El poder de la contemplación. De la mirada lenta sobre la realidad. Eso es lo que transmite la obra de los dos pintores que protagonizan la exposición que lleva por título “La épica del paisaje” en la galería Balta de Santander y que reúne desde hoy jueves, día 9 de octubre, las obras del artista plástico villaviciosino Guillermo Simón y del bilbaíno Alejandro Quincoces. Es un diálogo donde el paisaje deja de ser un género para convertirse en una forma de estar en el mundo. La exposición muestra los últimos trabajos de los dos artistas desde el día 10 de octubre y se podrá visitar hasta el 29 de noviembre.
“Ambos entienden el paisaje como un espacio de resonancia emocional y simbólica”, explican desde la galería que comisaría la muestra. “No lo abordan como descripción naturalista, sino como un acontecimiento plástico y poético”. Simón, asturiano de Villaviciosa (1968), y Quincoces, bilbaíno nacido en 1951, se conocieron en las aulas de la Facultad de Bellas Artes de Bilbao. Pertenecen a generaciones distintas, pero comparten un mismo territorio de lealtad y de pintura. Esa amistad prolongada, hecha de talleres, exposiciones y conversaciones que se diluyen entre olores de trementina, da hoy fruto en esta exposición conjunta, una suerte de espejo doble donde cada artista se mide frente al otro.
Las obras de Quincoces oscilan “entre el realismo y la abstracción, buscando la sugerencia más que el detalle”. El resultado son paisajes donde el tiempo parece haberse detenido: ciudades que se deshacen en luz, mares que guardan un eco de melancolía.
En cambio, Guillermo Simón abre la espátula y la pincelada como si quisiera medir el pulso del viento. Su técnica, también al óleo, juega con vertidos, barridos y veladuras que construyen una superficie palpitante, llena de energía. “Una pintura viva y llena de energía”, que es “una búsqueda que va de lo académico a lo experimental, del gesto íntimo al lienzo expansivo”. En sus marinas, el mar no se contempla: se embiste. Ondas de color y materia que parecen querer capturar el movimiento mismo del agua, la respiración de lo inabarcable.
En el apartado de marinas, esta exposición muestra dos maneras de mirar lo inmenso. Por un lado la mirada contemplativa de Quincoces y, por otro la pulsión expresiva de Simón. De ese contraste surge la verdadera épica: no la del paisaje exterior, sino la de la pintura como experiencia vital. Las marinas de Quincoces, con sus grises contenidos y su melancolía densa, parecen hablar de un mundo que se va desvaneciendo; las de Simón, con su paleta vibrante, de otro que todavía palpita y se resiste a morir. Entre ambos, el visitante encuentra ese espacio intermedio donde el arte deja de representar para empezar a revelar.