“Tengo 80 años, 60 como librero y Rubén Libros tiene 47”. Con tres datos, como buen experiodista, se presenta Rubén “Corcho” Goldberg. Su biografía está atravesada por los libros, la librería (Rubén Libros, en Deán Funes 163 en el pasaje Santa Catalina), el periodismo, la política, las conversaciones, las amistades y la intelectualidad de Córdoba. Rubén asegura que ser librero es, como decía su amigo Daniel Salzano, “una flor de pasión” que ha cultivado y mantiene desde hace décadas.

-¿Cómo te convertiste en librero?

-En el año ‘64 me vine a vivir con mi familia a Córdoba y hubo que empezar a trabajar. Mi tío Bernardo Nagelkop tenía una librería que se llamaba Paideia y en el ‘65 comencé a trabajar con él. Empecé a hacer los primeros intentos de ser librero hace ya 60 años.

-¿Cómo comenzó Rubén Libros?

-En el ‘78 nace Rubén Libros y me voy al Pasaje Central con un kiosquito primero; luego, un local y después, en el ‘90, me traslado al Pasaje Santa Catalina.

-¿Cuál es el rol de un librero?

-Siempre digo que este es un oficio o profesión. Ser librero es un poco vender libros, pero cuando decís “soy librero” es que te aferrás a esa relación tan particular con el libro, que va más allá de venderlos. Tomando una frase de mi amigo Salzano, es una flor de pasión que la he cultivado y la mantengo todos estos años. El día que deje de tener la memoria, ese día habrá que dar un paso al costado y tener una relación de lectura con el libro y ya dejar la profesión.

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-¿Cómo hacés cuando la gente te pide que le recomiendes un libro?

-Se establece un diálogo entre el lector y el librero. Si no es alguien con quien tengo una relación personal, le pregunto cómo está, por dónde anda su cabeza, qué quiere encontrar, qué está buscando y a partir de uno o dos datos podés acertar en darle un libro y tratar de no equivocarte. No se trata, en mi caso, de venderle el libro, sino que se sienta reconfortado cuando lo está leyendo y que le sirva. Un libro no te va a salvar la vida, pero te puede ayudar mucho a entender no solamente el mundo sino también lo que te está pasando.

-Tenés clientes fieles de hace muchos años…

-Está ligado a una etapa, la de los años ‘70 donde hubo una relación muy fuerte con el libro. Ese espíritu de época de los ‘70 llevó a que yo tuviera la posibilidad de conocer a mucha gente, a docentes universitarios y establecí un vínculo que me fortaleció y me ayudó mucho para entrar en el mundo del libro y de la lectura, que es de lo que se trata. También está ligado a mi tío Bernardo, de una librería mítica que duró hasta el 2000, una librería histórica que formó parte de una larga tradición de librerías cordobesas. Córdoba tenía en una cuadra, si no me equivoco, diez librerías. Siempre digo un chiste: cuando Jerónimo vino por estas tierras, al lado de él ya llegaba un librero español. Hay una vinculación fuerte con el libro en Córdoba, felizmente. Y la Universidad lo ha prolongado.

-Ha pasado mucha gente reconocida por la librería.

-Muchos nombres. Esa etapa de formación como librero fue muy fuerte porque había un grupo de intelectuales en Córdoba que me ayudaron mucho para aprender. No me quiero olvidar de dos personas que trabajaron sobre mí de alguna manera: Juan Fortunato Marguch y Daniel Salzano, cada uno con su modo de leer y su mundo literario. Y que fueron dos grandes amigos.

-¿La gente sigue comprando libros en la era de la tecnología?

-La gente felizmente sigue comprando libros todavía. Hay un lector, que es el estudiante, que está más ligado a la tecnología y busca material en PDF o por otra herramienta, pero hay un público lector que todavía va en la búsqueda del libro. Hay un dato que no es menor: hay muchas mujeres leyendo.

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-¿Las ferias del libro atraen a los lectores de siempre o puede llevar a nuevos lectores?

-Soy un defensor enorme de la feria. Siempre digo que la gente tiene que ir a la feria; no está obligada a comprar (…) El paso por la feria es importante porque se establece una relación y, en un momento, te vas a acordar de algo que viste, que te interesó y, luego, lo vas a ir a buscar a una librería.

-¿Contaste alguna vez la cantidad de títulos que hay en Rubén Libros?

-¿Sabés que nunca lo he hecho? Creo que no lo he hecho por temor de ver todo lo que hay, los miles y miles de ejemplares. Es un número que me va a asustar (se ríe). Siempre hago la broma de que, a la noche, cuando la librería se cierra, los libros hablan entre sí, se comunican entre ellos (ríe otra vez).

-¿Leés todos los días?

-En la librería trato de ver lo que entra. Soy ansioso, así que llegan los paquetes, los abren y elijo qué voy a ver en ese momento: los libros de literatura, de política o ensayos. Hago la primera lectura a la tardecita. Es una mentira decir que uno puede leer todo, no hay posibilidad. Hay gente al lado tuyo y lectores y lectoras que te ayudan. Te dicen: ¿viste este libro?, ¿vos qué pensás? Ahí se establece otro diálogo con ese lector que te ayuda a entender. Selecciono libros de la vida política, de historia, teoría y literatura sobre todo norteamericana, que es la literatura que más he leído, de los años 40, 50 y 60 y cada tanto vuelvo a ellos.

Si tuvieras que recomendar un libro que sí o sí deberíamos leer en la vida, ¿cuál sería?

-Es como decir qué libro te llevarías a una isla, como Robinson Crusoe. Es muy difícil, porque depende del carácter de cada uno. Puede ser un clásico, uno diría El Quijote, pero si hacemos un conteo de la cantidad de personas que hemos leído en su totalidad El Quijote de la Mancha vamos a quedar sorprendidos de que van a ser muy poquitos. A mí me interesa toda la literatura que está ligada al mar: Moby Dick, que uno lo ha leído como niño y luego, cuando lo leés profundamente, tenés otra mirada de ese libro. Sería medio soberbio decir “me llevo este libro” porque es la necesidad que tiene cada uno. Si tuvieras que salir rápido, agarrá el primero que encuentres. Si hoy me dijeras: “Rubén, ¿qué libro me recomendás porque me voy unos días de viaje?”, te diría “llevate El infinito en un junco, de Irene Vallejo, que es la historia de la invención del libro. Es una belleza.

-¿Qué estás leyendo?

-Ahora estoy leyendo un diálogo entre (Jorge Luis) Borges y un escritor que se llamaba (Osvaldo) Ferrari, conversaciones de hace muchos años en Radio Municipal de Buenos Aires. Se juntaban una vez por semana y dialogaban en un programa de una hora; están los diálogos recuperados. Es una maravilla leerlo a Borges. Muchos dicen “es complicado leer a Borges, me obliga a pensar”…Y sí, un libro te hace pensar.

-¿Qué aporta la literatura?

-Primero, aporta un conocimiento y un universo del autor que pinta ese libro o esa ficción que crea. Eso hablando de literatura. En política te va a llevar a una definición y a una identificación ideológica. En una novela te vas a encontrar con un personaje al que a veces terminás queriéndolo o terminás distanciado y eso te ayuda a entenderte a vos mismo, a interrogarte. Un libro te abre esa puerta para pensar.

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-¿Cuánto ha crecido la literatura de Córdoba?

-Muchísimo felizmente. Hay muchas autoras cordobesas, muchas editoriales, la mayoría inclinada hacia la novela, la literatura y el ensayo. Hay algunas que hacen algo de historia (…) Te sorprendería la cantidad de jóvenes autores que hay en Córdoba que se animan a editar y las editoriales cordobesas ya tienen un espacio ganado en el ámbito nacional. Hay mucha gente joven leyendo y escribiendo poesía.

-¿Qué busca la gente?

-Hay gente que busca libros viejos de Córdoba, algunos investigadores de la Universidad que buscan libros del pasado, tanto de la historia argentina como la americana. Hay muchos lectores de historia universal, en los últimos años hay una búsqueda de la historia de Roma, sobre la Edad Media y de la Segunda Guerra (…) Hay menor venta de libros de política, salvo alguna excepcionalidad. Los ‘70 fue el boom, ahí se leía de todo y había una necesidad urgente de leer todo lo que pasaba, no sólo acá sino en el mundo. Después, vino la dictadura con un vacío total, y con la democracia hay una recuperación y empieza a leerse. También libros sobre Malvinas que se siguen buscando y la historia argentina, de análisis del pasado.

-Hay para todos los gustos…

-Es difícil que entres a una librería y no encuentres algo que te guste. Si lo podés comprar o no es otra cosa, pero seguro que algo vas a encontrar. Hay un libro para cada lector y un lector para cada libro.

Homenaje

Al cumplir 60 años como librero, Rubén Goldberg quiere reconocer y homenajear a estos libreros cordobeses: Samuel Dujovne (librería El Universitario); Assandri, de librería Assandri; Bernardo Nagelkop, de Paideia; Morena, de Morena; Rey Ortega, de Nubis; García, del Hogar del libro; Miravet, de Miravet; Moisés, del Emporio de la Revista; Roberto Maidana, de Maidana y a Elda, de Librería Leal.