El 12 de octubre de 2025 había desfile en Guadalajara, de la Guardia Civil. Esa misma mañana, en Madrid había dos: el de los militares ante el Rey, por el Paseo del Prado, y el de miles de aficionados en Las Ventas, para el homenaje a Antoñete, con estatua incluida. Había donde elegir y este que les escribe prefirió no estar en ninguno.
Según se va viviendo, termina siendo más acogedor el recuerdo y más fiel compañera la memoria (mientras dure) que la agotadora agenda de social, tan endogámica casi siempre.
Por eso, en este día es bueno recordar aquel otro, un 12 de septiembre de 1999, en plenas Ferias, cuando se caía del cartel Curro Vázquez, anunciado para la tarde junto con Curro Romero y el citado Antoñete.
Se dijo entonces, y recuerdo ahora, que a Frascuelo le cayó la sustitución cuando se estaba comiendo una paella, en Madrid. Puede que sea leyenda hoy lo que entonces habría sido una simple exageración, pero que ilustraba bien lo ocurrido.
Desde allí se vino corriendo, más que sobrado cincuentón, para torear en La Alcarria, como tantos han hecho en los últimos tres siglos, ya fueran maletillas, segundones, figuras en declive o en ascenso y cualquier otro vestido de luces. De todo ha habido, como debe ser.
Es esta una tierra que se dice amante de los toros, en todas las acepciones de la expresión. Se les venera aunque no pocas veces se les maltrata. Cada vez menos y en menos pueblos, pero la animalidad bípeda no es fácil de erradicar.
En la capital de la provincia, aquel 1999, los tendidos de la plaza no se llenaron, ni mucho menos. Hace 26 años, a Curro se le trataba ya como una rareza casi entomológica del que no cabía esperar la regularidad de su sucesor natural actual, Morante de la Puebla. De Antoñete se envidiaba no el mechón blanco sino la compañía de Charo López, aquella mujer. A Frascuelo ni le conocían, en gran número, los que pasaron por taquilla.
Y, sin embargo, fue una tarde memorable.
Curro toreó, para pasmo de la concurrencia, poco acostumbrada a las caricias de aquel capotillo ni al garbo del de Camas. Eso, ni entre los propios «curristas», que se extasiaron lanzando al ruedo el romero que les había vendido la gitana en el exterior de la plaza cuando en el cuarto cortó una oreja.
Antoñete resumió en media docena de trincheras, trincherillas y trincherazos toda una lección de vida. Quizá fueran menos. ¿Qué más da si así es como se recuerda?
Andaba el diestro en sus penúltimas tardes, sin fuelle en sus renegridos pulmones, atorados de nicotina. Pero el toreo no es ni gimnasia ni magnesia sino otra cosa. Es, para el que lo quiere ver, una lección de vida sobre la arena. En la trinchera se condensa lo que uno debe hacer con el enemigo insidioso, a partir de un movimiento medido aunque firme, sin sobreactuar pero dejándole abierto el camino para que se someta, resignado. ¿Hablamos de tauromaquia o de esta sociedad? Que el lector elija.
Frascuelo dejó dos faenas añejas, como él mismo. Con sabor clásico.
Aquella tarde dio para una crónica gloriosa del siempre añorado Joaquín Vidal, entre otros gacetilleros nacionales que por aquí se citaron. En Guadalajara, en la segunda mitad del siglo pasado, fueron varias las décadas en las que Domingo Cardero y Salvador Toquero eran los que escribían de toros y así se refleja incluso en el Cossío. Faltaban tres meses para que naciera LA CRÓNICA y que en ella, en el sumar del tiempo, se hayan dejado muchas reseñas de otras tantas tardes. Las últimas, las de Miguel Redondo.
Ni los periodistas ni los matadores de toros peleamos solos, entre las teclas o al compás de los alamares. Somos parte de un largo camino, que abrieron otros.
Fue precisamente en esta provincia, en el pequeña pueblo de Cobeta, donde nacía en 1800 el primer cronista taurino. Así está reconocido, aunque tantos paisanos suyos lo desconozcan un par de siglo después. Fue Santos López Pelegrín en sus apenas 45 años de vida un precursor, bajo el seudónimo de Abenamar. «Es la personalización de la crónica de toros, que deja de ser un texto meramente informativo para convertirse en una creación de estilo en la que se mezclan aspectos relativos a la sociedad y la política de la época con los netamente taurinos» se lee sobre él entre el millar de páginas de una tesis doctoral de la Universidad del País Vasco. ¿Inverosímil? Real. Hablamos de la fiesta nacional en el Día de la Fiesta Nacional. Todo es posible.
España da para mucho, si quiere. Este 12 de octubre de 2025, por ejemplo, en homenaje a Antoñete pisarán el ruedo de Las Ventas, entre otros, el mismo Curro Vázquez que no toreó en Guadalajara hace 26 años, el Frascuelo que sí lo hizo y ese Morante que a veces se deja ver por La Alcarria y otras, sólo en los carteles de los que se cae. Curro aguanta, que no es poco.
Dicen que en España no hay afición a las corridas de toros. Puede. Será por eso que se agotaron los billetes para la doble cita de este domingo desde apenas dos horas después de abrirse la taquilla en Internet.
Los toros son historia. O Historia.
Sin histerias y sin historias.
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