Un monumento para Antoñete. Un cartel irrepetible. Una última vez. Este domingo, la plaza de toros de Las Ventas acogerá un festival, que reunirá a un puñado de toreros que han marcado la historia reciente de la Fiesta y de Madrid. Muchos de ellos … vuelven por un solo día, por una sola causa, por un solo nombre. La recaudación se destinará a erigir un monumento en la plaza al torero del mechón blanco, al que fue dueño y señor de este ruedo y maestro de tantos. Más allá del cartel inédito, el festejo matinal pasará a la historia. Cada uno de los actuantes carga con una historia, un vínculo, una razón para estar. Y todos, en mayor o menor medida, han sentido el peso y el privilegio de esta cita.

Curro Vázquez: «Al principio me dio mucho miedo»

Curro Vázquez, el más veterano del cartel, se enfrentó al reto con una mezcla de sorpresa, responsabilidad y emoción cuando Morante contactó con él. «No tenía nunca pensado que volviera a Madrid», confiesa. «Al principio me dio mucho miedo, incluso mucha inseguridad, pero luego me di cuenta de que tenía que estar ese día, porque se juntaban muchos motivos especiales: Las Ventas, Antoñete, y que lo organiza Morante».

El motivo más especial e íntimo es el homenaje a su viejo amigo, Chenel: «Lo conocí muy joven, cuando toreaba las primeras novilladitas y coincidimos en varios festivales. Siempre me gustó mucho como torero, y con la diferencia de edad que había, me daba mi sitio. Me sentía a gusto». Además, torearon varias veces juntos antes de que se retirara Antoñete en 1975, y «me encantaba torear con él».

Cinco años más tarde se reencontraron en Venezuela. Chenel vivía ahí en esa época, y coincidió con Vázquez en el callejón de Maracay: «Me acerqué a él, empezamos a hablar, y quedamos para cenar». Tras eso, «compartimos días enteros el tiempo que estuve allí. Cuando volvió a España me llamó, y desde entonces hasta que murió, estábamos continuamente juntos».

Entre ellos se formó una amistad sólida, de torero a torero, pero también de hombre a hombre: «Nos teníamos mucho cariño. Pensábamos del toreo de forma parecida. Eso nos unió. Incluso nuestras trayectorias se parecían: un año arriba, otro abajo… eso también une».

Ya pasado el susto y habiéndose probado, el maestro de Linares se alegra de haber dicho que sí al festival: «Una vez que ya ha pasado el tiempo y que me he preparado, dentro de lo que yo puedo prepararme, estoy muy contento de poder estar ahí». En el campo lo han recibido con cariño: «Los ganaderos, los toreros, la gente en general… me están tratando con mucho afecto. Claro, pues yo me vengo arriba, y estoy emocionado», dice entre risas.

Tiene claro que su presencia también conecta con nuevas generaciones de aficionados. «Hay gente joven que no me vio, y les hace ilusión ver a un torero de otra época». Veintitrés años llevaba Curro retirado de los ruedos, y prácticamente no había vuelto a coger una muleta: «He toreado poquísimo, cuatro o cinco veces, y algún pase suelto. Me dediqué a estar y formar a Cayetano, y luego apoderé a Morante y a otros toreros. He estado más en eso que en torear. Nunca me cuidé físicamente para volver, por eso dudé tanto».

¿Y cómo está ahora? «Hombre, como se puede estar a mi edad. Estoy preparadito, me he encontrado bien, pero siempre pensando que es el ‘bien’ de un hombre ya mayor». Como ha seguido vinculado al toro, era habitual verle por las plazas, y la verdad es que el maestro parece un ‘chaval’, está como siempre. A Curro no le molesta que se le diga, aunque apunta que «igual no estoy, parecido…». Lo claro es que «el Curro de Madrid» no podía faltar en un homenaje a su amigo y maestro.

César Rincón: «Antoñete era un espejo»

Como tampoco podía no estar el alumno aventajado de Antoñete. Comentaba a veces Chenel medio en broma que algo hacía cuando daba una alternativa, porque gafaba a los ahijados. Pero uno se escapó del cenizo ‘abrazo del oso’: César Rincón. En 1982 en Bogotá, el torero colombiano se doctoró de manos del maestro, y desde entonces mantuvieron una relación de profundo respeto y afecto.

«Volver a Madrid es volver a una responsabilidad muy grande», explica Rincón. «Es volver a vivir, a soñar… con lo que eso conlleva». Retirado de los ruedos desde hace diecisiete años, confiesa que le quedó la espina de no haberse despedido formalmente de Las Ventas: «Me faltó. Me hubiera gustado despedirme de Madrid en una corrida formal, pero en aquel momento no se logró. Creo que este festival es el momento ideal para decirle a Madrid que siempre estará en mi corazón».

Y Madrid, que le debe tantas emociones, que no le ha olvidado. Su figura está íntimamente ligada a la historia reciente de la plaza, con momentos que han quedado grabados en la memoria colectiva, como las cuatro Puertas Grandes consecutivas de 1991, o la inolvidable faena a Bastonito en 1994.

Se siente ilusionado y preparado: «Lo bonito es que no solo me sienta bien yo, sino que los ganaderos y amigos que me ven me dicen que estoy a buen nivel. Espero ratificarlo».

De Antoñete habla como quien evoca un espejo esencial. «Fue el torero por excelencia de Madrid. El dueño y señor de esta plaza. Era un espejo para muchos, por su distancia, su colocación, por cómo citaba al toro. Siempre con el pecho por delante. Me parecía precioso».

Hoy, Rincón es un espejo por lo mismo que comenta de Chenel. «Es bonito que la gente tenga un punto de referencia, que uno pueda dejar huella», dice con sencillez. Y en Madrid, esa huella ya es imborrable.

Olga Casado: «Sueño con lo que pueda pasar»

Mientras que para algunos es la despedida de su plaza, en la que ya son historia, será la presentación de Olga Casado, que compartirá escenario con figuras consagradas, leyendas vivas del toreo. Pero Casado asume esa responsabilidad con la entereza de quien sabe que está ante una oportunidad única: «Es una fecha muy marcada en mi calendario. Estoy muy contenta de que el maestro Morante de la Puebla quisiera contar conmigo para un día tan especial, con figuras del toreo ya retiradas que yo, personalmente, en vivo nunca los he visto torear. Me siento muy afortunada de estar acartelada con ellos y poderles ver por lo menos una vez en la vida».

No es la primera vez que torea en un festival importante -en Vistalegre ya cortó un rabo el pasado diciembre-, pero sí será uno de esos días que se recuerdan con el paso de los años: «Sueño muchas noches con lo que pueda pasar, pero no sé lo que pasará. Lo único que sé es que ese día daré lo mejor de mí, sin ninguna duda». Ella también quiere robarse un trocito del cariño de Madrid.

Morante: «Monumental era su toreo»

Si Olga, así como las nuevas generaciones de aficionados -que, para disgusto de Urstasun, llenan las plazas-, pueden volver a ver a estos maestros, será gracias a Morante. El Genio es el principal artífice de todo esto. Estudioso de la historia de la Fiesta, de la que ya forma parte, «todos teníamos que agradecer de alguna forma todo lo que Antoñete aportó al toreo, a Madrid, y todos nosotros». Por eso nació la idea de hacerle un monumento, «porque monumental era su toreo», como explicó el de La Puebla en la presentación del homenaje. En ese acto remarcó que «todo esto no sería posible sin el esfuerzo que van a hacer mis compañeros. Es un cartel muy interesante de figuras ya retiradas y van a volver para una obra que se quedará para la historia«.

Horas tardó en colgar este festejo el ‘No hay billetes’ -antes aún lo había colgado la Corrida de la Hispanidad, con Morante, de nuevo, de protagonista-. Madrid quiere homenajear al torero del mechón blanco, y quiere ver, por última vez, a toreros que forman parte de Las Ventas. Como también lo son los demás protagonistas, que se preparan en el campo. Pablo Hermoso de Mendoza, que hasta en ocho ocasiones ha cruzado la puerta de la calle Alcalá, cambió el rejoneo para siempre, y abrirá el festival. Julio Aparicio, cuya faena en 1994 al toro Cañego de Alcurrucén se sigue recordando. Y Enrique Ponce, que, con cinco Puertas Grandes a sus espaldas, conoce los olés de la Monumental madrileña. Lironcito, la tarde de los quites, la Goyesca del 2 de mayo en un mano a mano con Rincón… Una buena colección de tardes importantes colecciona el valenciano en este coso, hasta llegar a la Puerta Grande que abrió en su despedida.