Antes de encontrar este pequeño departamento de ensueño, cuando Mélanie Masarin se mudó de Nueva York a Los Ángeles a finales de 2019, se imaginó comprándose una casa. A medida que seguía construyendo el universo de marca de Ghia, el imperio de aperitivos que fundó en 2019, se intensificó el anhelo de la directora ejecutiva por una vivienda que atendiera todos sus deseos. Aunque su equipo operaba desde una impresionante casa de estilo Tudor en Beachwood Canyon, Masarin se alojaba en el interior de un minúsculo bungalow a unos 10 minutos, en Silver Lake. A medida que pasaba el tiempo, Masarin, de 34 años, sintió una gran nostalgia de París, donde creció. “No tenía un lugar donde quedarme cerca de mi familia y eso me agobiaba”, dice.

Aunque conseguir una hipoteca en Francia resultó difícil, Masarin estaba decidida a invertir en una vivienda propia. Trabajó con varias agencias inmobiliarias para facilitar el proceso, pero tardó dos años y medio en encontrar lo que buscaba. Al ver este pequeño departamento, un cuarto piso sin elevador en Haut-Marais —barrio del distrito 10—, se sintió inmediatamente atraída por los suelos antiguos y la distribución abierta de la cocina. No fue hasta que la empresaria entró en el cuarto de baño rosa monocromo cuando se dio cuenta de dónde estaba exactamente. “Cuando trabajaba en Glossier, Clara Cornet participó en una campaña, así que había visto el cuarto de baño”, recuerda.

mujer sobre encimera de cocina

Masarin se sienta en la encimera de la cocina con una lata de Ghia bajo un candelabro de Vico Magistretti. «Me encanta el proceso. Me muero por volver a hacerlo», dice.

Matthew Avignone

Tras el nacimiento de su bebé, Cornet y su pareja, Luca Pronzato, les empezó a quedar chico el pequeño departamento de 57 metros cuadrados y se mudaron a un loft más grande para acomodar mejor a su creciente familia. Pero para Masarin, este era el tamaño ideal para un pied-à-terre que pudiera rehacerse a su caro gusto sin salirse del presupuesto. “Prefería un espacio más pequeño y convertirlo en mi pequeña joya”, añade. Tras recibir las llaves dos meses después, Masarin pasó todo el verano viviendo en el pequeño departamento para poder averiguar qué cambios eran más necesarios. “Creo que siempre es importante vivir en un espacio antes de tocarlo”, insiste.

Cuando Masarin se sintió preparada para ponerse manos a la obra, contrató a la misma arquitecta con la que había trabajado Cornet, Laure Chouraqui. Primero ampliaron la cocina un metro y medio y luego curvaron la pared que la separaba del baño para que entrara más luz natural. “Estoy muy contenta de que se abra a la sala, porque paso mucho tiempo allí”, dice Masarin. “La salpicadera es un espejo de la ventana y realmente aporta luz al espacio”.