Este Casademont que tantas alegrías promete este curso no admite oposición. Especialmente, si la diferencia de calidad con el rival es tan ostensible como la que se vio ayer en Leganés (47-68). El equipo le quiso regalar un triunfo plácido a su entrenador, Carlos Cantero, que cumplía 200 encuentros en el club. Desde el batacazo de la República Checa en la ida de la previa de la Euroliga, sus pupilas se muestran intratables. Lo hacen con rivales grandes, medianos y también con los más pequeños. Seis victorias consecutivas, con la de ayer en el extrarradio de Madrid, lo demuestran.
Al equipo madrileño solo le dio cinco minutos y poco más de tregua. El Casademont salió algo remolón en defensa, pareció utilizar los primeros minutos de partido para calentar la sala de máquinas. Cuando esta entró en funcionamiento, activó el modo apisonadora para aplastar a su rival. Lo intentó el Leganés, con la zaragozana Irene Lahuerta tremendamente activa y dinámica, pero no le dio. La diferencia era tal que pronto se vio que el partido se acabaría pronto, salvo desplome inesperado e inexplicable.
Así, el Leganés se puso 13-7 a los cinco minutos de la primera parte. ¿Podría saltar la sorpresa? Pronto se vio que no. El Casademont ajustó su defensa, se puso serio atrás, empezó a correr… y acabó con la ventaja de las madrileñas como un caramelo vuela en la puerta de un colegio. Parcial de ocho puntos al final del primer cuarta (13-15), que se amplió a un parcial de 13 puntos al inicio del segundo… El Casademont no quería dar vida a las locales.
En estos minutos, Bankolé emergió como una fuerza de la naturaleza, para rebotear, robar, correr a la contra como un tren de mercancías… Los contragolpes del Casademont mataron al Leganés. Ni siquiera hizo falta la mejor versión de algunas jugadoras. Y a pesar de fallos tontos debajo del aro, el Casademont estiró la renta hasta el 21-39 con el que se llegó al descanso.
Tras el paso por los vestuarios, el Casademont pareció no querer hacer sangre. En un parcial algo más atascado, las de Cantero pudieron estirar algo la renta, pero sin excesos. Bankolé siguió demostrando su poderío, pero el Leganés no se dejó llevar. Se pudieron ver incluso varios tapones bajo el aro madrileño, muestra de la intensidad con la que se emplearon. Aún así, el 32-56 iluminó el pabellón cuando terminó el tercer parcial.
En el último, con todo decidido, el Casademont se atascó un poco más, con algunas acciones demasiado individuales, alguna relajación defensiva… Nada que no pudiera controlar con su mayor calidad hasta llevar el resultado final al 47-68. A la espera de tardes más complicadas, la sexta victoria seguida del equipo fue tan cómoda como se esperaba.