“Finalmente estáis de vuelta en casa”, decía la pancarta que Korin Cohen Ben Yakar sujetaba este lunes sobre las piernas en su silla de ruedas en la plaza de los Rehenes y Desaparecidos de Tel Aviv. En ese lugar que ha visto tantas lágrimas en los dos años transcurridos desde los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, esas lágrimas eran el lunes, sin embargo, de alegría, de “felicidad”, decía esta mujer de 57 años y quienes, a su lado, no podían contener tampoco el llanto. Una pantalla gigante mostraba al mismo tiempo cómo los coches que transportaban a los primeros rehenes israelíes liberados en Gaza ―siete de los últimos 20 aún vivos― circulaban ya por una carretera israelí. Poco antes, Hamás los había entregado a la Cruz Roja y esta, al ejército israelí.

“Ya están en Israel; eso es Israel”, grita la mujer que también ríe al mismo tiempo, mientras su hija Ofir, de 25 años, la abraza. “Llevo dos años manifestándome por su regreso; he venido a esta plaza cada día; he ido a manifestarme delante del Parlamento”, afirma mientras marca en su teléfono el número de Silvia Cuneo, la madre de David y Ariel Cuneo, de 28 y 38 años, dos de los rehenes que en esta jornada han recuperado la libertad. “Está feliz”, pero “no quiere hablar con los periodistas. Dice que hoy es el momento de estar con sus hijos”, explica Cohen Ben Yakar, señalando a la camiseta en la que lleva estampada la foto de esos dos hermanos, con doble nacionalidad israelí y argentina, secuestrados hace dos años en el kibutz Nir Oz, cerca de Gaza.

Korin Cohen Ben Yakar, de 57 años.Trinidad Deiros

Este lunes, el contador que, desde el 7 de octubre de 2023, daba cuenta del tiempo que llevaban secuestrados los Cuneo y el resto de los rehenes, marcaba 737 días y cinco horas cuando los primeros siete cautivos liberados del grupo de 20 han pisado suelo israelí. Su llegada fue recibida con un estallido general de entusiasmo por los miles de personas que, como la mujer en silla de ruedas, observaban la retransmisión de su regreso a Israel, poco después de las ocho de la mañana, una hora menos en la España peninsular.

No cabía ya un alma en una plaza a la que, desde las cuatro de la madrugada, decenas de personas habían ido acudiendo, envueltas en banderas israelíes con el lazo amarillo ―el símbolo de los rehenes― entrelazado con la estrella de David. Otras enarbolaban carteles con los rostros de esos cautivos que, en estos dos años, se han convertido en una imagen omnipresente en este pequeño país, que sentía que, con su secuestro, se rompía un pacto sagrado: el de que Israel, el Estado-nación de los judíos, no deja a ninguno de los suyos atrás.

El aire en la plaza ―lugar de memoria de los secuestrados muertos y de clamor para el retorno de los vivos― era el del final de un periodo oscuro; el del cierre de un duelo hasta ahora imposible sin que esos cautivos volvieran a casa, en un país que nunca había tenido tantos de los suyos secuestrados ―251 personas fueron capturadas el día de los ataques de Hamás― en sus 76 años de historia. “Traedlos a casa ahora”, ha sido precisamente el lema de la organización que ha hecho de esta plaza su cuartel general al aire libre y que agrupa al grueso de las familias de los cautivos: el Foro de los Familiares de los Rehenes y los Desaparecidos.

“Por fin podremos respirar”, aseguran Efrat (de 42 años) y Tamar Madeson-Grossman (47) mientras abrazan, también con lágrimas en los ojos, a su hijo Shajar, de dos años, un niño que nació “dos semanas” después del 7 de octubre, dice Efrat. Tamar celebra el alto el fuego que ha permitido el canje de los rehenes por unos 2.000 presos palestinos. Luego añade que la solución al “conflicto” no puede ser militar; que la paz “se hace con los enemigos”. Habla de Hamás.

Efrat y Tamar Madeson-GrossmanTrinidad Deiros

La idea de que el retorno de los últimos rehenes abre la puerta a la “curación” de Israel ―explica un joven de 27 años que prefiere no dar su nombre― tras el trauma que representó el 7 de octubre, convivía este lunes con otra frase que muchos de los asistentes a la plaza repetían. Dos de los israelíes que acudieron de buena mañana a la plaza incluso la llevaban estampada en inglés en su maillot de ciclistas: “No forget nor forgive” (Ni olvido ni perdón). Incluso Tamar, que aboga por hacer la paz con Hamás, se confiesa “incapaz de perdonar” a la milicia islamista por los 251 secuestrados y los 1.200 muertos de ese 7 de octubre.

La mayoría de las personas que este lunes observaba fotografías de infancia de los cautivos en las pantallas gigantes de la plaza de Tel Aviv no los conoce personalmente. No importa, afirma Sagi Dalahsan, de 28 años: “Los rehenes eran nuestros hermanos y hermanas. Este es un país muy pequeño e incluso si no los conocemos, todos conocemos a alguien que sí lo hace; o a alguien que murió el 7 de octubre”.

“Gracias, Trump”

Decenas de personas se precipitaron corriendo entre gritos frente a una de las pantallas instaladas en la plaza de los rehenes cuando las imágenes mostraron al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el inicio de su discurso ante el Parlamento israelí. Si en la mañana de este lunes hubo una estrella en la plaza de los rehenes ese fue Trump. Muchas personas sujetaban banderas estadounidenses en las manos.

“Gracias, Trump; gracias, señor presidente”, dice la presentadora. Muchos presentes a la retransmisión de la entrega y el retorno de los rehenes a Israel lo celebran. “Si no hubiera sido por Trump, los rehenes no estarían siendo liberados”, repiten. En la pantalla, el mandatario clama que Israel tenía derecho a “defenderse” al lanzar la ofensiva en Gaza que causó más de 67.000 muertos, la mayoría civiles, hasta la entrada en vigor del alto el fuego el viernes.

Guy, un israelí de 48 años, que elude dar su apellido, enarbola una bandera con las barras y estrellas mientras asegura estar “orgulloso” del apoyo de Estados Unidos y atribuye a las “muchas presiones de Trump a los países de la región, que luego han transmitido a Hamás” el acuerdo para aplicar la primera fase del plan, que ha permitido la liberación de los últimos rehenes. Los cautivos han vuelto, subraya el hombre, “Gracias a Trump, no a Netanyahu”.

La alegría no es completa. “No puede serlo”, lamenta Noa, cuando el retorno de los vivos irá seguido del regreso de los muertos: los 28 cadáveres que Hamás debería empezar a entregar este lunes. El grupo entregó solo cuatro por la tarde, uno de ellos supuestamente el del estudiante nepalí Bipin Yoshi, cuya suerte se desconocía. En la lista de 20 cautivos aún con vida publicada por Hamás en la madrugada anterior, no figuraba ni Bipin ni el otro rehén del que no se había confirmado la muerte, el soldado Tamrín Nimrodi.

En un extremo de la plaza, Adi llora desconsolada. Ella es la persona que se encargaba, asegura, de informar a la familia de Yoshi en Nepal de su situación. Ahora solo espera que Israel confirme oficialmente su muerte. Sobre ella, un enorme cartel azul reza: “La paz sea sobre Israel”.