Autoridades del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) en Matanzas advirtieron que “el dengue mata”, aunque aseguraron que no se ha registrado ninguna muerte por esta enfermedad ni por el virus del chikungunya en la provincia, que enfrenta desde hace semanas un repunte de casos febriles y una creciente presión sobre el sistema sanitario.
Durante una comparecencia televisiva en la Revista Especial de TV Yumurí y Radio 26, la viceministra de Salud Pública Carilda Peña García, junto a Yamira López, directora general de Salud en Matanzas, y Berta Bello, subdirectora provincial de Higiene y Epidemiología, reconocieron la complejidad epidemiológica actual, marcada por la cocirculación de varias arbovirosis y la escasez de recursos para su control.
Captura de pantalla Facebook / Carlos Manuel Periodista
“El virus del chikungunya tiene hoy prevalencia sobre el dengue en la provincia”, dijo Peña, quien destacó la labor de equipos del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) ante el incremento de cuadros diarreicos.
Sin embargo, admitió que las pesquisas siguen siendo insuficientes y que la fumigación enfrenta limitaciones por falta de motomochilas y combustible.
Según las autoridades, el dengue “es la arbovirosis más peligrosa, porque puede ser mortal”, por lo que todos los pacientes con síndrome febril inespecífico deben ser ingresados, ya sea en hospitales o en sus domicilios.
Hasta este viernes, Matanzas dispone de 543 camas habilitadas para pacientes febriles, de las cuales solo el 43 % están ocupadas, según datos oficiales, que contrastan con testimonios en redes sociales reportando saturación de pacientes en centros hospitalarios.
Entre las zonas más afectadas figura el Hospital Pediátrico Eliseo Noel Caamaño, que opera al límite de su capacidad y ha debido habilitar más de 100 camas en una extensión médica dentro de la Universidad de Ciencias Médicas, destinada a menores de 10 años.
Peña confirmó que no existen muertes registradas oficialmente por dengue o chikungunya, aunque reconoció que “las comorbilidades pueden agravar los cuadros clínicos”.
En tanto, se refirió al municipio de Perico como uno de los focos iniciales del brote, donde “ya muchos pacientes estaban en periodo de incubación” cuando se confirmó el diagnóstico, lo que impidió cortar las cadenas de transmisión.
Las autoridades reiteraron el llamado a la responsabilidad ciudadana en la limpieza de depósitos de agua y eliminación de criaderos de mosquitos.
Sin embargo, la insistencia en que “no hay fallecidos” contrasta con denuncias ciudadanas y reportes médicos extraoficiales que apuntan a un escenario mucho más grave, en una provincia donde el colapso sanitario ya es visible.
Una crisis biológica que el discurso oficial enmascara
La afirmación de que “las comorbilidades agravan el estado de los pacientes” ha sido repetida por las autoridades cubanas como explicación de los casos graves asociados al dengue.
Sin embargo, esa justificación encubre un problema estructural: la incapacidad del sistema sanitario para manejar una crisis de arbovirosis combinadas —la cocirculación simultánea de virus como el dengue, el chikungunya y el Oropouche— que el propio MINSAP se niega a reconocer oficialmente.
Desde el punto de vista científico, las comorbilidades pueden aumentar el riesgo clínico, pero no explican por sí solas la severidad ni la expansión de los brotes. Lo que agrava el cuadro epidemiológico es la falta de diagnóstico diferencial, la escasez de medicamentos, el colapso hospitalario y la intermitencia de las campañas de control vectorial.
En otras palabras, no es la diabetes o la hipertensión la que mata: es la desatención y la ausencia de infraestructura sanitaria eficaz.
Estudios advierten que las coinfecciones por arbovirus constituyen un desafío emergente en salud pública. Sin pruebas moleculares ni vigilancia integrada, los médicos no pueden distinguir un dengue grave de una coinfección viral, lo que conduce a tratamientos a ciegas y diagnósticos tardíos.
En Cuba, esta limitación se agrava por la falta de reactivos, combustible para la fumigación y equipos de laboratorio.
La negación institucional de la coexistencia viral y de fallecimientos por esa causa responde menos a criterios científicos que a razones políticas: admitir la circulación combinada de varios virus implicaría reconocer un fracaso en el control epidemiológico y en la gestión del sistema de salud.
Por eso, el discurso oficial elude el término “arbovirosis combinadas” y atribuye los fallecimientos a “comorbilidades”, diluyendo la responsabilidad del Estado en un contexto de colapso asistencial.
Mientras tanto, miles de cubanos enfrentan fiebre, dolores articulares y largas esperas en hospitales sin diagnósticos ni tratamientos adecuados.
La ciencia advierte que negar la evidencia epidemiológica no detiene los virus, solo los vuelve invisibles. En un país donde el mosquito Aedes aegypti circula libremente y los recursos médicos escasean, esa invisibilidad es, en sí misma, una forma de negligencia institucional.