Viernes, 10 de octubre 2025, 16:20
| Actualizado 16:36h.
Diez años después de que se estrenara el hospital de Cruces con su primera operación, realizada en 1955, en los edificios de viviendas cercanos que se habían ido construyendo en este barrio baracaldés, donde todavía existían numerosas campas y modestas casas bajas, junto a caminos de grijo, fueron floreciendo varios negocios. Entre ellos el de Antonino Goitia y Lucía Isabel, la librería San Juan, cuyo nombre hace referencia al apellido de esta mujer, y que es hoy en día uno de los comercios de este sector más antiguos de todo el municipio.
Seis décadas más tarde continúan en él levantando cada mañana la persiana. Tras la jubilación del matrimonio se hizo cargo del negocio uno de sus hijos, Francisco Javier, hasta que enfermó y falleció. En 2009 alguien ajeno a la familia cogió el testigo, Inma Pando, primero con su marido, quien también murió, y luego en solitario. «Siempre he estado en el gremio, me encanta. Estar entre libros es uno de los trabajos más bonitos que hay», declara. Sonia Rodríguez, quien en 2023 tomó el relevo, asiente. Esta vecina del barrio decidió reinventarse como autónoma, tras haber trabajado en supermercados. «Me enteré por unos amigos que Inma se iba, me lié la manta a la cabeza y me lancé a la aventura. No quería que este negocio se cerrara y además desde bien pequeña me encantan las papelerías», cuenta.
La lonja sigue a nombre, eso sí, del otro hijo de Antonino y Lucía Isabel, José María, quien llegó a pasar de chaval mucho tiempo en esta tienda. «Cuando empezaron mis padres yo tenía 14 años, estaba en la escuela de aprendices, y estudiaba el Bachillerato por la tarde. Mi vida fue por otro lado pero aquí recuerdo que se vendían muchos pizarrines, cuadernos de Rubio y cartillas para los niños», enumera, antes de destacar que todo el mérito de que este negocio se mantenga 60 años después es de Inma y Sonia. «Son las protagonistas», declara. Entre los tres guardan una buena relación y José María les agradece la apuesta por mantener viva esta librería y con ello la gran ilusión con la que sus padres la abrieron, «fue toda su vida», después de que un conocido que tenía una papelería en Basurto animara a Antonino. «Le dijo que tenía futuro».
Desde el momento en el que el matrimonio lanzó su negocio hasta ahora han ido surtiendo de libros, cuadernos, revistas y periódicos, entre otras cosas, a varias generaciones de vecinos. «El secreto de estar aquí seis décadas después es estar al día. Hay que ponerse las pilas y no cerrar los ojos a nada», declaran, mostrando la variedad de productos que ofrecen ahora, desde bolsos a mochilas, paraguas y juguetes. «Pero libros vendemos mucho, de todo tipo, éste es un barrio que se lee. Viene gente a que les haga recomendaciones, y tengo muchos encargos, también de colegios y de la biblioteca», apunta la actual propietaria.
Ejemplares de medicina
Pese a que su día a día, como la de muchos otros negocios, es luchar contra las grandes plataformas, Sonia señala que cuenta con una clientela «fiel, del barrio», algo que destacan en todas las etapas de este negocio. «El trato es muy personal, muy familiar. A mí todavía hay antiguas clientas que me llaman para ver qué tal estoy y para tomarnos un café. La gente es muy maja. Aquí siempre se ha dado un buen trato. Es lo que tiene el comercio local», señala Inma, reconociendo que llegó a temer por el futuro de este sector cuando salió el libro electrónico. «Cuando cogió auge me dio mucha angustia. Se notó una bajada de ventas el primer año, pero luego se vio que hay muchas personas que prefieren el papel», cuenta aliviada.
Este negocio, por su cercanía con el hospital de Cruces, ha surtido a muchos profesionales del centro. «A mi hermano le pedían médicos y enfermeras muchas obras específicas. Yo tengo en casa todavía cosas que sobraron, como un diccionario de ruso-español», declara el dueño de la lonja, antes de lanzar al aire un deseo. «Ojalá que esta librería dure otros 60 años más».
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