Redacción
La resistencia a los antimicrobianos (RAM) supone una amenaza cada vez mayor para la salud mundial. Entre 2018 y 2023, la resistencia a los antibióticos aumentó en más del 40% de los fármacos monitorizados, según el último informe del Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos y su Uso (Glass), publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este incremento está limitando las opciones terapéuticas empíricas y forzando el cambio de tratamientos orales a intravenosos, con una mayor dependencia de antibióticos de segunda elección y de último recurso.

El documento revela que una de cada seis infecciones bacterianas confirmadas en laboratorio durante 2023 fue resistente a los antimicrobianos, lo que confirma una tendencia ascendente en la resistencia a los fármacos más utilizados. A nivel mundial, casi el 45% de las cepas de Escherichia coli presentan resistencia a las cefalosporinas de tercera generación, con una variabilidad geográfica significativa: alrededor del 20% en Europa y más del 70% en África.


El informe presenta un análisis global de la prevalencia y las tendencias de la resistencia a los antibióticos, basándose en más de 23 millones de casos bacteriológicamente confirmados de infecciones del torrente sanguíneo, infecciones del tracto urinario, infecciones gastrointestinales y gonorrea urogenital

«En algunas partes del mundo, una de cada tres infecciones es resistente a los antibióticos comunes, incluidos los tratamientos de segunda y tercera línea», señala Trent Yarwood, especialista en enfermedades infecciosas y miembro de la Sociedad Australiana de Enfermedades Infecciosas (Asid), en declaraciones recogidas por el Science Media Centre (SMC) Australia.

Yarwood advierte que los gérmenes responsables de infecciones urinarias o sanguíneas presentan tasas de resistencia superiores al 50% a nivel global, superando los dos tercios en algunas regiones africanas. Esta situación está provocando un aumento de los ingresos hospitalarios y el uso de antibióticos intravenosos.

El 45% de las cepas de E. coli son resistentes a las cefalosporinas de tercera generación, con tasas que oscilan entre el 20 % en Europa y más del 70 % en África

«Todo el mundo puede contribuir a frenar la resistencia: lavarse las manos, vacunarse, practicar una buena seguridad alimentaria y tomar antibióticos solo cuando sean necesarios y durante el tiempo recomendado por el médico», afirma el especialista. En este sentido, recuerda que la resistencia antimicrobiana es un desafío global y requiere cooperación internacional.

Desde la Universidad de Newcastle (Australia), Verlaine Timms, investigadora sénior, subraya que el informe de la OMS aboga por un enfoque One Health (Una sola salud) que integre salud humana, animal y medioambiental. «Los resultados son preocupantes, ya que la resistencia sigue aumentando y los tratamientos están fallando. La resistencia a los antibióticos no se limita a los hospitales ni a bacterias patógenas: también puede transmitirse por microbios inofensivos presentes en animales, agua, suelo o incluso dentro de nuestros propios cuerpos», explica.

Estos microorganismos, expone, actúan como «portadores silenciosos» que transfieren genes de resistencia a bacterias más peligrosas, favoreciendo la expansión del problema. La investigadora advierte que la mayoría de los datos actuales proceden de hospitales y clínicas, por lo que es necesario reforzar la vigilancia en el ámbito medioambiental y veterinario. «Para abordar verdaderamente la resistencia a los antibióticos, debemos prestar atención a los microbios que solemos pasar por alto», concluye Timms.