Mientras los bombardeos siguen arrasando Gaza indiscriminadamente -el último se produjo el pasado 4 de octubre cuando el actual plan de paz cocinado por Trump y Netanyahu ya había empezado a caminar-, la sociedad civil israelí, alejada física y mentalmente del conflicto, vive su sueño gracias a un día a día anodino en el que la gente acude tranquilamente a bares y restaurantes, va al cine y al gimnasio o queda con los amigos para emprender cualquier actividad de ocio. También lee. Las librerías de Tel-Aviv o Jerusalén son un buen lugar para percibir cómo la sociedad israelí vive de espaldas a las matanzas en la franja. En los dos años trascurridos desde el terrible atentado de Hamás, no puede decirse que no se hayan editado libros en hebreo sobre el conflicto desencadenado por el ataque de Hamás el 7 de octubre, hace exactamente dos años. Han sido unos 300 títulos, pero en ellos es imposible atisbar un solo sesgo crítico hacia la aniquilación palestina.

Esa insensibilidad ha sido condenada por el editor israelí de origen argentino Uriel Kon al frente de Tesha Neshamot (siete vidas), uno de los sellos independientes de más prestigio en el país, ubicado en Tel-Aviv, quien desde el pasado agosto incluye en la contraportada de sus libros una nota en la que declara su oposición ante el asesinato de inocentes en Gaza pidiendo además el alto el fuego inmediato y el regreso de los rehenes. El anuncio, recibido con burlas, boicot y un silencio atronador por parte de sus colegas de profesión, ha disparado su ostracismo. “Los libros que se pueden encontrar en las librerías israelís relatan experiencias de rehenes liberados o experiencias y anécdotas de los militares, nada más. Sé de sociólogos o antropólogos que han tenido que publicar sus textos en otros idiomas. Y desde luego, no busques en las dos grandes cadenas mayoritarias que se reparten las librerías en Israel textos de autores palestinos. No los hay”, explica Kon, columnista habitual de ‘Haaretz’ , el diario más crítico con Netanyahu, que ha editado en su sello ‘Léxico para para una sociedad conjunta’, un libro bilingüe que recoge textos de 20 autores alrededor de la idea de la construcción de una sociedad árabe-hebrea.

La librería de Uriel Kon en Tel-Aviv, Tesha Neshamot.

La librería de Uriel Kon en Tel-Aviv, Tesha Neshamot. / EPC

Tarde y con ambigüedad

También reprocha el editor una cierta doble vara de medir por parte de los escritores israelís más internacionales, como David Grossman, quién pese a haberse declarado contrario a la política de Netanyahu no ha sido, según la opinión del editor, lo suficientemente contundente, especialmente en sus declaraciones en los medios de comunicación israelís. Ha tenido que ser el pasado agosto y en el diario italiano ‘La Repubblica’, mientras crecía la repulsa internacional, cuando finalmente empleó la expresión ‘genocidio’ –que se había negado a utilizar hasta el momento- para definir el conflicto. En Israel solo un 5% de ciudadanos reconoce que se está realizando una ‘matanza’, no un genocidio, que excedió los límites.

“Muchos intelectuales israelís -dice Kon- manifiestan su rechazo en otros idiomas y en medios de comunicación extranjeros, pero no en Israel. Grossman no se ha manifestado con la misma contundencia en los diarios israelís. En estas publicaciones, muchos autores contrarios a Netanyahu escriben con una cierta retórica oscura como para que sus críticas se lean con precisión”. Y añade que Grossman, a quien solamente toma como un ejemplo, bien podría adoptar medidas más poderosas como pedir que sus libros no sean distribuidos en los territorios ocupados o condenar la política de Netanyahu en una nota que acompañe sus libros. “No lo hace. Condenar la situación tarde y con ambigüedad es mejor que nada, quizá, pero es muy poco”.

“Todas las sociedades fascistas necesitan socavar la cultura para que las atrocidades puedan ser cometidas sin molestias”, diagnostica Kon. Y abunda en que eso ocurre en un país en el que la tasa de lectura ha caído un 40% en los últimos años y un 50% desde el inicio de la guerra. El editor se duele de las escasas, si no nulas, voces de peso que en estos momentos se plantean un diálogo frente a una futura reconstrucción. “En general la gente y muchos intelectuales están deseando que cesen las críticas internacionales, les molesta que los hagan a un lado en el fútbol o en Eurovisión. Les duele, tristemente, mucho más que el boicot llevado por autores como Sally Rooney y otros. Es difícil que una novela cambie el pensamiento de nadie”.

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