Es increíble lo que se lincha a Jonas Vingegaard por cada cosa que hace
No es la primavera vez que escribimos algo así en este mal anillado cuaderno, no es la primera vez que lamentamos el ambiente hostil que en ocasiones se propaga contra Jonas Vingegaard.
He llegado a leer que un ciclista que prefiere estar con su familia a competir no merece ser profesional.
Injusto.
A Jonas Vingegaard le ha tocado competir contra el más grande que hemos visto jamás y ello pesa, no sólo en lo que vemos en la carretera.
Tiene una lupa sobre sí mismo y para muesca el Europeo, donde la esperada batalla a tres entre Pogačar, Evenepoel y Vingegaard apenas duró unos kilómetros.
El danés, doble ganador del Tour y reciente campeón de la Vuelta, se descolgó con más de 100 kilómetros por delante.
Muchos lo vieron como un signo de debilidad, pero también hay que leerlo en clave de contexto: una temporada larga, exigente y coronada con grandes gestas deja huella incluso en los más grandes.
Vingegaard llegaba al campeonato como la incógnita de los “Big Three” en carreras de un día.
Como dijimos no es su terreno habitual, pero quiso honrar los colores de Dinamarca.
Sin embargo, el cuerpo no respondió.
“Tuve que parar más de lo que quería tras la Vuelta”, reconoció con honestidad.
“No fue por falta de ganas, sino porque no podía. Hoy simplemente no tuve el día”. Palabras sinceras, sin excusas, de un campeón que entiende que el ciclismo también se compone de días grises, no entiendo tant sospecha sobre su compromiso, él es el primer interesado.
Algunos, como Bjarne Riis, cuestionaron su preparación, incluso su compromiso.
Pero reducir a eso la actuación de Vingegaard sería injusto.
Su calendario ha sido el que tenía que ser -con el replanteamiento tras la caída en París-Niza, caída que despertó los fantasmas de la Itzulia de hace año y medio-, su entrega total, y su serenidad ante la derrota habla del carácter de un corredor que no necesita levantar la voz para imponer respeto.
El seleccionador Michael Mørkøv también lo apuntó: “Esperaba verlo más fuerte, pero tengo pleno respeto por el programa que ha hecho”.
Y añadió algo importante: el deseo de que Jonas siga encontrando en los campeonatos un reto que le motive.
Vingegaard no busca excusas, sino caminos.
Ya piensa en 2026, en el Giro, en el Tour, en esa rivalidad eterna con Pogačar que engrandece este deporte.
Habrá días malos, pero también llegarán los buenos, porque en el fondo el danés ha demostrado ser uno de esos ciclistas que honran cada dorsal.
Su estilo quizá no deslumbre con gestos ni titulares, pero impone respeto: por su silencio, su humildad y su capacidad para volver.
Y eso, en el ciclismo de hoy, vale tanto como una medalla.