El estudio de Ramon Enrich en el barrio del Rec de Igualada, el que durante siglos acogió adoberías y otros oficios, es tan caótico como uno se imagina un taller de artistas. Está lleno de trapos, cuadros a medio pintar, potes y baldes que hacen que el miedo de derramar algo sin querer siempre esté presente. En una pared destacan una escalera de colores que denota mucho trasiego arriba y abajo de los lienzos y un cuadro casi terminado que refleja el estilo de Ramon Enrich, una pintura con dos fábricas y dos chimeneas que parecen agujas y que habla del manejo de espacios, proporciones y tonalidades intensas. “Se llama Dos aguas, por los tejados”, explica el pintor conocido por sus paisajes industriales y arquitectónicos con toques de surrealismo moderado.
Ramon Enrich (Igualada, 1968) ha transmitido su vocación artística a sus dos hijos, que firman sus obras como Enrich.R, el primogénito, e Isidre Enrich, el más joven. Un legado familiar que ya inició su abuelo, un fabricante textil con talento y vocación para el dibujo y una gran pasión por las artes. Los tres trabajan por separado, pero comparten familia, estudio, herencia, una exposición conjunta que ha sido una de las grandes propuestas del Estudio Laterna de Eivissa este verano, y varias características comunes en su estilo, como los colores terrosos del Mediterráneo que visten los paisajes del padre, las composiciones abstractas de Enric. R y los lienzos florales de Isidre Enrich.
El origen de sus obras: una flor en el centro del lienzo
Ritchie Jo
En las escenas inquietantes del padre, la luz levantina es intensa y suelen verse también edificios de carácter industrial que recuerdan a los de Igualada. “Me gusta mucho jugar con la ironía de lo que puedo construir pintando y que los arquitectos no pueden crear”, afirma en un diálogo compartido con sus hijos. “Mis pinturas son como visiones casi oníricas, sin funcionalidad, una representación escenográfica, un trompe à l’oeil, no son reales”, detalla el artista, que ha expuesto en galerías de Nueva York, Hong Kong, Berlín, Ámsterdam o Roma entre otras ciudades de referencia del arte vanguardista.
Para Ramón Enrich, lo peor que puede pasar en un cuadro es que sea cómodo, bonito e inexpresivo, y busca un punto de serenidad y, también, de “mala leche”, confiesa, y eso es en parte lo que ha querido traspasar a sus hijos. Padre e hijo mayor son los Ramones de Igualada. Ambos comparten el mismo nombre, pero Enrich. R., nacido en el 2001, renunció a utilizarlo para evitar confusiones y decidió girar apellido y nombre.
Mi obra es como una ventana al mundo que no puedo poner en palabras porque el origen siempre es múltiple”
Enrich. R
Enrich. R pretende decir mucho con poco, apenas unos trazos y unas líneas, una exploración del movimiento a través del arte más abstracto. “La línea, la forma, la degradación, el agua… son elementos que son excusas para crear algo que lleve a cuestionar sobre el proceso, sobre la gravedad de las cosas”, describe con convicción.
Ramon Enrich, en sus inicios como artista, pasó temporadas en Frankfurt y Berlín, y es conocida su escapada al desierto de Texas para ir a ver a su ídolo Donald Judd y su amistad con David Hockney. Enrich. R comparte esos referentes y además se inspira en Brancusi, Rothko o Hernández Pijuan, pero sin renunciar a la luz mediterránea, intensa y profunda como su mirada, algo que tiene en común con su padre y su hermano.
“Me fui a Londres a conocer a Richard Long, le mandé un email donde le comentaba que crecimos en nuestra familia con sus libros y que siempre hemos homenajeado su trabajo en muchas de nuestras charlas, porque es muy sublime. Le pregunté si podía ir a visitarlo y me invitó a pasar un día con él, me recibió en su casa, comimos juntos y pasamos una tarde caminando por Hampstead. Fue genial, algo con valor añadido y al final fue como una relación abuelo nieto, hubo mucha naturalidad”, recuerda.
Sus referentes: Brancusi, Hernández Pijuan o Rothko
Nacho Alegre
Enrich. R, que pese a su juventud ya ha expuesto en Nueva York, Berlín, Copenhague o Bilbao y ha participado en ferias como Art París o Estampa, intenta respetar la armonía y belleza de las formas mientras se plantea el misterio de la creación artística. El resultado son pinturas de formas asimétricas y fugaces que van más allá de lo superficial para adentrarse en lo que no se ve a simple vista. “Mi obra es como una ventana al mundo que no puedo poner en palabras porque el origen siempre es múltiple”, dice.
Por su parte, Isidre Enrich (Barcelona, 2002), el pequeño de la saga familiar, trabaja en la frontera entre el arte figurativo y el abstracto o, lo que es lo mismo, a medio camino entre el formato de su padre y el de su hermano mayor. Para él, todo comienza siempre con una flor en el centro del lienzo. A partir de esa forma reflexiona sobre el paso del tiempo y la belleza de lo efímero. “Recuerdo que una vez comencé pintando flores tal como son, y luego empecé a cambiar los colores de las macetas hasta que pinté una flor toda de azul y me dije, pues esa es su identidad, y a mi padre le gustó mucho, y ya la dejé así”, explica Isidre.
Isidre Enrich: una familia de artistas
Enrich³ Fábrica de talento
Cada una de las composiciones de Isidre destaca por el equilibrio entre estructura y gesto, entre la precisión de las formas y la vulnerabilidad de lo que representan. De esas obras, se pueden ver algunas en el estudio de Igualada, como una de 2024 en la que predominan los tonos rosas y rojos. Isidre la ha llamado F27, pues “más que llamarlas, las enumero”, comenta mientras muestra el rincón de trabajo de cada uno de los Enrich. “Isidre tiene mucha expresividad y es capaz de transmitir mucha emoción en el trazo, algo que es muy difícil porque es una cosa de pulsión que no se aprende en ningún sitio y él aprovecha este recurso”, interrumpe Ramon.
Los lenguajes distintos, pero complementarios se vieron plasmados en el Estudio Laterna, en Santa Gertrudis (Eivissa), en la exposición Enrich³, comisariada por Luis Galliussi, que vio el escenario perfecto para reunir a los tres Enrich porque “no solo es una galería de arte, sino un universo, un espacio donde pasan cosas relacionadas con la vida, el arte y, en este caso, la familia”, afirma el arquitecto que se define como antidecorador.
Esta exposición llegó de forma inesperada, como suelen aparecer las cosas importantes: “a través de una invitación, una intuición y un encuentro”, afirman Andrea Sánchez y Ricardo Jarpa, fundadores y directores del Estudio Laterna.
“Ver el suelo manchado, las manos llenas de pinturas…Para un niño es un mundo vivo”
Enrich. R
“Creo que ambas generaciones comparten una pasión por los colores del Mediterráneo, que también vemos en Eivissa. En su estudio de Igualada (donde hasta la mugre está llena de exquisita belleza) pude ver cómo el carácter industrial de la zona les había influido tanto a padre como a hijos”, añade Galliussi, que a pesar de que le encantan las obras arquitectónicas y oníricas de Ramon Enrich, cercanas al universo de Giorgio de Chirico, reconoce que sus favoritas son “sus mágicas y silenciosas esculturas móviles, que dibujan en el aire con cada vuelta que dan”.
Enrich. R e Isidre desde pequeños han convivido con el arte de su padre, aunque sus primeros dibujos los vivían solo como un juego. “Ver el suelo manchado, las manos llenas de pinturas…Para un niño es un mundo vivo”, recuerda Isidre. “Sí, era como un juego, pero no lo hacían con acuarelas, sino con pinceles y brochas grandes, con telas, desde pequeños sabían lo que era hacer un cuadro de dos metros por dos metros”, añade Ramon.
En el estudio que comparten los tres
Nacho Alegre
Se maravillaban también con las mezclas de pintura, la reacción al secarse, cómo tensaban las telas y desde entonces conservan una devoción por el pigmento, la parte física del cuadro. El trabajo de los artistas es cada día, porque pasan muchas cosas, según Enrich. R, quien está ultimando una exposición en Londres para diciembre. Isidre Enrich exhibirá pronto en Barcelona y Ramon Enrich mostrará su trabajo en Nueva York y Londres.
Cada uno tiene sus galerías, contactos y clientes propios, aunque comparten logística, pinturas, estudio en Igualada, en el barrio del Rec, lleno de fábricas antiguas aunque algunas funcionan y todavía trabajan la piel para marcas de lujo como Gucci, Louis Vuitton o Prada. El taller de los Enrich era un almacén de curtidos en la planta baja y una lavandería en la superior. En otra época el barrio fue testigo de un tejido industrial potente y ahora es un terreno donde los Enrich exploran su creatividad.