Javier Lorenzo

Miércoles, 8 de octubre 2025, 06:00

| Actualizado 10:33h.

Mantiene el desparpajo que siempre le caracterizó. Y, pese a su posición de privilegio, los pies en el suelo, que es lo más importante. Sigue deslumbrando por la frescura de sus palabras. Este martes cumplió los 18 años, aunque esa mayoría de edad ya hace tiempo que parece disfrutarla, sin que hubiera perdido la ingenuidad de un niño. La madurez que se le adelantó, la claridad de ideas que siempre tuvo, las condiciones innatas, la condición de prodigio han hecho que todo fluya a una velocidad de vértigo. Aquel pipiolo que enamoró un día toreando, que quebró los cimientos de La Glorieta, que se hizo viral cuando las redes sociales apenas habían despegado, que deslumbró a los grandes maestros… hoy ya compite con las figuras estelares en las ferias de postín. El sábado puso fin a su primera temporada tras la alternativa, este martes se hizo hombre aunque en la plaza esa condición ya la adquiriera hace un año en Santander, en la tarde épica y heroica en la que puso a todo el mundo de acuerdo. En la que la ilusión del niño fue la relevación para demostrar que iba en serio, más allá de la Puerta del Príncipe del Sevilla, de la puerta grande de Madrid ern su etapa sin caballos. Su 18 cumpleaños lo disfrutó ayer volando a México (viaja con su padre, con su apoderado Juan Bautista, y con Joselito, su mozo de espadas, y no se ha olvidado el altavoz para escuchar el reguetón las tardes que se viste de luces, ni tampoco su capilla… ni su oso de peluche). Allí le espera una intensa temporada en la que de entrada ya ha firmado una exclusiva de más de veinte corridas de toros, que no es más que la continuidad de un año pletórico en Europa, por la regularidad en el triunfo, por su presencia en las ferias, por no fallar al lado de los grandes del escalafón. Triunfó en su alternativa, cayó herido muy pronto, le tocó sufrir un mes de parón con una fractura de cadera en pleno lanzamiento y cuando volvió lo hizo para aferrarse casi a diario a las puertas grandes mientras se le miraba con lupa cada paso por esa condición de privilegio de la que goza y que se ha ganado por méritos propios. Antes de tomar vuelo con destino a México DF hizo escala en LAGACETA para poner nota y analizar no se muy bien como definir si es su aterrizaje en el escalafón mayor o su despegue definitivo a lo más alto del toreo. Marco toma la palabra…

¿Cómo valora la temporada?

—Ha sido muy bonita y fructífera, pude vivir grandes experiencias. Hubo tardes duras, de exigencia al límite como la de Madrid, pero me hizo crecer mucho. Otras en las que la espada me lastró resultados numéricos de orejas. En septiembre cambié la técnica y, por suerte, entró y pude vivir tardes preciosas. Ha sido un año en el que he sentido el calor de la afición y eso me llenó mucho.

Más allá de las faenas, de los trofeos, de las plazas, ¿con qué se queda?

—He sentido una atracción con el público muy especial. Con los niños y la juventud, sobre todo, he tenido sensaciones muy bonitas, que me ha producido alegría y sorpresa. Me vi reflejado cuando yo me acercaba a los hoteles a ver los maestros, les tocaba el traje con admiración y me hacía fotos. Vivirlo ahora, que me tocan y que despierto esa ilusión es de las cosas más bonitas que me pasaron.

¿Se cumplieron los objetivos?

—Me sucedió más de lo que imaginaba. Había una semana clave, la que unía la encerrona de Madrid y mi alternativa, que no podía ser más intensa. Con el paso del tiempo he visto que lo de Madrid, sin trofeos, fue muy importante. Y la tarde de la alternativa la pude refrendar con la espada; recuerdo el título de tu crónica de «El triunfo de la liberación» y fue precisamente eso. Luego llegaron tardes especiales que me marcaron, la de junio en Salamanca; por emotiva, la de la Feria, por ser mi primera Feria y por poder lucir el traje del maestro. Luego, el rabo de Nimes me hizo ganarme de lleno a la afición francesa y dejarlo muy bien para el año que viene como sucedió con la goyesca de Arles… me dejo muchas. Estoy muy contento, es muy difícil triunfar todos los días. A día de hoy, contento, aliviado, era clave la temporada, por ser la primera.

Marco Pérez brinda la faena el cielo, en recuerdo a Julio Robles, la tarde en la que lució en La Glorieta el terno grana y azabache del maestro.

Marco Pérez brinda la faena el cielo, en recuerdo a Julio Robles, la tarde en la que lució en La Glorieta el terno grana y azabache del maestro.

ALMEIDA

Cuénteme cómo surgió eso del traje del maestro Julio Robles…

—José Ramón Martín, que sin serlo es parte de mi familia, estuvo muy cerca del maestro y tiene amistad con Jose, el dueño de Pacheco y del traje. Es uno de los más peculiares y que más me gustó siempre. Un día, por sorpresa, me lo trajo a casa José Ramón para verme con él aunque solo fuera en casa y sentir la grandeza de un torero al que tanto admiro; y en un futuro, tal vez, hacerme uno parecido. Fue emocionante, no me lo creía. Fue el 9 de septiembre y estaba en la vitrina tal y como se lo regaló Robles en su día: tenía aún manchas de sangre y un roto en el gemelo. Al tenerlo, me entró un vértigo y una sensación de responsabilidad enorme. Me ilusionó tanto que me quitó el sueño varias noches. Según acercaban los días, hablé con mis padres, con Juan, con José Ramón y decidí ponérmelo en La Glorieta por el significado que tenía. Esa oportunidad no podía dejarla escapar, me olvidé del qué dirán y lo enfoqué como un homenaje de admiración y respeto al maestro. Sabía que esas fotos en La Glorieta serían históricas en mi carrera. Ya se lo he devuelto a su dueño y le estoy muy agradecido por un detalle que no olvidaré. Se arriesgó a dejarme una reliquia, con un valor sentimental tan grande… Cuando sufrí la voltereta, antes que nada, pensé en el traje por si me lo había destrozado.

¿Antes no tuvo que hacerle arreglos?

—Solo le subimos un poco el chaleco, la taleguilla me encajaba perfecta. Nos sorprendió a todos. El cuerpo de un adulto no es igual que el de un niño, eso demuestra la figura tan delgada y tan torera que tenía el maestro.

Ya que hablaba antes del título de la crónica de la alternativa, ahora se me viene a la cabeza el titular de la Feria: «Marco no está solo», que indicaba el cambio generacional del toreo en Salamanca que aquella tarde se certificaba con los triunfos de Ismael Martín.

—Me alegró que Ismael Martín entrara en el cartel porque se lo ganó en el ruedo. Sabía que ese día se iba a apretar al máximo y me iba a hacer apretarme a mí. Por eso me tuve que ir a porta gayola para no quedarme atrás. Noté a la gente con esas ganas de ese relevo del que hablas, con dos jóvenes matadores emergentes y dos conceptos distintos. Nos asemeja la actitud, las ganas y nuestro toreo también es diferente y eso divide a la gente. Isma me emocionó y lo bonito es esa competencia. Lo considero amigo y compañero porque empezamos juntos en la Escuela y eso me espolea y nos hace cruzar la raya para emocionar al público y lograr que en el titular de la crónica se hable de ti. La gente salió feliz por ver que Salamanca tenía dos toreros nuevos que podemos dotar a la Feria de una riqueza y una rivalidad muy bonita.

¿Le gustaría y aceptaría un mano a mano en la Feria de 2026?

—¡Claro! Sería muy bonito. Estoy seguro de que la gente respondería y crearíamos un gran ambiente. ¡Ojalá!

¿Lo de 2025 fue más de lo que pensaba o menos de lo que quería?

—Si me dicen a principio de año que firmase esto, lo hubiera hecho.

¿Cuáles fueron los momentos más críticos de la temporada?

—Hubo varios. El inicio de temporada que cuajé novillos pero no salí a hombros ni en Valencia ni en Olivenza, pasé 15-20 días muy duros tras empezar el año con rabos en dos festivales. Pienso mucho y soy consciente de la gran oportunidad que tengo y no puedo dejar escapar. De esos momentos es donde más aprendo y te das cuenta de que no te puedes dormir ni un segundo. Otro fue aquella semana de la que te hablé entre Madrid y la alternativa, la novillada no embistió y aunque esos días recibí el reconocimiento de los profesionales, tenía en mi cabeza que no pasó nada y sabía que hubo gente que se desilusionó; pero recuperé la ilusión tras la alternativa. Y luego, en la segunda mitad de agosto, entré en un bache con la espada.

¿Y qué aprendió de todo aquello?

—Que en los momentos difíciles en los que uno no entiende porqué no salen las cosas hay que creer en uno más si cabe, entrenar el doble y fortalecer la mente.

¿Temió en alguna vez que se le complicara la temporada más de la cuenta?

—En cada uno el primer pensamiento que se te viene es que se te pueda escapar, que las metas que tienes en la cabeza se pueden derrumbar. Puede sonar exagerado, pero en la carrera del torero nada está escrito y tiene que ser día a día. Dar un paso más cada tarde. Cuando sientes que no sale entras en una especie de crisis mental. Si la cabeza está despejada es la que nos controla y nos da frescura en la plaza, si no sales bloqueado, pinchas los toros, no los cuajas y te creas una presión que no es cierta. La clave es mantenerse fiel a sí mismo.

¿Qué momento no olvidará jamás?

—Por el simbolismo, la alternativa, por verme además tan arropado por mi familia y la afición; y las dos tardes de Salamanca. Otro muy bonito el mano a mano con Juan Bautista, fue un sueño.

¿Y el momento clave que le impulsó más que ninguno?

—Las tres tardes seguidas de Salamanca, Murcia y Nimes. Noté una satisfacción diferente tras librar tres compromisos que tenía grabados a fuego en el calendario y me dieron mucha moral.

¿Sintió que los compañeros ya le ven como un torero a competir y no como el niño prodigio que deslumbraba?

—Sí, totalmente. Tengo el privilegio de tener amistad con los maestros y me hace feliz, por la cercanía y la confianza, pero sí que he notado que en el patio de cuadrillas, en el callejón esas miradas y ese respeto ahora ya me imponen. Eso hizo crecerme para superarme e intentar llegar donde están ellos. Me siento uno más y me tratan con respeto. Y no solo ellos, los entornos, las cuadrillas, es algo que me reconforta e indica que estás haciendo bien las cosas.

¿Quién fue el que más le impactó?

—Aprovechando un año histórico en el que tuve la oportunidad de torear varias tardes con él, lo de Morante me hizo gran ilusión. Sin ir más lejos, en Úbeda el último día, al compartir el tercio de picar a su lado, lo miraba con admiración, cada gesto, cada movimiento para absorber todo. No sabemos cuánto tiempo va a seguir, ojalá que tarde en retirarse, pero nadie sabe cuánto le queda… Ojalá no se retire nunca, pero por eso intento aprovechar cada tarde a su lado como si fuera la última. Fíjate en Úbeda le pedí una foto en el patio de cuadrillas porque creo que es algo histórico torear con él y poder beber de su fuente.

¿Qué toro se lo puso más difícil?

—El que me cogió en Alicante fue uno de los más complicados. Además, me pilló nuevo, aunque ahora también lo estoy, aquella era la cuarta corrida de toros. Hubo otros complejos, en Úbeda uno de Juan Pedro que tuvo muchas teclas y lo metí en la canasta. Esas faenas con fondo, aunque sean complejas, me llenan mucho si eres capaz. También el primero de García Jiménez que me cogió en La Glorieta me engañó, lo picamos poco para que se moviera… Aposté en la primera tanda y, de repente, llegó esa voltereta que me cambió los pensamientos.

¿Y el que embistió como ninguno?

—El segundo de mi lote de aquella misma tarde, de García Jiménez. Me regaló 15-20 embestidas de una clase y un ritmo especial; y también el del 14 de junio de la misma ganadería, que tuvo una hechura preciosa y una embestida especial.

Derechazo de Marco Pérez a Volador, el sexto toro de García Jiménez al que le cortó las dos orejas en La Glorieta el pasado 19 de septiembre

Derechazo de Marco Pérez a Volador, el sexto toro de García Jiménez al que le cortó las dos orejas en La Glorieta el pasado 19 de septiembre

ALMEIDA

¿Fueron sus mejores faenas del año?

—Sí, esas dos han sido las que dos más cercanas al toreo que sigo y persigo, de torear más roto y entregado.

¿Dónde encontró el mayor nivel de dificultad de esta temporada?

—El cambio del novillo al toro me obligó a tener que adaptarme muy rápido y fue una entrada inmediata en las ferias, donde sale un toro bonito, pero ya con otra seriedad y otra expresión, que permite menos errores. De ahí la dificultad. A nivel psicológico, tras la voltereta de Alicante, sin ser una cornada grave, sí fue un percance grave que me hizo estar un mes entero sin moverme. La primera tarde en Santander llegó casi de imprevisto, lo decidimos de la noche a la mañana y con apenas dos tentaderos los dos días antes de preparación. Sentí que no llegaba acorde al nivel de esa plaza. No estaba al 100%, iba con toda la ilusión por reaparecer, pero con muchas dudas. En el callejón, de no saber si iba a saber y poder desenvolverme. Aquel triunfo me dio mucha moral, como la tarde de Huelva.

Hablando del final de temporada, a muchos no le sentó bien la baja del festival de Aerscyl en Ledesma. ¿Cómo se lo puede explicar a la gente?

—A mí también me costó entenderlo, fíjate. Al maestro Chaves le tengo un cariño inmenso y me hacía ilusión torearlo por la causa. La semana anterior pude conocer a las familias de los niños; cuando los ves con esos problemas, esa humildad y esa sonrisa te das cuenta de que el resto nos preocupamos por cosas sin importancia. Es un golpe de realidad. Hay que ser buenas personas y agradecido a la vida con lo que nos da. A veces me pregunto porqué tengo yo esta gran oportunidad de ser tan feliz y si toreando puedo ayudar a mejorar su calidad de vida… por eso me hacía feliz rematar la temporada en el festival. Pero cuando surgió la sustitución, lo pensamos mucho con mi apoderado Juan Bautista y a punto estuvimos de decir que no a la corrida de Úbeda. Pero al final decidimos que en mi primer año de alternativa cada oportunidad, y en un cartel tan rematado, no se podía dejar escapar. Nada más aceptar, llamé a Domingo y José Luis, les pedí disculpas y lo entendieron. Y ya me ofrecí a torearlo el año que viene, si me aceptan. Me alegró que saliera tan bien y fuera un éxito.

¿Qué capricho se va a dar o ya se ha dado tras su primer año de alternativa?

—No se, una cena con amigos…

(Le interrumpo) ¡Hombre, Marco, algo más y mejor se habrá merecido!

—Ahora yéndome a América… No se. Este invierno pensaré en algo. Me sacaré el carnet de conducir aunque no te digo que me vaya a dar el capricho del coche… (risas). Pero sí que te digo que los mejores momentos y la mayor felicidad está en los pequeños detalles, en una cena amigos, con la familia, esos ratos de felicidad están por encima de lo material. En el callejón, cuando estás a punto de salir a torear, en esas pequeñas cosas es en las que más pienso y más valoro.

Hace tres años en estas mismas fechas hicimos en estas páginas su primera gran entrevista, ¿qué queda hoy de aquel niño que cortó un rabo salió por la Puerta del Príncipe de Sevilla? 

—Lo más importante, la ilusión, el alma y las ganas de llegar a lo más alto. La base de inocencia, ilusión, gratitud sigue ahí presente. Y hoy sigue siendo lo que me aporta mi personalidad y ser diferente. Eso espero no perderlo. Comento con mis padres que me parece mentira lo rápido que ha pasado el tiempo y ya sea matador de toros. A veces me da vértigo, que haya cumplido ya tantos sueños, tantas metas. Con mi gente a veces bromeamos y me dicen que toreaba mejor en aquella época que ahora. Lo más importante es mantener esa ilusión del niño por llegar a lo más alto del toreo.

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