Aunque a distinta escala, Kovacsics también vivió una jornada apabullante tras el anuncio del ganador, recibiendo una avalancha de llamadas. Se encontraba en Barcelona, donde lleva residiendo desde 1980. Nacido en Santiago de Chile en 1953 (apenas un año antes que Krasznahorkai), sus padres, de origen húngaro, estuvieron en campos de refugiados en Austria y posteriormente en Italia, hasta establecerse en Chile. Decidieron mudarse a Viena cuando Adan tenía 14 años y fue allí donde se formó académicamente, doctorándose en la Universidad de Viena. Al hacer mención a lo mixto de sus vivencias y orígenes (también posee la nacionalidad española), bromea asegurando que no es para nada aventurero pero la vida le ha llevado por ahí. Mantenemos una breve conversación con él la mañana del día después del anuncio del ganador del Nobel de Literatura 2025, cuando el polvo ha comenzado a asentarse.

En muchos medios no se le menciona siquiera al hablar del ganador y esa suele ser la tónica general con los autores de habla no hispana que se han publicado traducidos en nuestro país. ¿Qué le parece esa invisibilización de la labor de los traductores?
[Ríe] Bueno, es curioso y aparte me llama la atención que, precisamente tratándose de la obra de Krasznahorkai, él dice que en realidad el que escribió su obra en castellano soy yo; me suele decir ese tipo de cosas. Pero en el fondo le voy a decir también que lo que me importa es eso: el reconocimiento del autor y la relación con él, poder conocer su obra a fondo, que es lo que me ha permitido este trabajo de 25 años traduciendo su obra.

¿Cuál sería su carta de presentación a su obra para quienes, como yo, no la hemos leído?
Bueno, yo creo que tiene dos principales vertientes: una es, digamos, esa vertiente novelística suya centrada también en esa periferia húngara, provinciana, rural, con una visión muy oscura, muy pesimista —apocalíptica también— de ese mundo, de un mundo que él crea con unos personajes determinados que van apareciendo de forma continua en su obra, con personajes violentos, ávidos de poder o personajes angelicales e inocentes, que aparecen también continuamente. En definitiva, todo ese mundo que él ha creado y que está situado en ese ámbito periférico de Hungría. Y luego está la otra vertiente, que es esa apertura al mundo también característica suya, a Oriente, a Japón, él ha viajado a Japón y escrito sobre Japón, sobre China… Nueva York también está presente en su obra. Y luego hay un libro, Y Seiobo descendió a la Tierra, que recomiendo mucho y es una serie de textos relatos donde aparece también España, lugares como la Alhambra o Barcelona.

¿Y cuál de sus libros recomienda leer primero?
Recomiendo empezar por el primero, Tango satánico. Allí están muchas de las claves de su obra. Y luego Y Seiobo descendió a la Tierra.

En sus primeras reacciones, Krasznahorkai menciona en varias ocasiones su tristeza por los tiempos oscuros en los que vivimos, sin mencionar exactamente a qué se refiere. La mayoría de los medios lo presentan como “el maestro del apocalipsis”, recogiendo las palabras que en su día le dedicó Susan Sontag. ¿Tan oscura es su obra? ¿Puede haber luz en esa oscuridad?
Bueno, sí, la hay. Hay esa luz porque en toda su obra también hay una aspiración a la belleza, tanto de su propia obra, esa aspiración a alcanzar una pureza y una belleza máxima en su escritura por un lado, y por otro lado la presentación continua desde del arte que aparece ahí como como una manifestación también de lo divino, de la belleza a través del arte, eso es algo que aparece también continuamente, ya sea con un jardín de Kioto, con la Venus de Milo, o con la Alhambra… todo eso es luz en medio de la oscuridad.