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Durante la presentación de su libro Otro Luis Buñuel, recién publicado por Athenaica, Miguel Marías contó a la concurrencia un consejo que le había dado su padre. Ahora que lo pienso, todo esto recuerda un poco al comienzo de El gran Gatsby, porque Marías añadió que aún lo tenía presente y que seguía poniéndolo en práctica, siempre que podía, desde entonces. Lo que le aconsejó Julián Marías a su hijo Miguel es que cada vez que se encontrase con alguien que se expresara de manera muy tajante, le preguntase por qué lo hacía. Si no se lo podía preguntar, por ejemplo por estarlo leyendo en un libro escrito por alguien muerto hace doscientos años, que se lo preguntase a sí mismo. Esto vino a cuento de que la programadora de cine y escritora Ana Useros, que acompañaba a Marías en la presentación, celebró lo que ella identificaba como la tendencia del autor a incluir en sus textos, no necesariamente de manera explícita, los puntos de vista de los demás. Estamos de acuerdo en esto, ¿no?, pues sigamos, decía ella que era la actitud de Marías. Algo así como una imprimación del pensamiento, antes de comenzar con su trabajo.
Luego, a lo largo de toda la semana, coincidiendo con el alto el fuego en Gaza, muchos artículos de opinión defienden la necesidad de comprender al otro, tienen como fondo la defensa de la comprensión y del reconocimiento, e incluso algunos artículos, sin aludir a Gaza, hablan de eso, como un tono distinguible en el aire.
Durante la semana también se desarrolló una cadena de huelgas y manifestaciones por parte del sector cultural en Lituania, en protesta por la cesión del ministerio de Cultura al partido Nemuno Aušra o Amanecer de Nemunas, socio del gobierno y cuyo líder está acusado de ser prorruso y antisemita. En distintos centros culturales del país se interpretó el poema sinfónico Jūra (El mar), de [Mikalojus Konstantinas] Čiurlionis. El ministro, Ignotas Adomavičius, no tardó en dimitir, pero el problema parece ser la coalición, desencadenante de muchos de los problemas que ha tenido el gobierno en los últimos meses. Cuando trato de ponerme al día me encuentro con que los distintos partidos implicados no tienen equivalente entre los distintos países. La manera de orientarse es la intuición y la simpatía por quien nos informa de estos movimientos. Que sea difícil comprender lo que pasa en otros lugares significa que no sabemos en qué consiste comprender lo que pasa en el propio. Lo de FF y Gavrilo puedo resumirlo gracias a los resúmenes que he leído, y también a los grabados ya antiguos. Comprender es encontrar la correspondencia de algo con su imagen, su alegoría, su metáfora y su símbolo. En una entrevista −de hace unos meses, con motivo no de estas huelgas sino del aniversario del músico− a Matas Druskainis, consejero de asuntos culturales de la primera ministra lituana, leo que “estamos viviendo en la época que Čiurlionis contribuyó a establecer”, y esa casi abstracción sobre la convivencia de los tiempos y nuestra relación con el pasado, y hasta con el futuro, me parece que se comprende mejor que el presente puro.
Una imagen se me aparece varias veces estos días, cada vez con ligeras variaciones, en una gama de verdes grisáceos. Hay una mujer que lleva algo pequeño en el cuenco de la mano, y evita que se apague tapándolo con la otra. Sé que lo que va entre las manos es una especie de congoja y es estos días lo más valioso y es la imagen la que me avisa de que hay algo que me preocupa. También percibo un incremento de sincronicidades.
A lo largo de la semana también sale el disco de Lorena Álvarez: El poder sobre una misma. También leo algunas entrevistas, y en una de ellas le preguntan, precisamente, sobre cómo mantener el control sobre una misma, y ella rectifica y dice que no es el control, que es el poder, y quiero comprender la idea, dar con su imagen o su metáfora. En el disco hay dos versos que me vuelven a la cabeza una y otra vez, como el consejo de Gatsby: “Un animal poseyendo a otro animal: / esa es la historia de la humanidad”. Es tajante, bello y pegadizo. Mientras lo escribo aquí me pregunto cómo se recibe el verso sin su compañera la música, si se puede captar del todo lo que dice sin oír la música como la oigo yo cada vez que se me aparece el verso. Al escribir debemos ser capaces de transmitir la música que oímos acompañando a las palabras. Tarea imposible, el horizonte se aleja, pero hay que intentar que quien lea intuya la música que hay debajo. Es como contar una sinfonía. Y precisamente esa semana sale un libro de Mireya Hernández, Veo el mundo como una gran sinfonía. El título proviene de una carta que Čiurlionis le mandó a su hermano. Parece que, si nos detenemos a mirarlo, todo acaba siendo un laberinto, un círculo, una espiral. Esperando en los cruces de caminos veremos volver el boomerang.