El periodista de investigación Doménico Chiappe (Lima, 1970) sale a perseguir historias todos los días, y muchas de ellas tienen una relación directa con el … contenido de su nuevo libro. En ‘Violencias. Voces de la violencia en España‘ (editorial Pepitas de Calabaza) más de cincuenta víctimas relatan sus casos dando lugar a una panorámica dura pero necesaria. Hay casos de violencia física al borde de la muerte, pero también otros de violencia laboral, digital, obstétrica, económica, xenófoba o institucional que Chiappe quiere poner sobre la mesa.

–Antes de leer los testimonios, comienza el libro hablando de lo difícil que es definir la violencia.

–Me sorprendió que el Código Penal no tuviera una definición. Parece que se sobreentiende lo que es, y creo que a la gente le pasa lo mismo. Aquí el problema fue definir sus fronteras. La unanimidad de la sociedad hace objetivas algunas violencias, pero hay otras que para unos son y para otros no. En este libro hay muchas violencias invisibilizadas.

–Muchos casos del libro parten de reportajes que ha publicado estos años, pero aquí las víctimas cuentan su caso extensamente y en primera persona, sin ayuda de narrador. ¿Por qué?

–A mí siempre me ha interesado buscar el lado humano detrás de la cifra, detrás de la noticia. Un reportaje va al contexto, a los datos, a los expertos, va a la cuestión policial, o la judicial, y tiene un espacio limitado. Entonces, aunque utilices esa experiencia que te cuenta la persona, aunque hables horas con ella, en el reportaje queda muy poco. Aquí la primera persona de mucha fuerza y credibilidad. Hablé de nuevo con todos y les pedí permiso para volver a contar su historia. Era importante, porque igual su contexto personal es otro y publicarlo ahora podría significar ejercer más violencia de alguna forma.

–Los casos no siguen un orden concreto. ¿Cómo lo decidió?

–Al principio sí los había dividido por temática: violencia institucional, de género, sexual, laboral, etc. Y luego me di cuenta que no quería ensayar sobre la violencia ni siquiera así, solamente quería presentar testimonios reales de lo que pasaba y pasa a nuestro lado. Son entrevistas de los últimos siete años, y llevamos uno y medio o dos dándole la forma definitiva: una cadencia de voces que van combinándose de una manera que yo entiendo como muy musical. Había que lograr que el coro sonara afinado.

La portada de 'Violencias', de Doménico Chiappe

La portada de ‘Violencias’, de Doménico Chiappe

Virginia Carrasco

–¿Tienen algo en común todas estas violencias, o es imposible anticipar cómo pueden manifestarse?

–Lo que comparten las violencias es que las ejerce quien puede ejercerlas. Es decir, siempre es desde una posición de poder: alguien que quiere doblegar a quien considera más débil. Lo logra cuando, efectivamente, la persona sobre la que se ejerce la violencia es más débil o falla todo aquello que tendría que protegerla, que en una sociedad democrática normalmente son las instituciones, pero también es el entorno.

–Al tratar tantos casos, ¿ha detectado patrones que se repitan?

–Sí, dependiendo del tipo de violencia siguen patrones. Lo que más se ha trabajado estos años en el periódico es la violencia de género y la violencia sexual sobre la infancia. Cada año haces unas cuantas historias de estas y verificas que hay un patrón. Además, no solo se ejerce ahora, sino que se ha ejercido durante décadas. En el libro hay, por ejemplo, una tras otra, tres historias separadas cada una por 30 años, y siguen el mismo patrón. Y la sociedad reaccionó más o menos igual.

Una de las historias de 'Violencias' de Doménico Chiappe

Una de las historias de ‘Violencias’ de Doménico Chiappe

Virginia Carrasco

–¿Y comparten algo todas las víctimas?

–Creo que las personas que sufren estos tipos de violencia de alguna manera crean un mundo paralelo donde a veces entran y a veces salen, una burbuja que llevan consigo y distorsiona la realidad. Quienes lo han vivido, quienes tienen esa burbuja encima, se reconocen y se entienden.

–¿Qué merece una víctima de parte de la sociedad?

–Lo primero que merece es ser escuchada. Y lo segundo, ser creída. Por supuesto no con ingenuidad: todo lo que te dice puede ser comprobado y yo lo compruebo. Siempre pido datos, acudo a hemerotecas, al Poder Judicial en busca de sentencias, cuestiones de salud… Después de ser escuchada y creída, merece que se active una cuestión social que a veces puede ser desde desde los gobiernos o a veces puede ser desde su familia, sus vecinos. En todo caso, yo no he reflexionado sobre soluciones. Yo muestro lo que hay y creo que las soluciones tienen que ser propuestas por expertos en esto, no por tertulianos.


Las voces de la violencia en España

–¿Es España un país violento?

–Hay mucha violencia soterrada, mucha violencia que no se quiere ver. Parece algo lejano, que le pasa a poca gente, y no es así. Pero claro, todo depende de con qué lo compares. En un país con 30.000 homicidios al año, en un país donde caen bombas o en uno tomado por el narcotráfico y las bandas delictivas, ¿quién se va a ocupar de la violencia machista o el secuestro? Esa violencia que lo abarca todo no existe en España. Nos podemos empezar a ocupar de cosas más íntimas.

–Las representaciones de la violencia y el crimen tienen gran éxito de público en la televisión, la literatura, los pódcast… ¿Tenemos una relación retorcida con la imagen de la violencia?

–Creo que se banaliza la violencia gracias a la simplificación que hace el entretenimiento. Los ‘true crime’, por ejemplo, siguen una estructura muy simplificada, no muestran todo lo lejos que llega.

–No se muestra todo lo que dura el trauma: décadas, o toda la vida…

–Sí, porque lo terrible de esto es que la mayoría de víctimas de cualquier tipo de violencia comparten dos sentimientos: la vergüenza y la culpa. Es muy difícil escapar de eso, porque la vergüenza les impide hablar, y la culpa la llevan porque siempre queda esa idea: si yo no hubiera hecho tal cosa, o que mi comportamiento me llevó a que me pasase esto… es una cuestión muchas veces de manipulación por parte del agresor, pero muchas veces también de la sociedad, de los juzgados, de los peritos, de los vecinos. Muchos no se exponen a contarlo porque no encuentran la fuerza y creen que no les va a compensar, que buscar reparación les va a trastocar la vida.