Cuando el alumno preguntó «¿qué es la verdad?», el maestro respondió sin divagar: «la verdad eres tú». El profesor perfectamente podría ser José Tomás y el aventajado discípulo Víctor Hernández, torero de los Santos de la Humosa criado en la Escuela Taurina de Guadalajara. Apenas lleva dos años de alternativa y es la sensación del momento, más aún después del recital que regaló en su paso por la Feria de Otoño de Madrid. Sabe cuidar el fondo y la forma, esencial en una corrida de toros donde hay mucho de liturgia, entre profana y sagrada. Y dispone de un valor seco sólo reservado para las grandes figuras. Sin adornos ni barroquismos prescindibles. El domingo, sabiendo que los cronistas y buena parte de la afición ven en él destellos de José Tomás, se dirigió al tendido que asoma a los toriles donde se encontraba sentado el padre del rey de Galapagar y lanzó lo que fue mucho más que una simple declaración de intenciones: «Va por usted. Porque de sus entrañas ha salido lo más grande que ha dado el toreo». El resultado fue un alarde de pureza, colocación y verdad, reivindicando el legado de la criatura del señor al que acababa de brindar el toro. Hablando con su entorno admiten que las comparaciones les inquietan, pero viendo la proyección de este Hernández, si le respetan las cogidas y lo que rodea no se deja contaminar por un sistema que te arrolla, tiene una larga carrera para aportar la savia nueva que tanto necesita el sector. Se ha convertido en un ejemplo para los jóvenes que quieren ser toreros, en las escuelas taurinas y también fuera de ellas. Humildad y fortaleza, como las encinas pardas de Machado en los Campos de Castilla.
Con el subidón de verdad de Víctor Hernández en Las Ventas, llegó al Congreso -que este verano se quedó sin apellido- una iniciativa legislativa popular que pedía la derogación de la protección de la tauromaquia. En realidad, era una farsa, elevando a categoría el bulo de que es un espectáculo financiado con dinero público y que, si se elimina ese supuesto amparo, está abocado a la muerte. Bien sabe el ministro de nombre Ernest que pinchan en hueso. Son los aficionados que acuden a las plazas los que blindan la Fiesta de cualquier ataque externo. El efecto que ha tenido en los tendidos la prohibición del Premio Nacional de Tauromaquia y las reiteradas embestidas del departamento de Urtasun es sólo una pequeñísima muestra de la reacción que tiene la gente, a la que tanto invocan sólo cuando conviene, si le tocan lo que considera parte de su esencia como pueblo. Poco importa el cambio de posición del PSOE. De haber mantenido su intención de apoyar la iniciativa avalada por la extrema izquierda, la reacción de los que aman los toros o simplemente tienen cierta simpatía habría sido arrolladora. No tengan duda. El quiebro socialista es fruto de un cálculo electoral, que no es poco. Bien lo sabe Page en Castilla-La Mancha, aunque en su caso no ha escondido nunca el interés por los toros. Pero a la tauromaquia no la salva ni la hunde ningún partido político. La ensalzan toreros como Víctor Hernández o como Morante de la Puebla, que en momentos de la zozobra post pandemia decidió echarse el escalafón a las costillas y tirar de un carro que carburaba con cierta dificultad. La verdad es lo único que va a salvar la Fiesta. Bien lo sabe Urtasun, que este domingo tiene dos tazas bien repletas con el doblete morantista en Las Ventas y con los dos llenazos de mañana y tarde en la plaza más importante del mundo.