sin formación, puede hacer ahora cosas maravillosas». «Es un momento de empoderamiento y de soñar, de reflexionar hasta dónde puedes llegar con herramientas que te están dando un impulso brutal», asegura.
A la directora sénior de estrategia de investigación de IA de Google le gusta jugar con Nano Banana y es una fan absoluta de Notebook LM. Aguda, perspicaz y muy cercana, trata de no dar demasiadas pistas sobre cómo será el futuro en el gigante tecnológico, pero sí se moja sobre asuntos polémicos como la regulación de estas herramientas o las diferencias de seguridad entre Google, Meta y otros competidores.
—¿Cómo convencería a los escépticos de que la IA no es un monstruo que viene a dejarnos sin trabajo?
—Con datos. Si alguien está cerrado de mente, no importan los argumentos porque no va a cambiar de opinión. Pero quienes tienen capacidad de raciocinio pueden entenderlo. ¡Tenemos una gran oportunidad! Es una herramienta que nos empodera hacer más, más rápido, con mayor calidad y que nos da acceso a cosas que antes ni siquiera podíamos soñar.
Cualquier persona con casi ningún nivel de formación puede hacer cosas maravillosas. Es un momento de empoderamiento y de soñar, de reflexionar hasta dónde puedes llegar con herramientas que te están dando un impulso brutal. Podemos construir un mundo maravilloso y dar acceso a la educación y a salud. El potencial para convertirnos en mejores personas y mejores sociedades es brutal. Ahora bien, hay riesgos asociados, claro que los hay. Cualquier gran herramienta con gran potencial puede ser utilizada de manera inadecuada.
—¿Los gobiernos toman a la Inteligencia Artificial con la seguridad que le corresponde y la están regulando de forma adecuada?
—Desde Google abogamos por una regulación responsable. Debe ser suficiente para mitigar los riesgos y evitar problemas, pero sin ahogar la innovación. Conseguir una regulación perfecta a la primera va a ser complicado para cualquier país. Algunos pecarán de exceso, otros lo harán de forma insuficiente, pero aprenderemos los unos de los otros.
La legislación española no facilita la venta de empresas como la mía
—Desde Estados Unidos nos llegan varias opciones de IA generativa, mientras que en China está DeepSeek. ¿Qué pasa con Europa?
—Europa tiene el potencial para jugar un papel fundamental. Ahora estamos por detrás de los grandes líderes, sobre todo de Estados Unidos, pero no hay razón para no invertir más. Hay que crear incentivos para que los investigadores y desarrolladores no acaben marchándose a terceros países para crecer.
—¿Cómo será el Internet del futuro en Occidente?
—Me voy a poner el sombrero de futurista. Tengo una visión, pero no sé si acabará siendo así, porque yo no soy precisamente la persona promedio. Creo que vamos a llegar a un punto en el que los interfaces van a ser transparentes. Tendremos acceso a mucha inteligencia de forma totalmente natural y contextual. Imagina que estamos aquí y le preguntas a Gemini a qué hora sale mi tren, tal vez se encienda esa pantalla y aparezca la información. Será un mundo empoderado por la IA ambiental. El futuro es emocionante y muy personalizado.
—¿En qué momento pensó que la IA lo iba a cambiar todo?
—Llevo en el mundo de la IA más años de lo que me gustaría admitir (Ríe). Empecé muy joven con los sistemas de diálogo y le vi un futuro interesantísimo. Empecé a imaginar lo que se podría conseguir y, por eso, hice el doctorado para ver en qué dirección se podría avanzar.
—Usted fundó una ‘startup’ que fue elegida por Intel para lanzar una alternativa a Siri. ¿Cómo se negocia la venta de una empresa con un gigante sin morir en el intento?
—Es igual que un maratón. Hay que tener una estrategia a largo plazo. ¡Siempre estás con una diferencia clara de poder! En las reuniones había 27 personas: 25 representando los intereses de Intel, y mi abogado y yo. Cada uno hacía preguntas muy detalladas, hubo conversaciones que eran casi como los interrogatorios de las películas.
Las reuniones eran a horas intempestivas, ellos estaban en Estados Unidos y yo con un niño pequeñito. Preguntaban sobre partnerships, cultura de la empresa o dinero en el banco. Quieren saber si tienes controlada la gestión de la empresa o si eres una persona de papel y son otros los que hacen el trabajo.
Aprendes muchísimo y es una ‘stamina’, como decimos en inglés. Fue bonito, era la primera empresa que Intel compraba en España. La legislación española no facilita que empresas como la nuestra se compren por parte de terceros. Hubo incluso conversaciones con el Gobierno porque un Ministerio pedía un informe de otro Ministerio, pero ese otro se negaba a emitirlo. ¡Hubo situaciones kafkianas!
Enseñé a bailar sevillanas a las ejecutivas de Silicon Valley y vinimos juntas a la Feria
—¿Cuánto tiempo se demoró la operación y personalmente cómo vivió el proceso?
—¡Muchos meses! Fue duro, emocionante y bonito. Las grandes empresas suelen ser un poco timoratas cuando surgen problemas o zonas grises. Cualquier problema o roce con el Gobierno porque faltara un papel podría mandar la operación al traste.
—¿Por qué pensó usted que había llegado el momento de vender?
—Un cúmulo de contextos personales, profesionales y tecnológicos. Nunca había trabajado con una gran empresa y mi percepción de lo que era Intel era muy diferente a la realidad. Inocentemente y de manera muy ingenua, pensaba que tendríamos cierto nivel de independencia y que podríamos conseguir más y más rápido con mayores recursos. ¡No solo íbamos a tener a Intel como inversor sino como cliente y plataforma de lanzamiento!
Como ‘startup’ y sin saber que no era cierto, lo vi como una oportunidad. ¿Sacrificar tu gran visión de super CEO y hacerlo sola o acelerar su crecimiento tecnológico a través de una plataforma global que en teoría puede hacer que se convierta en algo mundial? Inocentemente pensé que era la mejor opción, pero luego entras en una gran empresa y es otra dinámica. Al final no se lanzó el proyecto original por el que nos habían comprado. Ellos adquirieron nuestro software para lanzar su propia Siri.
—¿Qué consejo le daría a un emprendedor que se pueda enfrentar a un proceso similar?
—Tiene que escuchar a su intuición y a sus ‘advisors’. Normalmente te rodeas de un consejo formado por inversores y gente de la industria, pero también está la parte personal. En mi caso, me había divorciado y no le dedicaba suficiente tiempo a mi hijo. Lo vi como una oportunidad de asegurar su futuro sin tener que trabajar 20 horas al día. ¿Mi papel como madre estaba bien o mal? Quise creer en lo que me vendieron de que era una oportunidad para hacer más, pero luego no fue así. No fue una mala decisión, aunque quizás tampoco la mejor.
—¿Volverá Pilar Manchón a España a lo largo de su vida profesional?
—Vuelvo a España unas cinco veces al año. No me sacan de aquí ni con agua caliente, pero a nivel profesional no lo sé. Ahora mismo siento que soy más útil a España desde fuera. Las personas que tenemos las raíces bien profundas, pero que estamos en la diáspora, somos testigos de lo que ocurre en el mundo exterior e intentamos hacer efecto palanca para ilustrar a quienes están aquí sobre cómo pueden beneficiarse.
El otro día me preguntaron si alguna vez me había avergonzado de ser andaluza. Me sorprendió muchísimo. ¿Sabes qué? El año pasado traje a un montón de ejecutivas de Silicon Valley a la Feria de Abril y antes habíamos estado quedando todos los jueves en mi casa para aprender a bailar sevillanas.