José Á. Montero
Salamanca
Domingo, 12 de octubre 2025, 18:40
De todos es conocido el embrujo que la ciudad de Salamanca provoca en el visitante, tal y como reconoció el propio Cervantes en el Licenciado Vidriera: «Enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado». Y habla de todos. Por eso, Rafa Nadal no ha sido una excepción. Durante su breve estancia en Salamanca, donde fue investido doctor honor causa por el Alma Mater, reconoció sentirse cautivado por la ciudad y, muy especialmente, por su Universidad.
Y no solo por el esplendor y belleza de su portada plateresca. También por los tesoros arquitectónicos y naturales que encierra el edificio de las Escuelas Mayores. Interés tras interés y asombro tras asombro que le llevan a romper el protocolo camino del Paraninfo por el claustro interior de las Escuelas Mayores para su investidura. A escasos metros de la entrada al Paraninfo, Nadal hace un alto en su caminar y, ante el ventanal abierto del claustro, fija su mirada en uno de los elementos singulares del patio. Y es que el deportista de Manacor, gran amante de la naturaleza, se siente prendado por la gran secuoya roja plantada hace ya siglo y medio en tan insigne lugar.
Y no es el único. Cada visitante que recorre el claustro universitario encuentra en esta especie arbórea una de las sorpresas más gratas, toda una joya viviente. No en vano, se trata del monumento vivo más longevo de las ocho veces centenaria Universidad de Salamanca. La especie es originaria de la Costa del Pacífico, en Norteamérica, y es conocida científicamente como sequoya semervivens, variedad que puede superar los 3.000 años y alcanzar los 100 metros. El ejemplar de la Universidad no llega a esa edad, pero sí puede presumir de contar con unos bien llevados 155 años y una altura de 32 metros.


Perteneciente a la familia de las coníferas, de lento ritmo de crecimiento, en España pueden contemplarse en Granada en el Cortijo de la Losa, y también en Cantabria, en el Monumento Natural de las Secuoyas del Monte Cabezón. En lo que se refiere al ejemplar de la Universidad, responde a una donación efectuada en 1870 por Federico de Onís y Onís, jurista y padre del bibliotecario de la Universidad de Salamanca, José María de Onís. El árbol procedía de la finca La Carolina, en el municipio salmantino de Cantalapiedra, según testimonio de Pablo Beltrán de Heredia, descendiente de la familia de los Onís. Desde entonces, esta secuoya ha sido el símbolo del compromiso de la institución académica con el medio ambiente.
En 2020, con motivo de su 150 aniversario, la Universidad rindió homenaje a esta centenaria conífera, protagonista de las actividades de la Semana Verde organizadas ese año y en las que el entonces rector Ricardo Rivero destacó su importanacia y se refirió a ella como el miembro vivo más longevo de la comunidad universitaria; y se atrevió a otorgarla el título de «Decana».
A pesar de que la especie requiere, para su buen cuidado, un clima templado y húmedo, y poco viento, la secuoya de la Universidad ha sido capaz de imponerse a las inclemencias propias de esta ciudad y mantener vivo su espíritu y su fortaleza. El cuidado es máximo, lo que no ha impedido que en estos años se haya visto amenazada por plagas de insectos, condiciones climáticas adversas y diversas especies de aves. En todos los casos ha logrado sobreponerse.
La continuidad de la secuoya está garantizada con 9 «hijos» por la ciudad
A sus 155 años de vida, la secuoya roja de la Universidad de Salamanca puede presumir de contar con nueve «hijos» repartidos por diferentes parques y plazas de la ciudad. La primera de las plantaciones tuvo lugar en la etapa en la que era alcalde de Salamanca Pablo Beltrán de Heredia y Onís (1971-1979), quien medió para que se plantaran unas semillas de la conífera de la Universidad en la plaza de Anaya. Era el año 1976 y el árbol continúa creciendo en ese mismo espacio en la actualidad. También en zona céntrica y en uno de los pulmones verdes de la ciudad, como es el parque de La Alamedilla, se encuentran plantados dos ejemplares de secuoya, que fueron directamente extraídos del ejemplar del claustro del edificio de las Escuelas Mayores.
En otro de los pulmones verdes de la ciudad, como es el parque de los Jesuitas, se encuentra el mayor número de descendientes de la «Decana», con tres ejemplares que se distribuyen por el recinto. Las otras manifestaciones hay que buscarlas en el Campus Unamuno. Por un lado, están los dos ejemplares plantados en los patios interiores de la Facultad de Derecho, así como el árbol que crece en el laboratorio vivo del Campus Unamuno, sembrado en 2013 y se ha convertido en la plantación más reciente del árbol original hasta la fecha.
Aunque en la actualidad la secuoya de la Universidad goza de una buena salud, lo cierto es que ha pasado por momentos difíciles y delicados. Los más graves datan de 1985 y 2016. En este último caso, se aplicaron medidas especiales para salvar el árbol, entre ellas, la suelta masiva de mariquitas, la colocación de una malla invisible y la fumigación de sus hojas. Las medidas fueron aprobadas gracias al estudio e investigación realizados por el Instituto de Investigación en Agrobiotecnología y por la empresa Arbórea, ubicada en el Parque Científico de la Universidad. En 2019, dos plagas de insectos y aves intentaron acabar con el árbol centenario, pero el problema fue atajado a tiempo gracias al riego ocasional a presión y a medidas similares aplicadas en 2016.
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