Supermassive Games toma el relevo de una de las sagas de terror con más carisma, conservando las herramientas de su éxito y apostando por vivir la pesadilla en cooperativo.

La mente es una de las herramientas más maravillosas del ser humano, ya que con ella podemos imaginar situaciones que nos hagan felices, recordando, imaginando o tomando decisiones. Llevando a que florezcan en nuestro cuerpo sensaciones evocadoras que se nos queden grabadas en la mente como si fueran un tatuaje. Como prácticamente todo lo positivo, también existe el contrapunto negativo y puede ocurrir que las manifestaciones emocionales que surgen de nuestra cabeza opriman lo inmensamente positivo que tenemos a nuestro alrededor, tornándose en sensaciones de miedo, terror o soledad. Normalmente, de hecho, las pesadillas son respuestas emocionales con los que nuestra mente aprovecha nuestro mayor momento de debilidad, cuando estamos durmiendo, para, por medio de una imaginería que parece magia oscura, representarse mediante hechos o figuras abstractas que nunca hemos vivido ni visto, generando angustia y un malestar que puede extenderse en el tiempo. En algunos casos ni siquiera es necesario estar durmiendo para vivir pesadillas que deriven en un desasosiego continuo, porque situaciones o experiencias traumáticas pueden culminar en daños difícilmente reparables, acarreando que estas personas se aíslen y se refugien en sí mismas, con el riesgo que conlleva el hecho de sostenerse en una sola mente. Ya sabemos que cuando se rompe un espejo, nunca vuelve a quedar igual, aunque siga siendo precioso incluso con sus marcas.

Información básica

  • Desarrollador: Supermassive Games
  • Editor: Bandai Namco
  • Plataformas: PS5, Series X/S, Switch 2, PS4, One, Switch, PC
  • Versión probada: PS5
  • Lanzamiento: 10/10/2025

La saga Little Nightmares es una de las que mejor ha comprendido la incomprensible, valga la redundancia, expresividad de la mente y los miedos propios del ser humano, tanto literales como figurados, plasmándolo con una personalidad desbordante y encajando, de paso, con el no menos importante hecho de ser videojuegos divertidos; entendiendo que el género de terror tiene que ser más incómodo que amable. Y lo hace con una inteligencia excelsa, ya que todos hemos sido niños y, en esa etapa, es cuando experimentamos, por lo general, las pesadillas más traumáticas. A veces, con criaturas que simplemente surgen de la mente al leer cuentos o escuchar leyendas urbanas. Por eso, en la saga creada por Tarsier Studios, todo nos parece relativamente verosímil, porque bien podría ser un mal sueño de nuestra etapa adolescente que se ha quedado grabado en la retina. Porque así nacen la fobia a los payasos con globos rojos o a los señores con la cara desfigurada y cuchillas en las manos. Los miedos son cambiantes, así que Little Nightmares III es igual que los anteriores, pero diferente. De hecho, los mencionados Tarsier ya no están al frente de su propia obra, ya que los suecos fueron adquiridos por el grupo Embracer y no pudieron llevarse consigo la propiedad intelectual de Little Nightmares, que pertenece a Bandai Namco, y quienes le encargaron una nueva entrega a Supermassive Games, que de terror saben un rato y, para muestra, ahí están Until Dawn, The Dark Pictures Anthology o The Quarry, entre otros.

Claro que el terror tiene mil formas y, a priori, en Supermassive Games nos tienen acostumbrados a propuestas más similares a los slasher o a las películas de serie B, y ahora tienen delante el desafío de hacernos sufrir con una propuesta diferente, en cuanto a trasfondo y concepción, aderezada con una retorcida ternura que se aleja de los Quick Time Events o los rolletes entre adolescentes en plena ebullición hormonal que aprovechan la oscuridad de las cabañas para darse un revolcón mientras un asesino en serie deambula por la zona cuchillo en mano. Así que, para quitarse ese sambenito al mismo tiempo que respetan la identidad de una marca que ha superado los veinte millones de juegos vendidos, han aportado en Little Nightmares III un cambio no tan sutil como parece, dotando a la aventura de un modo cooperativo online para dos personas que modifica considerablemente la experiencia y se sube al carro de una vertiente que parece haber encontrado su terreno en el sector desde que los juegos de Josef Fares entraron como un elefante en una cacharrería para decirnos que los videojuegos en solitario están muy bien, pero que una experiencia con alguien al lado, tiene un aura distinta. En este punto tenemos dos opciones si no tenemos un amigo con quien jugar o si, simplemente, no nos apetece pagar las cada vez más caras suscripciones mensuales para el online de nuestras consolas: rasgarnos las vestiduras porque aquí no vamos a encontrar un cooperativo local, un hecho de difícil explicación porque se antoja como una experiencia ideal para degustar en el sofá con alguien al lado a quien regañar cada vez que un monstruo nos come; o jugar en solitario acompañados de una IA que, si bien diría que no es lo manera más óptima de vivir esta experiencia, es mejor que nada.

Y es curioso porque hay algo de espiritual en este Little Nightmares III, ya que una pesadilla no suele ser algo agradable que contar, porque es revivir una experiencia traumática e irreal, pero aquí toca sentir que no estamos solos y que tenemos a alguien al lado que pueda empatizar al estar viviendo la misma situación. Un hecho que está representado por Low y Alone, los protagonistas del juego, quienes deben ayudarse mutuamente para escapar de la Nada, el lugar al que hemos llegado no sabemos cómo ni por qué. Si tenéis experiencia en anteriores entregas, ya sabéis que la narrativa es algo abstracta y, en esta ocasión no iba a ser menos. Si bien es cierto que aquí el estilo varía ligeramente. Puede que en los primeros compases de la aventura avancemos sin saber cuál es el trasfondo de los personajes, más allá que el hecho de escapar, que ya es bastante. Aunque los escenarios están repletos de simbolismo y de una narrativa ambiental que tal vez no es tan poderosa como en los dos primeros juegos, en el último tercio de la obra se clarifica bastante el sino de los protagonistas y los oscuros motivos por los que están viviendo ese mal sueño, con unas connotaciones complicadas de digerir que consiguen dejar un pequeño nudo en el estómago.

Para salir de ahí y de alguna forma despertar toca colaborar, la máxima principal de un juego cooperativo. A grandes rasgos, la experiencia varía con el hecho implícito de que no tenemos que llegar al objetivo en soledad, sino que tenemos que estar pendientes de que quien tenemos a nuestro lado sea capaz de atravesar los numerosos peligros que se cruzan en los cuatro capítulos que componen el juego. Hay situaciones que os resultarán familiares, como el tener que pasar a hurtadillas por lugares en los que criaturas con un diseño maravillosamente repugnante irán directamente hacia nosotros sin darnos alternativa en el momento en el que nos descubran, sin darnos opción de respuesta. Muchas veces, y especialmente con el espíritu colaborativo que tiene la obra, acompañado de la particular fisicidad de la saga y el uso de las perspectivas que, en más ocasiones de las que nos gustaría, entorpecen la tarea y restan algo de fluidez, provocarán que nos caigamos desde alturas insalvables o que no nos enganchemos al borde del precipicio en plena huída. La gran mayoría de situaciones que propone la obra se resuelven a base de prueba y error, restando ese componente de imprevisibilidad que nunca está de más.

La experiencia clásica se complementa con las habilidades de los personajes, ya que Low porta un arco para lanzar flechas a distancia y Alone una llave inglesa con la que asestar golpes contundentes. Herramientas a usar en nuestro favor, tanto a la hora de resolver rompecabezas como en momentos puntuales en los que toca enfrascarse en una acción más directa, que afortunadamente son pocos porque aquí venimos a sentirnos como niños desguarnecidos y no como máquinas de matar. Así se consigue un nexo de unión que aporta de un toque más personal y emotivo procedente del hecho de ayudar y proteger a quien queremos y tenemos al lado. En solitario, claro, la experiencia es más impersonal; si bien la IA aliada funciona muy bien, en ocasiones da pistas demasiado evidentes de qué hacer o dónde dirigirnos, rompiendo esa magia experimental que tiene el conjunto cuando dos personas de la mano se dirigen a lo desconocido y debaten cuál debe ser el siguiente paso a dar. De hecho, diría que precisamente por esto se aprecia considerablemente que hay bastantes más escenarios enfocados en la resolución de pequeños puzles y en atravesar zonas plataformeras que las que pretenden hacernos pasar verdadero miedo, si bien es cierto que esos momentos más inquietantes están estupendamente concebidos para dejarnos sin respiración.

Eso sí, hay que remarcar, sin hacer spoilers, que tras ver los créditos se tiene el regusto amargo de no haber visto el final de la trama, un mal cuerpo que va a más cuando vemos como el propio menú del juego nos indica que habrá contenido adicional en el futuro por medio de “El Secreto de la Espiral”, un pack de expansión de pago que añadirá dos capítulos que se publicarán en primavera y otoño de 2026 respectivamente y con los que, si bien su sinopsis reza que se enriquecerá la trama, parece más bien material fileteado para hacernos pasar por caja de nuevo. Quizás también sea significativo de ello el hecho de que hemos completado la historia principal en apenas cuatro horas, quedando solamente pendientes las facetas ideales para completistas como recolectar objetos ocultos o desbloquear diferentes logros/trofeos. Dejando esto a un lado, si bien al elemento distintivo que ha tratado de aportar Supermassive Games le faltan un par de giros para encajar mejor, Little Nightmares III consigue ser una experiencia de esas que te dejan una sonrisa de complicidad. Una casi igual que la que nos sale al despertar y darnos cuenta de que todo ha sido una pesadilla.