También se fueron Lagartijo y El Guerra, más tarde Juan Belmonte y Domingo Ortega, que fueron grandiosos y mandones de su época. Se fue Pepe Luis y después Luis Miguel, también Antonio Ordóñez, al igual que después Puerta, El Viti o Camino. Y a todos los grandes les llegó la bandera ajedrezada, hasta José Tomás un buen día dejó de anunciarse. Y tantos otros y la Fiesta siguió, con añoranza a los grandes, eso sí, pero esperanzados con las nuevas ilusiones que iban subiendo peldaños en la escalera del toreo. Unos se retiraron al llegar su momento, como ayer tenía previsto Robleño y Morante, sin previo aviso se anticipó y aguó la tarde del madrileño, pero en otros casos fue de manera trágica y parecía que todo había llegado a su fin. Un día un toro mató a Joselito en Talavera y Guerrita envió un telegrama que decía: ¡“Se acabó la Fiesta”! Lo mismo ocurrió con Manolete, en Linares y quedó un vació que nadie llegó, hasta que unos años más tarde Julio Aparicio y El Litri, con su irrupción quitaron el luto.
Hoy se llora la marcha de Morante, quien ha pasado a ser leyenda es inspira a los poetas, pero pronto llegará un nuevo rey a la Fiesta. Aunque nunca olvidemos al de La Puebla del Río. Hoy tenemos toreros con condiciones magníficas, como Juan Ortega, un genio y claro aspirante a sentarse en ese trono que ahora está vacío y sin dejar de lado al sevillano Pablo Aguado, exquisito, aunque muchas veces falto de fuelle. No olvidemos a Roca Rey, el otro guerrero que llena las taquillas y ver qué puede dar de sí en el inmediato futuro tras algunas dudas dejadas la finalizada campaña. Incluso hay varios chavales jóvenes que atesoran un excelente porvenir, siempre y cuando su cocción en la olla del toreo sigue siendo la ideal, como el caso de Víctor Hernández, a quien en 2026 se espera como al agua de mayo.
Es también un buen momento para que las empresas apuesten por una cantera y también, muy necesario, que sigan el camino de Morante y Robleño otra media docena de veteranos que continúan en las ferias y ya hace tiempo nada aportan al toreo, pero siguen por el sistema empresarial que los representa.
Y ahora el toreo, como la vida sigue, pero eso si hacen faltan muchos ajustes y las grandes empresas deben ponerse las pilas y dejar de preocuparse únicamente de recoger, sin apostar por el futuro. Por otro lado, es muy halagadora la corriente de aire fresco que ha traído la llegada de la chavalería y de ellos es el futuro, pero también hay que hacerle ver que el torero es grandeza y debe respetarse la liturgia. No son de recibo las salidas en hombros destrozándole el traje de luces; de hecho, podemos ver fotos de épocas pasadas y los toreros que se habían ganado ese honor ni se despojaban de los machos, porque esas salidas eran para aplaudirlo y admirarlo, jamás para convertirlo en una tortura.
Lo dicho la vida sigue y el toreo también.
